POR: CATÓN/Columnista
Un tipo cogió por las solapas a otro y le gritó en la cara hecho una furia: “¡Eres un canalla, un maldito, un desgraciado, un infeliz! ¡Me quitaste a mi esposa!”. “Es cierto –admitió el otro-. Pero también te quité a tu suegra”. “Bueno –ponderó el tipo al tiempo que sosegaba su ira y le arreglaba las solapas al otro-. Vistas las cosas desde ese ángulo…”… “Voy a hacerte la mujer más feliz del mundo”.
Eso le dijo don Chinguetas a su esposa Macalota al tiempo que en la alcoba dejaba caer la bata que lo cubría. “Te lo agradezco mucho –replicó ella-. Y te extrañaré bastante ahora que te vayas”… Pepito le preguntó a su padre: “¿Qué diferencia hay entre ‘confianza’ y ‘confidencia’?”. “Te lo diré –ofreció el señor-. Si aseguro: ‘Pepito es mi hijo’, eso es confianza. Si digo: ‘El bebé de mi secretaria es mi hijo’, eso es confidencia”… Doña Frigidia, ya se sabe, es la mujer más fría del planeta.
Hace algunos años estaba de turista en Pompeya, y el Vesubio hizo erupción. La cercana presencia de doña Frigidia motivó que en esa ocasión el volcán no arrojara lava, sino cubitos de hielo.
Pues bien: don Frustracio, su marido, les comentó hoy, orgulloso, a sus amigos: “Anoche logré por fin que mi esposa sintiera algo en el curso del acto del amor”. Preguntó uno: “¿Cómo supiste que sintió algo?”. Explicó don Frustracio: “Por un momento dejó de limarse las uñas”… Guinivére es el nombre de la hija mayor de doña Panoplia de Altopedo, dama de buena sociedad, y de su esposo don Sinople.
Les dijo la muchacha: “¿Verdad que el honor y la virtud de las mujeres de nuestra familia han pasado de generación en generación?”. “Así es, hija mía” –confirmó, solemne, don Sinople. Declaró entonces Guinivére: “Pues conmigo anoche se interrumpió la pasadera”… Después de muchos días de viaje un vendedor acertó a hallarse en cierto pequeño pueblo.
Tras instalarse en el único hotel que había en el lugar fue a una cantina –la única también- y pidió un whisky doble, y en seguida otro, y un tercero luego.
Tales libaciones, con la prolongada abstinencia, hicieron que se despertaran en él ciertos impulsos que lo llevaron a preguntar al cantinero: “Dígame: ¿hay aquí mujeres públicas?”. “Bastantes –respondió el sujeto-. Pero todas se niegan a reconocerlo”… Se diría que hay un pacto secreto entre Peña Nieto y López Obrador, o entre las ocultas fuerzas que mueven a uno y otro. El tal acuerdo consistiría en que el PRI entregue la Presidencia a Morena en el 2018.
Sólo así puede explicarse que el prigobierno siga poniendo clavos a su ataúd. El último –digamos mejor el más reciente- es el tristemente célebre gasolinazo, que ha levantado una ola de irritación social lo mismo en las más grandes metrópolis, como Saltillo, que en los municipios más pequeños.
Las desmañadas explicaciones que han dado el dirigente del PRI y los funcionarios del Gobierno contribuyeron a exaltar más los erizados ánimos, y no convencieron a la población de que el aumento en el precio de la gasolina es lo mejor que nos pudo haber pasado, y que deberíamos celebrar tan útil y patriótica medida con cánticos, desfiles florales y otros regocijos públicos, en vez de maldecir a quienes asestaron ese nuevo golpe al pueblo.
Decía un viejo decir: “Pobre del pobre que al Cielo no va: / lo friegan aquí y lo friegan allá”. Así nosotros: aquí sufrimos la torpeza y corrupción de quienes nos gobiernan, y allá el maldito Trump atenta contra México aún antes de tomar posesión de su cargo. Aquí los detentadores del poder deberían cambiar de sitio desde ahora con López Obrador: que éste se traslade de La Chingada a Los Pinos, y que quienes hoy gobiernan recorran esa misma ruta, pero en dirección contraria… FIN.