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Música moribunda

Superiberia

 

Una fulana colgada de unas cuerdas mientras canta, otros cuates vestidos dizque de robots “tocando” música electrónica, una rola que de tan simplona ha sido del gusto mundial, un ex beatle (Ringo) que canta horrible y que para tocar batería requirió de un baterista auxiliar (y que en su época fue integrado al grupo porque era muy simpático), otro ex beatle que si apuradamente toca el bajo, mucho menos un piano cuya mayor virtud era lo novedoso de su decorado, una güerita simpaticona dándole con sentimiento a un pedacito de piano porque no tiene la formación musical necesaria para usar todas sus teclas, cantantes que se tienen que vestir casi hasta de payasos para estar en el negocio del entretenimiento, más que en el de la música… eso, y no otra cosa, significan para mí la entrega de los Grammy. 

Los únicos músicos talentosos, con dominio de su instrumento, capaces de explotarlo al máximo, entre los premiados, probablemente sean los del Jazz, los del buen Rock y la Música Latina. Y es que estos premiecillos sólo se refieren al negocio, al gran negocio, de la música grabada y de alguna manera popular. Mucha de la música, por así llamarle, recién premiada, sólo sirve para escucharse bien, por su calidad de grabación y enfatización de bajos y agudos, en los potentes estéreos de los coches o en los antros de moda.

Y entonces, ¿dónde se encuentra la verdadera música, ese arte que nos llega a lo más hondo del sentimiento, que nos hace reflexionar, que enaltece al ser humano, que revoluciona el intelecto, que sirve para mucho más que de simple acompañamiento al quehacer diario? No tengo la menor duda de que en las manos y en la boca de quienes se han preparado profesionalmente para hacer con su instrumento algo mágico. 

En Córdoba tenemos ejemplos de artistas que superan, artísticamente hablando, a esta bola de mamarrachos que con cada presentación van enterrando el sentimiento, haciendo de lo musical un simple espectáculo visual (el homo videns de Giovanni Sartori), donde la masa es autómata ante espectáculos que tienen muy poco de musical y mucho de espectacular. Sartori advierte en su texto sobre el empobrecimiento del entendimiento y la pérdida de la capacidad de abstracción. 

Decía de Córdoba y sus músicos. No tengo la menor duda que la capacidad creativa y creadora de Edgar Dorantes, es, con mucho, superior a lo que puedan hacer los Daft Punk o como se escriba; el ensamble Jazz en Córdoba tiene un entusiasmo creativo impresionante, y lo puedes disfrutar hasta gratis, en diversos puntos de la ciudad donde se han presentado, cuando los “grammypremiados” no tocan de a “grapas” ni de casualidad, y seguramente han olvidado el placer de tocar, si alguna vez lo tuvieron, por amor al arte. 

Conozco jóvenes que seguramente tienen más sentido musical y estudios formales para comprender mejor el arte de la música, y dominar cada día más su instrumento, que los dos ex beatles sobrevivientes. Y muchos ejemplos más, sólo en esta región. Y que me perdonen Edgar y los Calata por tan terrible comparación, pero es decepcionante saber de personas que se dicen preparadas, felices de la vida porque los dichosos Daft recibieron “un merecido premio”.

No dejemos que nos vendan cuentas de vidrio a cambio de oro, agucemos el oído, seamos exigentes en cuanto a nuestros gustos musicales, recordemos que la música, antes que nada, es una de las bellas artes. De seguir así la industria musical, la del espectáculo musical, se irá comiendo poco a poco a la buena música, la irá matando nota a nota, hasta que sólo puedas encontrar a un músico inspirado tocando en la sala de su casa porque no hay quien lo contrate por un precio decente para que pueda vivir de su arte. Tener un buen asiento en el Palacio de Bellas Artes para disfrutar de una magnífica ópera (La Flauta Mágica de Mozart) el 16 de febrero cuesta 300 pesos por persona (no se la pierdan, pueden comprar sus boletos en la Farmacia del Ahorro de la avenida uno en el centro), y estamos hablando de una orquesta completa de 80 músicos, un coro de 40 cantantes, bailarines, solistas de primer nivel con años de formación musical todos. Tener un buen asiento en el WTC de Veracruz para ver un espectáculo de luces y glamour, pero musicalmente pobre, no baja de mil pesos. Haga usted sus conjeturas.

En todos los géneros musicales hay artistas de gran calidad interpretativa; yo me refiero obviamente a mis géneros favoritos que son el Jazz y la llamada música clásica, que es la música que más conozco y disfruto. La intención de este artículo es invitarlo a usted que me lee, a ser más exigente con lo que escucha, y no permitir que la industria del espectáculo con su poderosa arma que es la televisión, termine por convertirnos a todos en autómatas, matando así, poco a poco, a los buenos músicos.

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