Por Andrés Timoteo/ columnista
OLEADA ROJA
La zona Centro de la Entidad ha registrado la primera ‘oleada’ de sangre de este 2020, pues en los últimos días se perpetraron secuestros y ‘ejecuciones’ -asesinatos con el sello de la mafia- en diversos municipios. En Río Blanco un empresario fue plagiado y días más tarde su cuerpo se localizó en una fosa clandestina en Huiloapan de Cuauhtémoc, a orillas de una barranca.
En el poblado Potrero Nuevo de Atoyac, fue baleado el exdirector de la Policía Municipal de Huatusco, en tiempos de Santiago Chicuéllar, cuando estaba en un Centro de Salud y en el ataque otra mujer resultó herida. En ese mismo municipio un grupo de sicarios asesinó a una maestra de zumba, sobrina de la presidenta del DIF local, Ana María Rueda Moreno, a su vez esposa del alcalde, Oscar Pimentel.
No es el primera ‘ejecución’ que el crimen organizado comete en el entorno cercano al edil Pimentel Ugarte pues el año pasado, en abril, fue secuestrado Lauro Ávila Mena, quien era el suplente en el cargo y su cadáver apareció dos semanas después con impactos de bala. En Orizaba hubo dos secuestros el fin de semana, de un hombre y una mujer por separado.
En Tezonapa otra mujer fue asesinada por su pareja. Es de los primeros feminicidios en la región. El fin de semana el Observatorio Veracruzano de las Violencias contra las Mujeres de la Universidad Veracruzana difundió la estadística de 2019, en el que Córdoba se ubicó entre las ocho ciudades con las cifras más altas de asesinatos de mujeres por odio de género.
Fueron once los feminicidios en Córdoba en el año pasado y el municipio se ubicó en el sexto lugar de la estadística. Sin embargo, también es grave el reporte sobre “desapariciones” de mujeres pues de los 227 casos contabilizados en 2029 en toda la Entidad, 126 se cometieron en la zona Centro. Al parecer la violencia criminal contra las mujeres continuará y en Tezonapa y La Perla -donde en enero balearon a una jovencita-, de la zona Centro, ya entraron el conteo de feminicidios.
Paralelamente a esas muertes está el incendio en el mercado “Revolución” de Córdoba, sobre el cual persiste la sospecha de que habría sido provocado por un grupo criminal que cobra “derecho de piso” a los locatarios. Es la versión que tanto el Ayuntamiento de Córdoba como la Fiscalía estatal buscan marginar, acallar y excluirla de las líneas de investigación.
No obstante, pese a las intentonas de la alcaldesa Leticia López Landero y de los funcionarios estatales, es imposible desligar el suceso de la ‘ola’ de incendios a mercados en la Ciudad de México y de negocios en Coatzacoalcos y en Minatitlán, en el Sur veracruzano, cometidos por la delincuencia organizada. Ya transcurrieron 10 días y no se sabe nada de los peritajes ni de la carpeta de indagatoria judicial. Todo es silencio en cuanto a las causas. ¿Extraño no creen?
YA NO LA AGUANTAN
Por cierto, hablando del Ayuntamiento cordobés, los regidores ya no soportan a la jefa de prensa, Martha Marañón Reyes, quien fue panista, luego priista-duartista y más tarde regresó al redil azul. Los regidores exigen a la alcaldesa López Landero, que cese del cargo a esta señora por prepotente e incluso hasta grosera en el trato con ellos, el personal municipal y los representantes de los medios informativos.
El que lidera las quejas es el regidor quinto, Ángel Jiménez Castañeda, quien ya habría presentado una queja formal ante la Contraloría Municipal y la petición directa a la edil para que despida a la funcionaria. A él se han unido otros regidores y anticipan que el caso lo llevarán formalmente a una sesión de Cabildo para que López Landero se vea obligada a atenderlo. Ya se verá.
Lo cierto es que colegas reporteros de la zona coinciden con los regidores sobre el trato despótico de la señora Marañón, quien ha llegado al grado de azotarles la puerta en la cara para evitar que ingresen a las oficinas municipales y hagan preguntas a los funcionarios.
La vocera municipal tiene una currícula peculiar por lo inestable de sus lealtades políticas. Ella fue, hace años, jefa de prensa de la bancada panista en el Congreso Local. Después, en los comicios de 2010 fue una de las voceras del entonces candidato a la gubernatura, Miguel Ángel Yunes Linares -desde ese cargo filtraba información a los fidelistas-, pero después la contrató Javier Duarte como asesora y la colocó en la Subsecretaría de Gobierno, como pago a sus servicios de espionaje.
Pues bien, luego de casi dos años de estar fuera de la nómina pública fue rescatada por la alcaldesa de Córdoba, Leticia López Landero, quien desde julio del año pasado la nombró directora de Comunicación Social del Ayuntamiento y así Marañón volvió al panismo. Sin embargo, más que ayudar a la edil esta funcionaria se ha convertido en un dolor de cabeza.
A pesar de que parecen contados los días de Marañón Reyes como vocera municipal, la panista-duartista ya maniobra para tratar ‘caer parada’ y ha filtrado que regresaría a Xalapa, para asumir la vocería del Comité Directivo Estatal del PAN que preside Joaquín Guzmán Avilés, arropada por la corriente panista que lidera el diputado local Enrique Cambranis y, claro, recomendada por la alcaldesa Leticia López. ¿Pues no que ya la edil cordobesa era morena?
