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El minutero

Superiberia

 

LOS GRITONES

 

La noche del lunes se estrenó la Gendarmería Nacional del copetón Enrique Peña Nieto y el entrenamiento de esos policías fue puesto  en práctica para someter a peligrosos delincuentes: ¡¡¡la población civil!!!. Los agentes fueron distribuidos en el zócalo de la Ciudad de México con dos fines: revisar a todos los asistentes, incluyendo a  niños y  sus carriolas  -como si en ellas escondieran armas peligrosas- y para organizar el acarreo de miles de personas de las barriadas pobres del Estado de México e Hidalgo con el fin de aplaudir al presidente y contrarrestar los abucheos.

 

Para eso sirvió la Gendarmería Copetona, y claro, el registro físico que hizo a las personas más que para detectar  armas o explosivos fue para decomisar pancartas y mantas con leyendas de protesta que pudieran desplegarse en la plaza de la Constitución e incomodar a Peña Nieto a la hora de lanzar su grito patriótico. Aún así  no se salvó de la rechifla que le ganó a las porras de los acarreados. El silbido con el tono de una “mentada de am…” se oyó aunque fue censurado por la transmisión de las televisoras. Así es esto del control de realidades y rasurado de sonidos en los medios informativos electrónicos.

 

En Jalapa no fue mejor, unas  cinco mil personas asistieron a la plaza Sebastián Lerdo de Tejada, según los comunicados oficiales.

 

Del fervor patrio solo los gritos, algunos sombreros de charro, matracas y cornetas de plástico. El resto fue como acudir a un mitin electoral, se paga por asistir y lanzar porras al gobernante. La vigilancia de la policía estatal fue similar a la que hizo en el Distrito Federal la Gendarmería porque no se buscaban armas ni explosivos de terroristas sino pancartas con leyendas en contra del gobierno estatal. En Jalapa los policías tuvieron una instrucción precisa: impedir el acceso a  maestros disidentes o personas que andan buscando a sus desaparecidos para que no estropearan la fiesta al despachante de palacio de gobierno con sus aburridas peticiones de justicia.

 

Claro, el fantasma de septiembre del 2013 cuando los maestros estaban en pie de guerra no se ha disipado aunque ahora se suma a la ola de ciudadanos inconformes por la violencia y la inacción de la autoridad frente a los criminales, entonces habría que tomar precauciones. Obvio, tampoco se quería una “mentada de madre” como respuesta al grito patrio que el cordobés  lanzó desde sus entrañas.

No hubo nada de eso y fue un buena noche libre para el gobernante estatal, a tal grado  que el brindis se prolongó hasta ayer mismo como se pudo comprobar en los eventos públicos donde fue entrevistado aun bajo los influjos de las bebidas espirituosas. El audio captado en una entrevista lo confirma: frases incoherentes, lagunas de memoria, lengua trabada y dificultad para hilar las ideas (

https://m.soundcloud.com/um97tensg33s/entrevista-javier-duarte-160914). Definitivamente fue una buena noche libre. Se le hizo realidad la frase del “aquí no pasa nada”.

 

En Córdoba, el panista Tomás Ríos Bernal gritó sin los molestos maestros disidentes a los que mandó a echar del parque 21 de Mayo. ¿Lo relevante de la ceremonia?. No mucho, terminó como siempre en un baile de pueblo con un grupo de música chuchanquera. La Ciudad de los Treinta Caballeros debería ser tratada con más consideración, ofrecer a los cordobeses  un buen espectáculo cultural, ocupar bien esos  más de 2 millones de pesos que se gastaron porque no le sacaron provecho, el zócalo cordobés fue algo así como una kermes pueblerina.

 

Vaya, hasta el inefable Francisco Portilla Bonilla hizo algo bueno en ese lugar con un espectáculo de luces sobre la fachada del palacio municipal pero a Ríos Bernal nada más le faltó convocar a la coronación de la Flor más bella del Ejido y a la premiación del  Charro más bigotón de la comarca. Córdoba ni los cordobeses se merecen tal maltrato, los funcionarios son escasos de miras, especialmente en el aspecto cultural.

 

En cuanto a mensajes políticos tampoco hubo mucho que pueda rescatarse, solo lo previsible. El secretario del Trabajo y eterno aspirante a un cargo de elección popular en este terruño – en estos momentos a la diputación federal que se renovará en el 2015-, Marco Antonio Aguilar Yunes fue el representante de su compadre, el gobernador Javier Duarte de Ochoa. Su presencia en el balcón principal no fue una bomba política  porque pese a la cercanía con el mandatario estatal la versión es que no será el elegido, una vez más se quedará vestido y alborotado, porque la nominación recaería en una dama adinerada.

 

Hubo otros futuristas que también estuvieron en palacio municipal, por ejemplo  el diputado federal,  Juan Bueno Torio, eterno aspirante a la gubernatura por parte de Acción Nacional pero que al igual que al priísta Marco Antonio Aguilar Yunes, de nueva cuenta lo dejarán sentado en la loma para el 2016.. También estuvo el diputado local y exalcalde, Hugo Fernández Bernal, mencionado para la diputación federal por el blanquiazul.

