Ciudad del Vaticano, 20 de abril de 2025 — En una señal de acercamiento diplomático cargada de simbolismo religioso, el Papa Francisco recibió este Domingo de Pascua al vicepresidente de Estados Unidos, JD Vance, en una breve pero significativa audiencia privada en la residencia de Santa Marta.
El encuentro, confirmado por la Santa Sede, se llevó a cabo alrededor de las 11:30 horas locales y duró apenas unos minutos. Durante la reunión, ambas autoridades intercambiaron saludos cordiales y buenos deseos con motivo de la celebración cristiana. “Es un placer verle en mejor estado de salud”, expresó Vance al Sumo Pontífice, a lo que añadió: “Rezo por usted cada día. Que Dios le bendiga”.
Como es tradición, el Papa ofreció algunos obsequios a su visitante: varios rosarios, una corbata con el escudo del Vaticano y huevos de chocolate para los hijos del vicepresidente.
El encuentro cobra especial relevancia considerando el contexto político actual. JD Vance, convertido al catolicismo a los 35 años y firme defensor de valores conservadores, representa una corriente política en Estados Unidos que ha impulsado restricciones migratorias. Un día antes de la audiencia con el Papa, Vance sostuvo una reunión con el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado del Vaticano, donde se discutieron temas sensibles como los conflictos armados, crisis humanitarias, y especialmente la situación de migrantes, refugiados y personas privadas de libertad.
El gesto del Papa Francisco hacia Vance se produce solo dos meses después de que el Pontífice lanzara una dura crítica a la política migratoria del presidente Donald Trump. En una carta a los obispos estadounidenses, Francisco condenó las expulsiones masivas de migrantes, advirtiendo que “lo que se construye a base de fuerza, y no a partir de la verdad sobre la igual dignidad de todo ser humano, mal comienza y mal terminará”.
Este encuentro, aunque breve, deja entrever una intención de diálogo y entendimiento entre posturas divergentes, con la fe como puente en medio de la tensión política. La Pascua, símbolo de renovación y esperanza, sirvió de escenario perfecto para este histórico saludo entre dos figuras clave del escenario religioso y político internacional.
