Se intenta todo lo que se puede… tanto para olvidar como para no hacerlo, hay muchas cosas que debemos olvidar y no lo hacemos, y otras que queremos olvidar y no podemos, y también existen otras… que nunca desearíamos que pasasen al olvido…
Hay olvidos para nuestro bien y otros que son para nuestro mal. Son para nuestro bien aquéllos que no proveen nada positivo a nuestra vida, y son para nuestro mal aquéllos que nos recuerdan lo maravilloso que es vivir.
Olvidar, al contrario de lo que pueda pensarse, es fácil, muy fácil, sólo hace falta dejar de recordar una y otra vez lo vivido, basta con decir… basta y dejar las dudas a un lado, porque el que decide olvidar, decide también desistir ante los cuestionamientos que surgen de las dudas, al recordar una y otra vez el mismo episodio…
Y una vez controlada la situación del recordatorio y las dudas ya innecesarias, sólo faltaría cubrir ese espacio que deja el olvido, con todas aquellas cosas que ha decidido no olvidar, entre ellas… la experiencia… haya sido para bien o para mal, ese es el remate que queda del olvido, una vez que verdaderamente logramos olvidar.
Por eso, el que sabe olvidar es aquel que verdaderamente olvida el episodio, la secuencia de hechos y de deshechos, pero recuerda muy bien qué sintió, qué pensó, en qué cosas acertó y en cuáles se equivocó, las hace suyas y sigue adelante…
El que no sabe olvidar verdaderamente no olvida ni la consecución de los hechos ni de los deshechos, ni tampoco los escenarios ni los personajes ni las conversaciones, y mucho menos los tiempos… por eso el que no sabe olvidar no olvida y, de esa manera, no deja espacio para el aprendizaje y se mantiene en el recordatorio y las dudas —situación que siempre se agrava con cualquier episodio inicial—, simplemente porque el instinto de supervivencia —en ese tipo de estancamientos— sólo deriva en la victimización de todo mal.
Por eso, el que no olvida se vuelve preso del pasado y de sí mismo, simplemente porque en su mente no deja espacio para nada más.
Hoy le invito a olvidar, se sorprenderá de la ligereza con la que comenzará a sentirse, una vez que diga basta y se anime a seguir adelante con la experiencia de vivir. Su vida cambiará para ser totalmente otra vida, y no sólo por el hecho de haber tenido la valentía de olvidar, sino por haber tenido también la inteligencia para aprender y decidir continuar… que finalmente de eso se trata la vida… de continuar, de evolucionar…
Por eso, la próxima vez que se encuentre en una situación de esas que cree o siente que no puede olvidar, pregúntese simplemente ¿con qué me quedo?, ¿qué me está dejando esto? y ¿qué fue lo que me dejó a mí esta experiencia?, le aseguro que en el momento en que usted se coloque como administrador del recuerdo, el recuerdo cederá para dejar lugar a la razón, no de lo ocurrido, sino de la experiencia obtenida, y eso es lo que no deberá olvidar y también, aquello que le justifique la razón o las razones suficientes para no volver a recordar.
Porque el culpable de no olvidar siempre es uno, no los daños o los beneficios, sino uno, que se niega a aprender de la experiencia y seguir adelante…
Increíble porque cada olvido deja espacios maravillosos por cubrir, momentos, personas, ilusiones, sueños, proyectos, risas que no pueden alcanzarle si no tiene preparados para ellos un lugar, por eso olvide para dejar que llegue lo nuevo y deje que la vida le sorprenda, le aseguro que no tiene nada que temer si aprendió la lección, no le pasará desapercibida una nueva amenaza, siga adelante sin miedo, nada puede ser peor que estancarse en nuestra propia incapacidad de razonar aquello que vivimos.
Y recuerde que toda este lucha del olvido se puede evitar si comenzamos desde un inicio a preguntarnos qué es lo que nos está dejando eso que estamos pensando sobre lo vivido, lo que estamos viviendo, o lo que queda por vivir. Si lo que vivió o vive no le está dejando nada… es momento de dejar de recordar. Y no sólo de recordar una y otra vez el episodio, sino, y más importante, las expectativas que usted se ha formado sobre eso que piensa del pasado, del presente o del futuro…
Deje de generar expectativas sobre lo que ya no ha sido y sobre lo que aún no es, y deje también de poner expectativas en otros participantes, porque definitivamente, ni hoy ni nunca, tendrá usted el poder de que sean cumplidas. Las expectativas son personales, así que enfóquese en lo que vive y lo que está por venir.
Si aprendió la lección, lo sabrá… una vez que su vida contenga en ella sus sueños, sus ilusiones, sus deseos y la mejor versión de usted mismo, convenciéndose cada día… que aún queda mucho más por hacer, por vivir. Feliz olvido…