 

Por cierto, la pregunta obligada en el desfile de ayer martes es ¿por qué poner a marchar a los policías de la Secretaría de Seguridad Pública en lugar de mandarlos a combatir a los delincuentes?. Son de esas cosas que no tienen explicación. En tanto,  es Orizaba finalmente no se cumplió la amenaza de Fidel Kuri Grajales…digo….del ese supuesto  grupo Antrax que en las redes sociales  amagó con atentados para estropearle el grito al alcalde Juan Manuel Diez Francos. No pasó de un intento de aterrorizar a los orizabeños tras la rebatinga por el comité directivo municipal del PRI.

 

No hubo en general mayores incidentes en la entidad, salvo la suspensión de desfiles en algunos municipios a causa de las lluvias y la trifulca en el realizado en Coatzacoalcos, al sur del estado, donde familiares de personas desaparecidas intentaron manifestarse durante el desfile y fueron reprimidos por la policía estatal y atacados a golpes por empleados del alcalde priísta Joaquín Caballero. Allá como en todos lados,  la policía estatal es buena para apalear manifestantes que buscan a sus seres queridos pero no para atrapar a quienes los secuestraron.

 

FUERZA BERMUDIANA

 Mucho se ha escrito sobre la famosa policía de élite del gobierno estatal llamada “Fuerza Civil” que iniciará funciones en breve.  Algunos la han nombrado la “gendarmería local” y otros la “súper-policía” aunque no es nada nuevo sino una réplica de la corporación que implementó el gobierno de Nuevo León desde hace tres años. Ni siquiera el nombre es genuido porque allá en el norte también la llaman “Fuerza Civil”. La apología oficial dice que son “ciudadanos de buena reputación” que se distinguen por ser “valientes, inteligentes y los mejor preparados”.

 

Aun más, sus características adicionales son “la capacidad de entrega, compañerismo, lealtad, trabajo en equipo, responsabilidad y patriotismo”. Acá en Veracruz, la Fuerza Bermudiana –por eso de que el que los comanda es el defeño e ineficiente Arturo Bermúdez Zurita- también la pintan como un grupo de superhéroes que saben manejar hasta drones y tanques de guerra y tienen armamento para derrivar un avión piloteado por maleantes. No es más que adorno.  

 

En Nuevo León lo único cierto de aquella policía es que sus integrantes tiene un salario más decoroso que la mayoría de los policías en el país,  entre 15 mil y 20 mil pesos además de seguridad social, vacaciones y una prima de seguro de vida por un millón de pesos, pero en cuanto a resultados, las cifras son cuestionables. Se habla de un mínima reversión en el índice criminal después de 24 meses – o sea que en Veracruz se deben esperar resultados hasta el 2016- aunque organizaciones civiles señalan que eso es  leyenda urbana pues en Nuevo León las condiciones de violencia e inseguridad siguen igual.

 

Las noticias sobre la violencia si han disminuido pero debido a que el gobierno de Rodrigo Medina de la Cruz ha gastado millones de pesos para que los medios informativos no difundan información de los hechos violentos, igual que como se intenta hacer en Veracruz. En contraparte, a tres años de la Fuerza Civil de Nuevo León hay escándalos por la infiltración por parte del crimen en esa corporación y por los casos de  policías que cometen abusos contra la ciudadanía,  se ven involucrados en robos, violaciones sexuales y hasta se los ha sorprendido perpetrando  secuestros.

 

Ninguna corporación policiaca es perfecta, obviamente, pero a la de Nuevo León la vendieron como la panacea para solucionar la crisis de seguridad en esa entidad sin tener resultados espectaculares como lo prometieron. En Veracruz la promocional igual con el fin de impedir que ingrese la Gendarmería Nacional porque eso confirmaría el fracaso de las autoridades locales en la política de seguridad pública y les quitaría el control de todas las corporaciones federales y estatales que se coordinan. El problema local es que esa corporación por más preparada y equipada que sea, tiene un defecto muy grande  que la hace dudosa aún antes de operar: su comandante en jefe Arturo Bermúdez Zurita.

 

Todo bajo su responsabilidad de este funcionario termina en desastre: los mandos únicos inservibles, los fracasados blindajes en las ciudades, las generaciones perdidas que salieron de la Academia Estatal de Policía, los operativos a golpe de macana para desalojar maestros o apalear jubilados, la detención de  personas que luego pasan a engrosar las listas de “desaparecidos” o que  acaban en homicidios escandalosos como en el caso del cantante jalapeño Gilbrán Martiz. El señor Bermúdez es como el Rey Midas al revés, todo lo que toca lo echa a perder. No es de fiar y por ende, el ciudadano no debe poner mucha esperanza en la famosa Fuerza Bermudiana. Al contrario, si ve a uno de esos policías cerca hay que tomar distancia.

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