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No era la esposa

Superiberia

Por Catón /  columnista

 Terminó el trance de amor erótico en la habitación 210 del popular Motel Kamawa. En su pasional encuentro los amantes habían puesto en práctica todas las posturas amatorias descritas por el Kama Sutra y otras inéditas que en el momento improvisaron. Entonces él le pidió a ella: “Anda, no seas tímida: dime cómo te llamas”…

En la sala de última espera del aeropuerto se anunció por el altavoz que habría un retraso de dos horas en la salida del avión. Un tipo evidentemente ebrio prorrumpió en palabras altisonantes, y eso azaró a una monjita que estaba ahí. Una pasajera reprendió con enojo al individuo: “¡No diga usted maldiciones delante de la madre!”. “Perdone, reverenda -se disculpó el temulento-. No pensé que usted las quería decir primero”…

Doña Macalota se miraba en el espejo. Le preguntó a su esposo: “¿Me querrás cuando sea vieja, fea y arrugada?”. Contestó don Chinguetas: “Claro que te quiero”… La recién casada le dijo a su flamante maridito: “Ahora que ya somos marido y mujer tu mamá será mi mamá, y mi mamá será tu mamá”.  Replicó él: “Estoy seguro de que a mi papá le va a gustar el cambio”…

El turista fue corriendo a donde estaba un pescador en la playa. “¡Venga rápido! -le pidió lleno de angustia-. ¡Mi esposa se está ahogando y yo no sé nadar! ¡Si la salva le daré un millón de pesos!”. El pescador se lanzó a las olas, llegó hasta donde estaba la mujer y la trajo de regreso a la orilla, sana y salva. “¡Gracias, amigo mío! -profirió el turista emocionado-. ¡Le debo la vida de mi amada esposa! ¡Se ha ganado usted el millón de pesos!”. Y diciendo eso fue a tomar en sus brazos a la señora. “¡Santo Cielo! -exclamó sorprendido-. ¡Pensé que era mi esposa, y es mi suegra!”. “Mi pu… suerte –meneó la cabeza el pescador, atribulado-. ¿Cuánto le debo, señor?”… En el velorio del finado una comadre soltera le dijo a la viuda: “¡Qué hueco tan grande deja mi compadre!”. Respondió con enojo la mujer: “¡Si hubieras estado casada 40 años tú también lo tendrías igual!”…

La luciérnaga hembra permitió por fin que la luciérnaga macho le hiciera el amor. En el momento en que éste consumó la ansiada unión cayó un rayo. Se iluminó toda la bóveda celeste y se escuchó un trueno fragoroso. La luciérnaga hembra le comentó a su galán: “Traías muchas ganas ¿no?”… El joven ejecutivo bancario llegó con aspecto de cansancio al bar. “¿Qué te sucede? -le preguntó un amigo, preocupado-. ¿Por qué te ves así, desfallecido y agotado?”.  Con voz débil explicó el interrogado: “Se cayó el sistema en la oficina, y tuve que entretenerme con mi secretaria”…

Don Poseidón, ranchero acomodado, fue invitado por unos señores de la ciudad a comer en un restaurante de mariscos. La mesera les sirvió una mariscada al centro, y todos empezaron a degustar el platillo. “Está muy bueno el abulón” -opinó uno. “El callo de hacha está riquísimo” – dijo otro. “Lo que no me gusta -manifestó el tercero- es la hueva de lisa”. “Es cierto-confirmó don Poseidón volviendo la vista a la mesera-. La muchacha se ve bastante lenta”… Cantó el trovador: “Tengo un pájaro azul…”. “Pobrecillo –dijo la señorita Himenia, compadecida-. Ha de ser falta de circulación”…

El desdichado tipo estaba en una cama de hospital vendado de pies a cabeza igual que momia egipcia. Su esposa acudió a verlo. “Gorilo me golpeó” –gimió el lacerado. “¿Cómo es posible? –se asombró la señora-. ¡Gorilo es tu mejor amigo! ¿Por qué te golpeó?”. “Porque le di la razón” –respondió con voz feble el pobre tipo. “No entiendo” –se desconcertó la señora. Relató el golpeado: “Me dijo: ‘Mi esposa es fantástica para hacer el amor’. Y yo le dije: ‘Tienes razón. Me consta’”… FIN.

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