Por: Aleluya Moreno Lorenses Oropesa / columnista
Mirando la verborrea de los grandes medios de comunicación de masas en torno de los principales personeros del año electoral en curso captamos logros culturales consolidados de la cultura hegemónica, esa que a la gente contraria sobre las causas primeras de sus aconteceres cotidianos.
Perversos e inocentes.
Mientras dicen los psicólogos que ayuda a evitar pelearnos con fantasmas identificar el origen de los problemas importantes, mientras los beneficiarios de la enajenación se mueren de risa en luneta y detrás del telón, para acabarla de amolar aplauden los de gayola; junto con los que no entran al teatro.
Observar argumentos de comentaristas, expertos y consultores explicando el comportamiento de personeros en tiempos de pre-campaña electoral nos permite detectar constantes, resultado de intenciones pervertidas e inocentes casualidades. Éstas personificadas por el pueblo.
La cueva de Alí Baba y los miles de ladrones.
Aquellas, por expertos y consultores dedicados a uno de los negocios más exitosos del Estado derramando dinero público comprometido y etiquetado por principios de Ley Magna y Plan Nacional de Desarrollo, con el pretexto de una quimera: la democracia.
Con mucha visión de negocio, grupos bien posicionados en el nicho de mercado hicieron su comedero de la anual derrama dineraria operada por el Instituto Nacional Electoral (INE).
Otra es la tendencia a centrar la temática en los pre-candidatos a todos los cargos, omitiendo o minimizando el programa de desarrollo nacional, regional o local que proponen. Aunque por Ley existen documentados ideales, objetivos y modos de abonar a favor de la democracia de cada organización política legalizada ante el Estado, en la práctica son relegadas.
Lo importante es el sujeto, dice la hegemonía.
Así, por ejemplo, explicaciones sobre los pobres resultados de Meade en política pública, a diferencia de sus habilidades extraordinarias en política económica, tienden a reducirse a asuntos de su personalidad y fallos operativos de sus chambas anteriores, como el hecho de ser un ciudadano sin partido –en realidad es un político comodín acomodaticio- gustoso de saltar como chapulín de estafeta en estafeta. Y, para acabarla de amolar, “padre putativo” del gasolinazo.
De esa manera se ocultan tras su festín, otras cosas importantes: seguramente también tuvo que ver con el algoritmo que permitió fluir generosas dotaciones dinerarias al través de SEDESOL y Hacienda a quienes resulten responsables, como la fundación de Josefina Vázquez, las Guarderías de Alberto Anaya; sin escarbarle a condonaciones de impuestos a grandes capitalistas y manipulación de partidas a estados.
Durante la docena trágico/cómica del régimen Fox/Calderón (ah jijos, al final en la Peña se reencontraron), psicólogos expertos hubieran dicho que miD no desarrolló su programación neurolingüística como el sistema deseara: siendo bueno para las matemáticas financieras, no es carismático ni con la militancia cautiva del PRI. ¿Cuándo ha sido problema? Recuérdese las personalidades: anodina de De La Madrid, meliflua voz del gris Zedillo, y, cuartito de Calde-rón.
Aparte de poner en duda las capacidades selectivas de quienes le hicieron casting, llama la atención que utilería, maquillaje, manejo de cámara y personificación que Torres de Televisa no le ayude a levantar su personaje. Obvio por qué: fallaron durante el sexenio que agoniza, a pesar de lo caro que cobraron.
Otras de “ya sabes quién”.
Del Peje llama la atención su personal esfuerzo para dejar de ser el villano molesto de las pasadas dos décadas, aquel que mandaba al diablo a las Instituciones, bloqueando calles y avenidas y callando chachalacas, para resultar el comprensivo negociador de todo con diestros y siniestros, con tal de sumar votos para sentarse un día en la silla presidencial, a riesgo de irse solito a la ching…, de no lograrlo.
El discurso público omite, que, cierto, el Peje violento entonces era acompañado por chamacos activistas ahora sustituidos por finas personas como las señoras Yeykol, forjada en la Canancintra, Delfina y Clouttier, el señor Romo, los maduros Barthlett, Barbosa, Gómez y demás excreta, como el socio financiero Korrodi. Los hermanos Moctezuma de la mano de los señores Salinas Pliego, más ligas con Slim y los Azcárraga, se han dado el lujo de filtrar vinculaciones familiares. Súmanse Gabriela Cuevas, prima de las señoras de Meade y Del Mazo.
