Armando Fuentes Aguirre
Columnista
¿Cuánto medirá el diminuto insecto que en este momento pasea por la pantalla de mi computadora? Mide, supongo, una décima de milímetro o menos. Si lo veo es porque se destaca en la luminosidad de la superficie donde escribo. Por ahí pasea con agilidad entre verbos, adverbios, sustantivos, adjetivos, interjecciones, pronombres y preposiciones.
La mínima criatura me distrae de la tarea igual que si fuera un elefante. La dejo, sin embargo, que vaya y venga a su placer. No sé qué busca. Quizá quiere encontrar algún sentido en lo que he escrito. Tan pequeñita que es, y ha conseguido hacer que suspenda mi trabajo.
Lo que sucede es que ese insecto micrométrico es la vida, y ante la vida debe uno detenerse. Ni el más sabio de los sabios ni el más robótico de los robóticos podría crear un ser igual. Apenas se le puede ver, pero tiene la majestad del universo. Igual podría andar por mi pantalla una galaxia.
Anda y desanda por donde te dé la gana, criaturita. No escribiré una letra más, pues eso quizá te asustaría. Esperaré recargado en mi sillón a que te vayas a cumplir tu misión, y luego seguiré cumpliendo yo la mía.
¡Hasta mañana!…