Por: Mauricio Flores / columnista
Ojos que comen, corazón que tiembla
La vehemencia con que impulsa el Consejo de Salubridad General una nueva fórmula de etiquetado frontal para alimentos y bebidas industrializadas, va más allá del ánimo regulador de la entidad presidida por José Ignacio Santos; la intensión de sustituir el actual modelo informativo de etiquetas frontales por un nuevo modelo de etiquetado en blanco y negro para inducir al consumidor sobre “lo sano” y lo “no sano”, tiene sesgo de una lucha de poder oculta tras los derechos de consumidor.
La nueva propuesta de etiquetas frontales es un esquema de octágonos negros para advertir en México -como se hizo en Chile y Brasil- del riesgo mortal de comer tal o cual producto del anaquel del supermercado pues estaría lleno de azúcar, calorías, sodio o colesterol. El problema es que ese modelo omitir la información nutrimental clara y comparable como la que hoy existe.
Vaya, por ello la nueva propuesta no tiene nada de nueva pues condena al oscurantismo cognitivo al consumidor habitual, mismo que con el nuevo etiquetado no podría comparar los contenidos nutrimentales de cada producto… y por tanto que conformarse con la indicación “de bueno o malo” dé tal o cual refresco, chuchuluco o enlatado.
De hecho, la rivalidad por el etiquetado frontal va más allá de una discusión de información, pues refleja en primer lugar una lucha entre visiones conservadoras (la oficial) y las liberales que diversas organizaciones ciudades. Una lucha ideológica, pues.
Enemigos del régimen
Vaya, la propuesta de etiquetado frontal emanada de aquellas ONG´s, como el Poder del Consumidor que lleva Alejandro Calvillo, y que hoy son gobierno, prefiere que las personas se “eduquen” en retablos interpretado por la autoridad, omitiendo el precepto liberal de brindar herramientas de análisis -medibles y comparables- a cada individuo.
La otra es una lucha directa por la supremacía económica y por tanto política. Se sabe de buena fuente que la imposición de un etiquetado de “malo o bueno” pretenden no educar al consumidor, sino atemorizarlo y así reducir el flujo de efectivo que reciben los grandes fabricantes de alimentos que de acuerdo a varias “cabezas calientes”, son “enemigos del régimen” como Femsa de José Antonio Fernández, Bimbo que lleva Daniel Servitje, Pepsico-Sabritas que aquí lidera Roberto Martínez, Gruma de Juan González, Hérdez que preside Héctor Hernández Pons, Lala que preside Eduardo Tricio, Grupo Alfa-Sigma de Armando Garza, o Jumex que conduce Manuel Martínez.
Esta lucha hasta ahora soterrada puede cobrar pronto relevancia y afectar de manera la inversión privada que requiere el País para crecer de acuerdo a los ofrecimientos del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Alemán no entra al Radio
Como balde de agua fría cayó la noticia de que Grupo Coral, de Miguel Alemán Velasco y Miguel Alemán Magnani, no siguió adelante con la compra del 50% de Radiópolis propiedad de Televisa, al mando de Emilio Azcárraga, al no cubrir los 35 millones de dólares faltantes de una transacción valuada en 65 millones de los verdes. Existe la impresión que el plan no cuajo debido a las dificultades fiscales que atraviesa una de las empresas clave de la familia Alemán, Interjet, por lo que en conclusión Televisa sigue en la radio. Por cierto, el adeudos de VivaAerobus, de Roberto Alcántara, con SENEAM, es de 111 mil (no 117 millones) de pesos al cierre de julio pasado.
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@mfloresarellano