- Por Armando Salinas Torre/ columnista
- En las oficinas públicas y privadas se realizan actividades sin priorizar la salud, pues se exigen resultados que, en el contexto de la pandemia, en poco o nada tienen un efecto directo en el bienestar social, sin embargo, se incrementa el riesgo de contagio de las personas
No hay liderazgo en la estrategia que evite el rebrote de contagios y la economía familiar y nacional no aguantará.
El Presidente sigue apareciendo ante los medios de comunicación sin cubrebocas, sin concientizar a la sociedad de guardar la sana distancia, realizando actos públicos innecesarios sin medidas de seguridad higiénica.
Hasta el cansancio hemos observado que las campañas publicitarias que promueven el fenómeno de imitación es uno de los más eficaces para que la sociedad replique las conductas que observa.
Si el Presidente no sigue los protocolos de seguridad, ni mucho menos los promueve, es obvio que muchísimas personas también consideren innecesario no sólo usar cubrebocas, sino que pueden realizar nuevamente las actividades como si no hubiera riesgo.
Hay muchas personas, ya sea familiares, amistades o de negocios, lamentablemente, incluso personas vulnerables, que no sólo acuden a los restaurantes o los puestos callejeros platicando sin usar cubrebocas, sin guardar la sana distancia, entre otras medidas que se han planteado para evitar el contagio, multiplicando las posibilidades de contagio y exponiendo sus vidas.
En las oficinas públicas y privadas se realizan actividades sin priorizar la salud, pues se exigen resultados que, en el contexto de la pandemia, en poco o nada tienen un efecto directo en el bienestar social, sin embargo, se incrementa el riesgo de contagio de las personas, ya sea en el transporte público, en los lugares de trabajo, en los lugares donde tiene que comer la gente.
Se puede observar fácilmente que se incrementa la asistencia incontrolada, se reanudan actividades sin usar cubrebocas, sin respetar la sana distancia, entre otras medidas, en plazas comerciales, principales áreas públicas de las ciudades, incluso reuniones familiares y sociales.
El Presidente promueve la confrontación y la división social y genera distractores sociales para evitar la prioridad, no sólo nacional, sino mundial, que es controlar y disminuir los contagios. Ante los mensajes del primer mandatario, la sociedad está dividida y distraída del que debiera ser no sólo el objetivo común, sino prioritario, tanto del gobierno en todos los niveles como de las empresas privadas también.
Los principales jefes de gobierno en el Reino Unido, Francia, España, entre otros, están ordenando medidas más restrictivas, evitando una nueva cuarentena por los estragos económicos que ello generaría, pero conscientes de que el incremento de contagios está creciendo en forma alarmante.
No obstante ello, el presidente Donald Trump sigue realizando sus eventos de campaña sin cubrebocas, reuniendo a sus simpatizantes sin respetar los protocolos a que me he referido.
En tanto el presidente Donald Trump esté más interesado en ganar las próximas elecciones que en proteger al mayor número de personas, continuará el incremento de los contagios, incluso a costa de generar un rebrote mayor y una cuarentena que afecte a las economías del mundo, sobre todo a países tercermundistas como el nuestro.
Este escenario nos enseña para nuestro país que no podemos desperdiciar tiempo ni esfuerzos para perder la prioridad nacional, evitar los contagios.
Sin duda alguna que no es el momento para México de generar un debate sobre Cristóbal Colón, el penacho de Moctezuma; ni siquiera si el avión presidencial aún no se ha vendido ni rifado o si los ex presidentes tengan que ser sometidos al escarnio público, pues todo ello no contribuye a la verdadera prioridad nacional.
Nuestro país acaba de ser golpeado en cuanto a la integridad y honestidad de una de las instituciones más importantes y estratégicas del país. Para responder al respecto habría sido necesario tener congruencia sobre el discurso de la legalidad, el respeto a la presunción de inocencia y el debido proceso.
El Estado de derecho presupone la inocencia de todos hasta que se demuestre lo contrario. Este principio es aplicable a todos, sin distinción alguna. Condenar a algunos sin que les preceda un juicio y se respeten sus derechos deslegitima la demanda de que ahora sí se respete la legalidad.
Finalmente, este escenario nos coloca hoy en la muy difícil situación de cuestionar todo lo que se ha entregado a la institución más prestigiosa de nuestro país y hoy cuestionada por la administración del presidente Trump.