Agencias
Xalapa.- La ausencia de denuncias formales por parte del Órgano de Fiscalización Superior del Estado (Orfis) contra el ex secretario de Gobierno, Patrocinio Cisneros Burgos, es un claro síntoma de las complicidades y la impunidad que marcan a la administración pública estatal.
Cisneros, quien dejó su puesto en octubre para participar en el proceso interno de Morena rumbo a la gubernatura, arrastra múltiples señalamientos de corrupción durante su gestión.
Desde el uso discrecional de recursos públicos para autopromoción, como espectaculares y la publicación de libros financiados con dinero estatal, hasta la opacidad en el manejo de obras públicas bajo su supervisión, los cuestionamientos son muchos, además de la creación de empresas fantasma con las que usó prestanombres para surtir todos los equipos de seguridad para los ayuntamientos, pero las acciones legales son inexistentes.
El Orfis, bajo la dirección de Delia González Cobos, parece seguir la misma línea de complacencia que ha caracterizado a las instancias de fiscalización en Veracruz. Su función de revisar, auditar y denunciar las irregularidades de las administraciones anteriores, ha sido nula en el caso de Cisneros, quien, pese a los escándalos, goza de una impunidad que resulta insultante para la ciudadanía.
El historial de Cisneros como funcionario fue controvertido, con un alto índice de rechazo, pero este rechazo no se traduce en consecuencias legales ni políticas. A pesar de los múltiples reportes ciudadanos sobre irregularidades y los señalamientos de la prensa, el ex funcionario camina libremente, ahora relegado al bajo perfil tras su derrota interna en Morena.
Si el Orfis no actúa en casos emblemáticos como el de Patrocinio Cisneros, la credibilidad de la nueva administración seguirá erosionándose, sin embargo, la falta de acción contra quienes han abusado del poder, sigue siendo la piedra angular de un sistema que prometió transformación y ha entregado más de lo mismo.
