Por: Andrés Timoteo / columnista
Son mayoría en la población –el 51.4 por ciento- y también lo son en las listas electorales del país. Son jefas de familia en solitario –porque la pareja masculina está ausente- en cuatro de cada 10 hogares. En promedio, ellas dedican 22 horas semanales al hogar frente a las ocho horas que lo hacen los varones, además de que cuando viven con su pareja, siete de cada 10 de ellas sufren violencia doméstica, y en algunos casos ésta termina en asesinato.
En el ámbito profesional y político sigue segregada, pues sólo tres de cada 10 ocupan cargos directivos en las empresas y cuatro de cada 10 están en puestos de Gobierno –Presidentas municipales, Diputadas, Senadoras, Regidoras, Síndicas-. Es decir, la política y el mercado económico siguen dominados por los hombres, incluso en el aspecto salarial, pues de cada 100 pesos que gana un varón, la mujer cobra 75 pesos, un 25 por ciento menos.
“Mujer que sabe latín, ni encuentra marido ni tiene buen fin”, era el dicho que se coreaba –y se sigue haciendo- en muchos hogares de México para que las niñas entendieran que la preparación académica y cultural no es para mujeres. Ellas deben estar en la casa, prepararse para ser buenas esposas y madres de familia, y la que se atreve a estudiar no se casará ni tendrá un futuro “decente”.
En México la clase política es machista. No hay que olvidar aquella frase de las “lavadoras de dos patas” emitida en un discurso oficial del presidente Vicente Fox en el 2006, o eso de que “el viejerío debe estar en su casa”, del también panista Diego Fernández de Cevallos respecto a la participación electoral de las mujeres. Vaya, y la perla verbal más reciente del machismo político: “Yo no soy la señora de la casa” de Enrique Peña Nieto cuando le preguntaron sobre el costo de la canasta básica.
Así, el hoy presidente de la República avaló el misógino entendido de que los asuntos del hogar son cosa de mujeres. Más indicativa fue la frase que emitió el magnate Carlos Hank Rhon, expresidente municipal de Tijuana, Baja California e integrante del Grupo Atlacomulco, la familia política que actualmente domina el Gobierno mexicano, cuando señaló sin empacho: “mi animal preferido es la mujer”. Es decir, la mujer está al nivel de un gato, un perro o un caballo, de una mascota de acompañamiento.
Lo anterior contradice el contexto social, en el cual las mujeres siempre han tomado en sus hombros las cargas pesadas cuando hay puntos de quiebre. Ellas se hicieron ‘soldaderas’ –también les llamaron “adelitas”- en la Revolución Mexicana, cargando hijos y comida en las batallas y pariendo en los caminos, con tal de seguir al esposo revolucionario. Luego se hicieron responsables de los hogares cuando el marido se fue de migrante a Estados Unidos, y veían como los hijos varones también se iban apenas creciendo.
Ellas eran –y son- los motores de hogares monoparentales y de los llamados ‘pueblos fantasmas’ cuando todos los varones se van. Más tarde, ellas mismas se convirtieron en migrantes trasnacionales. Hoy son parte importante de los connacionales que viven en Estados Unidos y también son protagonistas directos de las deportaciones a causa de las medidas migratorias del nuevo Gobierno norteamericano.
Miles de ellas serán regresadas a México pero también otras miles esperan de este lado de la frontera a sus esposos, hermanos, hijos o padres, para entregarles cuentas de los hijos y las casas a sus cuidado, seguir caminando a su lado en el nuevo desafío que representa un retorno obligado al país donde no hay oportunidades.
Respecto a la violencia, el feminicidio sigue impune en México. No han funcionado las llamadas “alertas de Género” para que las autoridades pongan en acción protocolos de protección a la población femenina cuando se disparan las estadísticas de homicidios. Hay territorios emblemáticos que son tierra de muerte para las mujeres, primero fue Ciudad Juárez, Chihuahua y actualmente es el Estado de México, donde son asesinadas casi tres mujeres diariamente.
Sin embargo, la situación no es privativa de esas regiones pese a la estadística mortífera sino que la violencia de género es en todo el país. A pesar que en Veracruz está decretada la ‘alerta de género’ desde noviembre del 2016 para 11 municipios, dos de ellos son Córdoba y Orizaba, en la zona Centro – los demás son Boca del Río, Coatzacoalcos, Las Choapas, Martínez de la Torre, Minatitlán, Poza Rica de Hidalgo, Tuxpan, Veracruz y Xalapa- las cifras siguen imparables.
En la entidad, una mujer es asesinada cada dos días. En el 2016 fueron asesinadas 190 mujeres y en 142 de esos casos, se tipificó el feminicidio, es decir un crimen por odio de género. Los municipios que aglutinan los casos son Papantla, Veracruz, Xalapa, Orizaba, Tihuatlán, Poza Rica, Medellín de Bravo, Coatzacoalcos, Minatitlán y Atzacan, es decir, cuatro demarcaciones municipales más a las que están en el listado de la ‘alerta de género’.
La violencia del crimen organizado también cobra su cuota pues la tercera parte de las personas ejecutadas son mujeres. Las cifras son, claro, ondulantes y nebulosas pero basta un ejemplo reciente para ponderar que la estadística va cambiando para peor: nueve de los 11 cadáveres que la semana pasada fueron arrojados en calles de Boca del Río, eran de mujeres. Todos con huellas de tortura extrema.
