
De la Redacción
El Buen Tono
Región.- Morena no está siendo atacada por la oposición. Está siendo desangrada por dentro, traicionada por quienes usaron el discurso de la transformación como tapadera de negocios, como plataforma de ambiciones personales, como boleto de entrada al mismo poder que juraron combatir.
En Veracruz, la caída moral del partido es brutal. Lo que en 2018 fue un movimiento popular legítimo, hoy es una estructura contaminada por el nepotismo, la venta de candidaturas y el reciclaje de lo peor del viejo régimen. No es la derecha quien está destruyendo a Morena: es Morena quien se está sepultando sola.
Esteban Ramírez Zepeta, dirigente estatal, representa esa podredumbre. En lugar de garantizar democracia interna, encabezó uno de los fraudes políticos más grotescos de la historia reciente. Las candidaturas municipales se vendieron al mejor postor –entre 3 y 5 millones de pesos por cabeza– y las “encuestas” fueron un teatro mal armado para justificar dedazos pactados.
Sobre Zepeta pesan investigaciones abiertas por la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) y la Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada (SEIDO), lo cual incrementa el escándalo y refuerza las sospechas sobre sus manejos al frente del partido; incluso la gobernadora Nahle lo acusó de vender las candidaturas.
En Sayula de Alemán, impusieron a la tía de la alcaldesa. En Tlalnelhuayocan, a la cuñada de la presidenta. En Amatlán, la candidata ni siquiera es del municipio.
En Córdoba, el escándalo tiene nombre y apellido: Manuel Alonso Cerezo, un total desconocido para la ciudadanía, sin trayectoria, sin bases, sin respaldo real de la militancia y con señalamientos por vínculos con el crimen organizado y lavado de dinero. Fue impuesto desde la cúpula, por acuerdos entre operadores que sólo buscan blindarse desde el poder.
En Orizaba, Igor Rojí, un ex priista reciclado, fue presentado como la opción morenista. El mismo que hasta hace unos meses presumía sus vínculos con el PRI, hoy se cuelga del discurso del “pueblo” para mantenerse vigente.
En Río Blanco, el alcalde Ricardo Pérez designó a su esposa, Fabiola Tinoco, como síndica, y a su sobrina como suplente, en un caso de nepotismo que contradice las promesas de Morena.
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