El caso de la demagogia hegemónica se capta cuando cachamos incoherencias entre la actuación de los festinados sujetos y lo que dicen sus documentos programáticos ha de hacer, para lograr querencias populares. No competen.
Todos tenemos derecho a sobarnos la colita cuando arde.
Es del común la actuación sin ética de políticos. Aquello de representar a sus bases, es un sueño guajiro personalizado de maravillas por Meade, Sobrador y Anaya. Miremos.
Meade es militante y no de todos los moles. Así como ciudadano es, un día colaboró con panistas a ultranza, y, luego priista hez. S-obrador inició su comedero democrático “de izquierda” siendo líder petrolero priista nacionalista progresista, luego brincó al Frente Democrático, al PRD, coqueteó con Convergencia, luego con el MC, hasta terminar reciclando mercaderes con el PT.
Ahora, maduro, suma a sus posturas a personeros de derecha, como René Fujiwara, nieto de la Señora Gordillo, quien, sin disponer a su antojo de las estafetas del SNTE y del PANAL –sus dos caras organizaciones-, sí lo hace de miles de operadores expertos estructurados entre el magisterio, ese que de la mano del Peje, si es que gana, amenaza con retraer la Reforma Educativa.
En Chiapas, papá Velasco y familiares ya son protagonistas del cambio verdadero, orquestado por AMLO. No por nada se le facilita al Peje proponer negociaciones con los malos, cuando con re-malos ha refinado más de un café.
Más vale el programa, que el desliz.
Ricardo Anaya es descalificado por gustar de procurar a su prole dejos que les faciliten el american way of life, parlando fluido en inglés viviendo en Chinameca; sin omitir que está sobre los cuernos de la luna por traiciones a sus distintos mentores, la mayoría de los cuales curiosamente le acompañan en pre-campaña, como el señor Madero.
Se omite que cumple el chamacón sobradamente con una de las exigencias del poder para dejar pasar iniciados a mayores: manejo de escena -carisma- y discurso veloz para poner a sus semejantes fuera de combate en un santiamén, como hizo con Beltrones en televisión nacional, un día antes de que éste renunciara al cargo de Secretario General del PRI.
Además, Anaya va al Frente por México con un apoyo para nada despreciable, y, sí, finamente significativo: la presencia nada discreta del señor Dante Delgado, el único de los políticos públicos que ha sostenido durante su prolífera carrera un programa: el de la socialdemocracia internacional a la europea, por no decir a la alemana. Ricardo reconoce el enorme valor mentor de disponer de un programa preciso en objetivos, modos y tiempos históricos.
Diferencias de personalidad, se cuela mentirosillamente en el imaginario colectivo, son motivo de la decisión de a quien beneficiar con el voto, pues una vez sentado en el poder federal cambiará radicalmente la vida nacional a favor de los afectados, perturbando a los hasta ahora beneficiados. Como si éstos, sabedores de gozar del poder logrado a fregadazos estuvieran dispuestos a perderlo en tierra de nadie, cediéndolo, según “dicte el parecer de los parias”.
Ni en casa de cada quien, las cosas son así.
No manchen. Esa manera de explicarse la grave situación descrita, donde, aparte de miles de situaciones ilógicas, una es que la sociedad ha terminado por ceder su representación a una punta de profesionales del poder, que, además gustan de transmitírselo consanguíneamente como si México fuera el Reino Imperial Unido de María Chuchena se estaba bañando y el pescador milando y milando, y, contra lo cual nada podemos hacer más que aceptarlo, gracias a otro detallito.
Basta que alguien con suficiente autoridad lance a su favorito, para que hábiles operadores tracen y transen con quien tengan que hacerlo al precio que sea la apreciada mercancía del dominio deseado; asumiendo cargos poco a poco, o rapidito, según las prisas; que, hasta por estornudar al respirar harina, hay quien hace currículum de vida política.
(To be continued: PARTIDOS Y PERSONAS)