
Agencias
Orizaba.- Una vez más, la omisión de las autoridades ha convertido a las áreas naturales de la región de las Altas Montañas en víctimas de su incompetencia. Pese a que los incendios forestales son una tragedia recurrente cada año, el gobierno no aprende, no previene y menos actúa con eficacia.
El caso más reciente y devastador se localiza en Aquila, en los límites con Maltrata, donde 60 hectáreas de bosque de encino-pino han sido reducidas a cenizas. ¿Dónde están los protocolos de prevención? ¿Dónde están los recursos que año con año se prometen para el combate de incendios? Ni siquiera una aeronave especializada fue rentada, porque a las autoridades les resulta más barato ver arder la naturaleza que invertir en su protección.
Aunque Protección Civil reporta un 70% de control y 50% de liquidación, estas cifras son un consuelo mediocre ante la magnitud del daño ecológico. Brigadistas, voluntarios y personal especializado arriesgan sus vidas en condiciones extremas, luchando contra el viento y el calor, mientras los funcionarios se limitan a dar partes de prensa y falsas promesas.
La orografía complica las labores, pero lo que realmente frena el combate efectivo es la falta de recursos, la improvisación y la ausencia de una estrategia clara. ¿Hasta cuándo se permitirá que la ineptitud gubernamental siga acabando con los bosques? No es el fuego el mayor enemigo de nuestras áreas verdes, sino la corrupción y la negligencia de quienes deben protegerlas.