LOS “BABYS CÁRTELES”
Regresando a los temas de seguridad, la semana pasada murió el sicario más famoso de Colombia, John Jairo Velásquez, apodado “El Popeye”, quien estuvo al servicio del capo del Cártel de Medellín, Pablo Escobar. Y los bajos mundos están de luto porque su figura sirvió para la apología del crimen, la exaltación del narcotráfico. Muchos lo veían no como un sobreviviente con suerte de esa ‘ola’ de violencia que ellos provocaron, sino como un héroe y ejemplo a seguir para los jóvenes.
Mató a 300 personas él sólo y participó en el asesinato de otras 3 mil, aunque murió de un cáncer de esófago. La enfermedad le quitó la vida y no las balas, ni la tortura ni la mutilación que tanto aplicó a sus asesinados. Falleció en una cama de hospital asistido por médicos y no en un “picadero” -casa donde asesinaban a personas- ni en un paraje ni su cadáver fue descuartizado, incinerado ni enterrado de forma clandestina.
Su familia lo podrá velar y sepultar conforme a sus creencias, un privilegio que no tuvieron muchas de sus 3 mil 300 víctimas. Y la industria del entrenamiento ya prepara más “bioseries” de este personaje -ya existe una- y de otros de su calaña, que son demonios que sembraron el caos y la muerte. Es cierto, la gente debe saber de ellos, pero no para tomarlos de modelo, sino para evitarlos en el futuro.
Por otro lado, es sabido que en materia de inseguridad y experiencia por el reinado del narcotráfico Colombia es un espejo obligado para México, hay un fenómeno que desde el 2014 comenzó a alertar a todos en aquel País sudamericano, pero que en 2019 se recrudeció y en este 2020 ya es tomado como detonante de otra ‘ola’ de violencia: los “babys cárteles” como les llaman, es decir la renovación generacional de los viejos capos de los cárteles y la dispersión de los mismos en cientos o miles de pandillas.
Le llaman la nueva amenaza para Colombia y recientemente el comandante de la Policía de Cali, una de las ciudades más violentas de esa Nación, Antonio Vázquez Prada, lo resumió así: “los grandes cárteles desaparecieron y hay mutación del delito, ya no es el narcotráfico internacional o el microtráfico interno, ahora ha proliferado el secuestro, el robo, la extorsión, la trata de blancas, el tráfico de órganos y otros delitos más, los que se convirtieron en el principal generador de ingresos financieros para los delincuentes”.
Lo peor es que la mayoría de esas pandillas -evitan llamarles “minicárteles”- derivadas de los grandes cárteles son lideradas por adolescentes, casi niños. “No estamos educando al niño, a la niña y al adolescente y muchos de ellos están incursionando en la delincuencia”. Ya no son jóvenes sino ahora adolescentes, hay líderes de 16 y hasta de 13 años que no sólo son “niños sicarios” sino “jefes de grupos criminales”.
Tal es la emergencia, la dispersión de los grupos del crimen organizado y la renovación generacional de los capos que viene acompañada con el fenómeno de los adolescentes convertidos en jefes de grupos criminales. En Colombia hay alerta por lo que se augura como nueva generación perdida, devorada por el crimen. México debe tomar medidas preventivas, aunque con la “cuarta transformación” es como pedirle peras al olmo.
LA NARCO-BODA
En el contexto de la renovación generacional de los cárteles convencionales no hay que dejar pasar el caso de la “narco-boda”, celebrada en la Catedral de Culiacán, de una de las hijas de Joaquín “El Chapo” Guzmán con el hijo de la operadora financiera del mismo Cártel de Sinaloa. Fue un acto de exhibición del poderío de ese cártel en el actual sexenio, una muestra de que puede hacer lo que quiera, cuándo quiera y cómo quiera sin ser molestado por el gobierno lopezobradorista.
Uno de los asistentes a la ceremonia nupcial habría sido Ovidio Guzmán, hijo de “El Chapo” y quien fue detenido y luego liberado en octubre del año pasado. Este “narco-junior” tiene orden de captura internacional y peticiones de extradición por Estados Unidos y aún así se pasea a gusto en eventos sociales. Cuando al presidente Andrés Manuel López Obrador se le cuestionó sobre la boda de la élite narca y el enorme operativo de seguridad desplegado por los sicarios del cártel en la capital sinaloense, simplemente hizo mutis aludiendo que ahora sí “no tenía datos”.
El periodista veracruzano, Ricardo Ravelo, uno de los más documentados sobre crimen organizado cuestiona en su columna más reciente: “¿Acaso Andrés Manuel López Obrador pactó con el crimen para arribar a la Presidencia de la República y ahora les paga la factura con impunidad? No es creíble la versión del Presidente de que no se enteró de la boda. Lo que se puede afirmar, sin lugar a dudas, es que el Gobierno guardó silencio al respecto y fue omiso”.
Lo grave, dice el analista, “no es la celebración de la boda, sino el supuesto desconocimiento de las autoridades o la complicidad de las mismas con este consorcio criminal –cártel de Sinaloa –que desde octubre de 2019 dio cuenta del poder que ejerce en México. Así, los jerarcas del cártel de Sinaloa dan muestra de la impunidad de que gozan en el Gobierno de la Cuarta Transformación, pues se mueven a sus anchas y nadie los molesta”. En pocas palabras -esto ya no es de Ravelo- el de Sinaloa parece que será el cártel del sexenio, otra vez.