Córdoba.- La Diócesis de Córdoba cuenta con seis nuevos presbíteros. Ayer, ante familiares e integrantes de la comunidad católica, los nuevos prelados recibieron el segundo grado del ministerio sacerdotal.
En una ceremonia que duró más de dos horas, el obispo Eduardo Patiño Leal pidió a los nuevos sacerdotes no sentirse vulnerables contra la tarea que tienen realizar, pues deben enfrentar con valentía y constancia los riesgos que se presenten dentro del actuar diario, para poder “destruir lo malo y construir lo bueno”.
De acuerdo a la tradición, el ritual de ordenación inicio tras el arribo de los 81 sacerdotes activos.
Posteriormente, los nuevos párrocos: José Liborio Guzmán Anaya, Armando Cortes Hernández, Luis Gerardo Vargas López, Moisés Parra Hernández, Claudio Balderas Reyes y Ricardo Flores García, recibieron la bendición de sus padres, como acto de agradecimiento por haberlos guiado desde su niñez hasta este día en el camino de la fe.
Monseñor llamó a los nuevos sacerdotes a mantener su corazón al servicio del pueblo, ya que en su manos está el orientar en la oración y en afecto a todo el pueblo de Dios.
En su mensaje insistió a los presbíteros no temer ante “nuestras pequeñas debilidades”, para ello deben de permanecer en un estado de autoconciencia diaria, que les permita mantener el corazón listo para el pueblo.
Al mismo tiempo confío en que cada uno de los religiosos permanecerán siempre en la manos de la Virgen María, quien será la encargada de guiarlos a través de sus oraciones.
“Jesús trabaja ahora a través de ustedes, pero ustedes no son más que siervos de Dios, no son más que otros”, dijo.
Tras pronunciar estas palabras, comenzó el ritual de iniciación. Con ello Patiño Leal preguntó a los seis sacerdotes sobre si en verdad deseaban cumplir con el ministerio sacerdotal. Cada uno de los recién nombrados párrocos, respondió; “Sí quiero, con la gracia
de Dios”.
En medio del júbilo y la algarabía, los sacerdotes fueron postrados ante Dios, en un acto de humildad y demostración de la pequeñez del hombre.
Así, el obispo realizó la imposición de manos, dándoles el poder a los nuevos sacerdotes de perdonar los pecados y convertir el agua en vino y el pan en el cuerpo y la sangre de Jesucristo.
Finalmente, los sacerdotes fueron vestidos con ayuda de sus padres y padrinos quienes les colocaron la estola y la castilla, convirtiéndose así en nuevos
sacerdotes.
Yessica MartÌnez
Arg¸elles
El Buen Tono