Imposible determinar los resultados electorales que se darán dentro de unas horas, cuando comience el cómputo de los votos en los 14 estados en los que se están efectuando comicios al momento de escribir estas líneas. Imposible porque si bien son elecciones que involucran prácticamente a la mitad del país, son eminentemente locales, y en ese ámbito la identificación nacional de las distintas fuerzas políticas se pierden.
En los estados y más aún en los municipios se vota por los partidos pero sobre todo por los candidatos, y ni uno ni otros tienen el mismo significado a nivel local que federal. Si a eso le sumamos la forma en que se han desdibujado ideológicamente los partidos y la búsqueda de poder en sí mismo, lo que entonces tenemos es un mezcla de logotipos que en muchas ocasiones hacen difícil saber por quién se está votando, aunque en la mayoría de las ocasiones el sistema permite saber contra qué se vota.
Es esta lógica la que permite constatar las muy amplias alianzas PAN-PRD contra el PRI, pero no dejan de ser significativas en distintos lugares, incluyendo la gubernatura de Baja Califonia, las coaliciones entre el PRI y el muy lopezobradorista Partido del Trabajo, mientras que Nueva Alianza ha dividido su acuerdos tanto con el PRI como con el PAN. Quizás el único de los partidos pequeños que ha apostado a ir solo en distintos lugares, sobre todo en Oaxaca y Veracruz donde tiene mayor peso, es Movimiento Ciudadano.
En todo este contexto, lo único cierto es que el PRI quizás no gane (como no lo ha hecho desde 1989) Baja California, aunque las cifras parecían muy cerradas al momento de escribir estas líneas, pero no tendrá ningún desmoronamiento electoral. ¿Es esta elección un referéndum a la labor del presidente Peña a un año de la elección federal? Tampoco: no se han debatido en esta elección ninguno de los grandes temas nacionales, no ha habido interés por hacerlo ni en el gobierno ni en los partidos. Y tampoco se modificarán los equilibrios actuales: podrá tener algunas posiciones más alguna de las fuerzas políticas, pero no habrá cambios notables.
Sobre todo el PAN, pese a sus evidentes problemas internos en la dirigencia del partido, tendrá unos resultados electorales que pueden ser positivos, particularmente si logra conservar Baja California: ganará seguramente la ciudad de Puebla; si la coalición con el PRD realmente funciona podrá conservar también la ciudad de Oaxaca; será sin duda competitivo en Veracruz, en Tamaulipas, en el norte del país en general y los resultados de hoy podrían servir (si conserva Baja California) para resarcir algunas de las muchas heridas que el blanquiazul ha acumulado en el último año. Tendrá más votos que el PRD, que se dice que quedará en cerca del 15% global, entre otras razones porque el sol azteca pagará en estos comicios los primeros costos de la división con Morena, y segundo, porque los estados donde se está compitiendo no lo han favorecido electoralmente a lo largo de los años.
Salvo que se den conflictos serios en algún estado (hasta el momento de escribir estas líneas ello no había ocurrido), los resultados electorales, por lo menos a nivel de las dirigencias partidarias, no tendrían por qué afectar la marcha normal ni de los periodos extraordinarios ya acordados para julio y agosto, ni la operación del Pacto. Tampoco la negociación para las reformas energética y fiscal en curso.
Lo que sí cambia es el panorama para varios gobernadores que comenzarán, ellos sí marcados por el resultado electoral, la segunda mitad de sus periodos de gobierno. Algunos se fortalecerán y también buscarán caminar hacia el fin del sexenio con sus opciones muy abiertas. Otros, de acuerdo con los resultados, podrán verse en serias dificultades.
Ha estado abierto en estos días el debate, mucho más en tono de versiones que de información dura, sobre qué ocurrirá con los gobernadores priistas que den malas cuentas en los comicios. Algunos aventuran que podrían repetirse acciones que no hemos visto desde 1997, cuando el PRI perdió el control del congreso, como la salida (vía ascensos al gabinete o a otras responsabilidades mucho menos glamorosas) de algunos mandatarios. No creo que existan condiciones adecuadas para ello, por lo menos para pensarlo como parte de amplios movimientos, pero lo que sí es cierto es que en la lógica de recuperar espacios de poder presidencial que ha marcado al presidente Peña en estos primeros meses de gobierno, estos comicios servirán para saber y conocer el peso específico real de por lo menos 14 mandatarios estatales. Para bien o para mal, después de las elecciones, el trato, la relación con ellos, será diferente.