China.- El Centro para la Investigación y la Reproducción del Panda Gigante, situado a unos diez kilómetros del centro urbano de Chengdú, es un auténtico santuario para los pandalievers (los que creen en los pandas). La entrada a este recinto de 200 hectáreas se anuncia con una rotonda adornada por una estatua de un oso y su cría, y la puerta también sugiere la forma del animal.
La fascinación que despierta este animal de anteojos queda clara al buscar “cute pandas” [pandas monísimos] en YouTube: tan solo tres vídeos con esta etiqueta suman 30 millones de visitas.
Según datos del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, en sus siglas en inglés), en la actualidad quedan mil 864 ejemplares en el mundo, de los que el 80% vive en la parte norte y noroeste de Sichuán, en regiones montañosas envueltas por la niebla, entre piedras, árboles y el bambú, la planta de tallo leñoso y hojas tiernas.
Es un animal solitario, buen trepador y difícil de ver en libertad. Y muy asustadizo. El pasado diciembre, una cría pasó 24 horas encaramada a un árbol, sin querer bajarse, tras asustarse al tocar la verja electrificada de su jaula en el zoo de Washington. Los adultos pueden pesar entre 100 y 150 kilos y medir un metro y medio. En libertad suelen vivir entre 14 y 20 años, mientras que en cautividad a veces alcanzan la treintena. Su carácter es tranquilo y relajado, aunque puede llegar a atacar con la fuerza de sus 150 kilos si se ve acorralado por un depredador; por ejemplo, chacales o leopardos.
Los pandas se alimentan hasta 14 horas al día e ingieren hasta 30 kilos diarios de bambú. El deterioro de su hábitat hizo que unos 250 pandas murieran de hambre durante las décadas de los setenta y ochenta. El centro de Chengdú se fundó en 1987 tras el rescate de seis osos que se encontraban enfermos o faltos de alimento.
A partir de aquellos precursores, los biólogos han conseguido que estos tímidos animales se reproduzcan hasta alcanzar los 130.