Sentada en el suelo, pensando en que te quiero y que te quise tanto, llegó a mi compañía el ser más lindo, tierno, café e inocente que existe; mi perra “Megan”.
Ella, al igual que yo contemplaba cómo caía la noche, tras observarla traer una piedra hacia mí, para que se la arrojara, pensé; ¿cómo se puede llegar a querer tanto a un animal?, son tan lindos e inteligentes… Personalmente soy amante de los animales, de manera particular de los perros. Esta tarde me hizo recordar con más atención y a más detalles la noticia sobre la muerte del niño de 2 años, consecuencia del ataque de cuatro perros raza Pitbull. Desde mi punto de vista me dolió en el fondo del corazón que sacrifiquen a esas pequeñas criaturitas, si pudiera las adoptaría, pero mi mamá me diría; “o comen los perros, o comes tú”. Así que toda pequeña posibilidad se me escapa de las manos. He escuchado que, así como los hijos son la educación que los padres les den, los perros serán el producto de la educación de sus amos. Aunque también depende totalmente del hijo y… del perro.
Es sabido por todos, que esos perros son muy bravos, por lo tanto pienso lo siguiente; si yo fuese la mamá del niño y percibiera que existe peligro de que escapen, o por lo menos escuchase sus prominentes ladridos, tomo a mi hijo, lo cargo o bien, lo bajo de la banqueta, no busco juzgarla ni mucho menos declararla culpable, sólo lo veo desde el punto de vista común y sé que como yo, muchas personas piensan lo mismo.
Es una verdadera lástima que pudiéndose evitar tantos trágicos accidentes, no utilicemos nuestro instinto y después nos lamentemos por algo que pudimos haber evitado. Por otra parte, si yo fuese la dueña de los perros, y viera que existe una enorme posibilidad de que mis perros salgan y ataquen a un incauto vecino, refuerzo mi puerta o mi portón.
Pero sólo son mis reflexiones y no ocurrió ni lo primero ni lo segundo; la señora no bajó a su hijo de la banqueta, la dueña no reforzó el portón y aquí están las consecuencias; los perros tienen pena de muerte, la dueña está en la cárcel y la mamá es la mujer más triste e inconsolable de México.
Metiendo a la dueña a cumplir una sentencia en la cárcel no cambiaremos los hechos, y matando a los perros tampoco, existen muchas alternativas, por ejemplo; la señora puede cumplir con labor social, barrer calles, plantar árboles, hacer talleres de reciclaje etc. Así como los canes pueden ser reclutados al servicio militar o a personas discapacitadas. Ni la muerte ni la cárcel cambian lo que pasó, pero sí estamos a tiempo de cambiar el futuro de los implicados. No es justo que animales callejeros y estos Pitbull’s tengan un desenlace fatal, a fin de cuentas, ellos no tienen culpa alguna, al igual que los cachorros que divagan por las calles, flacos, sarnosos y muertos de hambre, ¿es que acaso ellos eligieron esa vida? Su único pecado fue nacer y por eso mismo el Gobierno les quita la vida. Un buen Gobierno se preocuparía por ser honesto, confiable, que nos brinde soluciones y no lo resuelva todo con matar, pueden hacer albergues, fomentar la adopción y no la compra, invertirían más dinero en operar a las perras, y a su vez reducirían el número de animales en las calles, en lugar de gastarlos en campañas políticas, regando publicidad (basura) que no ayuda, al contrario, sólo contamina. O también tienen otra opción; metan a los perros a la cárcel, denles de comer todos los días, báñenlos, denles un trato justo y al cumplir su condena, déjenlos salir, así como dejan salir a los violadores, narcotraficantes, secuestradores y asesinos.