Por si fuera poco, el año pasado 355 mujeres y niñas fueron víctimas de desaparición forzada, a razón de casi una diaria. Y así se podrían llenar páginas y páginas sobre las estadísticas que salen a relucir cada vez que llega el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, aunque, pese a lo obvio, no son datos para adornar el discurso de la fecha sino un recordatorio de que la sociedad mexicana, y la veracruzana, tienen un pendiente en esa materia: detener la violencia de género y la discriminación sistémica de la mujer.
SI HAY QUINTO MALO
Hay curiosidades que provocan la sospecha en el tema electoral. Una de las más evidentes son las impugnaciones por la designación de candidatos a las presidencias veracruzanas por el Movimiento Regeneración Nacional (Morena), pues la mayoría de los inconformes –que no todos, se aclara- son priistas disfrazados, o peor aún, fidelistas incrustados en el partido del tabasqueño Andrés Manuel López Obrador. Pero hay un caso que rebasa toda decencia política y es una muestra del “chapulinismo” y la chapucería política. Se trata del cordobés Celso Noval Plaja, quien fue uno de los que impugnaron en los tribunales la asignación de la candidatura en La Ciudad de los Treinta Caballeros alegando que se dañaron sus derechos políticos. Sin embargo, su intención de ser candidato de Morena es un despropósito ya que él fue uno de los principales detractores de ese partido y del mismo Andrés Manuel López Obrador.
Apenas el año pasado, Noval Plaja acusaba a López Obrador y a Cuitláhuac García, el candidato a la Gubernatura, de ser vividores del presupuesto público, y a Morena de ser una amenaza para el país, además de estar financiada por los sionistas –la comunidad judía- y de ser agresores de la fe católica.
En un programa que se difundió en la web, llamado Ágora, y que era conducido por el propio Noval, éste lanzó lo siguiente: “Es el peligro con Morena… ya apareció el peine, siempre hemos preguntado quién mantiene a López Obrador y ahora si les puedo decir con seguridad: la judeo-masonería… Este es el peine que ya enseñó el cobre, hay que darlo a conocer, no se dejen engañar por Morena y El Peje (sic) que (sic) es un lobo con piel de oveja… reciben la lana para candidato a Gobernador por Veracruz, también ya lo investigué quién le da la lana a Cuitláhuac García…cuídense de Morena”.
Para Noval, antes Morena era lo peor, y ahora se desvive porque lo postule a la Presidencia Municipal de Córdoba. Así es la naturaleza de este empresario quien hace tiempo fue dirigente municipal del PRI, luego saltó al PRD, más tarde a Convergencia por la Democracia –hoy Movimiento Ciudadano-, luego al PAN y hoy a Morena. Ya son cinco partidos en los que ha andado y se puede afirmar, sin temor a equivocarse, que en su caso si hay quinto malo… no el partido sino el saltimbanqui, o sea él mismo.
Por lo mientras, habrá que ver lo que dicen los dirigentes morenistas, comenzando por López Obrador, del programa Ágora en el que hace apenas unos meses, Noval Plaja despotricaba contra el instituto político por el que ahora quiere ser candidato. Este video, por supuesto, ya fue entregado a las esferas de Morena.
LA MONA DE SEDA
Ya que estamos con refranes populares, ese que reza que “aunque la mona se vista de seda, mona se queda”, se aplica al dedillo al caso de las apoteósicas segundas nupcias del diputado federal y manejador de la franquicia de los Tiburones Rojos, Fidel Kuri Grajales, realizada el fin de semana pasado en la Ciudad de México. El orizabeño, como ya se dijo, logró convencer al Vaticano para anular su primer matrimonio y así casarse por segunda vez con una modelo 25 años más joven que él.
Kuri no reparó en gastos. La boda se realizó en el convento de las Vizcaínas, donde se casan los ricos y famosos del país, tanto miembros de la alta clase política como de la farándula. Todo era de terciopelo, tacón alto, canutillo y corbata de moño. Empero, la mona siempre es un primate aunque esté ataviada con la más fina seda, por lo que la fiesta terminó en pleito de cantina.
Según las crónicas de los testigos, el banquete fue escenario de una riña entre Alberto Silva Ramos, excoordinador de Comunicación Social en el gobierno de Javier Duarte, y Othón González, un exoperador del innombrable que se volvió propietario de empresas periodísticas en los 12 años de la fidelidad –en Orizaba tenía un canal de televisión por cable-y se convirtió en millonario con el dinero de los contratos hechos con el Gobierno Estatal.
Pues bien, ambos tipos ya borrachos se enfrascaron en reclamos y golpes por adeudos pendientes en el último sexenio. Uno de ellos, Othón González, terminó en una sala de atención médica porque le quebraron un vaso en la cabeza. Así, la boda de ensueño que pretendía Kuri Grajales se vio opacada por los impresentables de la aldea que tuvo como invitados.
¿Fue un escándalo de nuevos ricos? Más bien fue lo obvio, porque el dinero no es garantía de clase. De poco sirve el brillo comprado con el dinero cuando los asistentes no tienen modales básicos de urbanismo ni vergüenza. Si la boda la hubieran hecho en una colonia popular o en el palacio de Versalles, hubiera terminado igual porque los invitados son de baja estofa –y se repite, no se habla de dinero-.