Este sábado, el Medio Oriente fue testigo de un acontecimiento sin precedentes cuando Irán lanzó un ataque directo contra Israel, marcando una escalada significativa en las tensiones entre ambas naciones. Aunque Israel y Irán son archienemigos y han estado involucrados en sabotajes mutuos, un ataque militar directo entre estos países es un evento históricamente significativo.
La escalada no sorprendió a Israel ni a las potencias internacionales, que anticipaban una respuesta de Irán tras el ataque del 1 de abril atribuido a Israel. En aquel incidente, un ataque aéreo en Damasco destruyó un edificio que, según Israel, era una instalación militar de las fuerzas Quds y no un consulado, como se reportó inicialmente. Este ataque resultó en la muerte de siete miembros del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica, incluyendo figuras de alto rango como Mohammed Reza Zahedi.
Israel ha mantenido su política de no confirmar ni negar su participación en operaciones en Siria u otros países de la región, mientras que el portavoz de las Fuerzas de Defensa de Israel, el contraalmirante Daniel Hagari, señaló que Irán ha intensificado el conflicto en la región en los últimos meses.
Tras el ataque, Irán prometió represalias casi de inmediato. El ayatolá Ali Jamenei, líder supremo de Irán, emitió un mensaje declarando que Israel se arrepentiría de sus acciones, mientras que el embajador de Irán en Siria confirmó que era la primera vez que Israel atacaba un edificio oficial iraní en Siria. El Ministerio de Asuntos Exteriores de Irán también advirtió que se reservaba el derecho a tomar medidas recíprocas.
La comunidad internacional se mantiene atenta a las repercusiones de este enfrentamiento, con el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, expresando su expectativa de que Irán llevaría a cabo un ataque contra Israel “más temprano que tarde”. Este conflicto augura un periodo de incertidumbre y posibles nuevas escaladas en una de las regiones más volátiles del mundo.