
Gustavo Jacome se va pero quiere dejar a su hija en el puesto
Redacción
EL BUEN TONO
En Carrillo Puerto, Veracruz, la política parece haberse convertido en un negocio de familia. Gustavo Jácome Calderón, presidente municipal saliente, busca perpetuar su control sobre el ayuntamiento mediante un acto descarado de nepotismo: impulsar a su hija, Teresa Itzel Jácome Mora, como candidata a su sucesión. Lo que se pinta como una transición democrática no es más que un plan maquillado para mantener el poder bajo el mismo apellido, reduciendo la administración pública a una finca privada.
Teresa Itzel, hasta ahora al frente del DIF Municipal, carece de trayectoria reconocida o logros tangibles. Su único mérito es ser hija del alcalde, un detalle que, al parecer, basta para justificar su ascenso en una campaña orquestada desde las estructuras del propio gobierno. No hay propuestas, ni visión renovadora; solo un juego de tronos familiar donde el poder no se gana con legitimidad, sino que se reparte como herencia. Mientras la ciudadanía enfrenta inseguridad, calles destruidas, ríos contaminados y abandono institucional, los Jácome priorizan su ambición: extender su ciclo de privilegios.
Este intento de imposición no solo refleja una ética política corrupta, sino también un desprecio hacia la democracia. El uso de recursos públicos, redes clientelares y aparatos administrativos para consolidar una dinastía local evidencia que, para esta élite, el municipio no es un espacio de servicio, sino un botín. La familia Jácome, radicada en Cuitláhuac, opera con impunidad: explota recursos naturales sin estudios de impacto ambiental, ignora crisis sociales y acumula poder mientras Carrillo Puerto se degrada.
El caso es emblemático de una cultura política enferma, donde las instituciones se secuestran para beneficio personal. La pretensión de “heredar” el cargo no solo es inmoral, sino un insulto a una población cansada de promesas incumplidas y gobiernos sordos. La pregunta es inevitable: ¿hasta cuándo se permitirá que familias como los Jácome traten lo público como privado?
Carrillo Puerto merece más que un relevo entre parientes. Exige líderes comprometidos con solucionar ejecuciones, contaminación y pobreza, no con enriquecer su apellido. La ciudadanía debe rechazar este circo nepotista y recordar que el poder no es un derecho hereditario, sino un mandato temporal para servir. De lo contrario, el mensaje será claro: en México, la política sigue siendo un feudo, no un espacio de justicia.
