Agencias
México.- La reciente aprobación de la reforma que transfiere el control de la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) marca un preocupante retroceso en el carácter civil de la seguridad en México. Esta decisión, impulsada por la mayoría oficialista, otorga fuero militar a los integrantes de la Guardia Nacional, consolidando la militarización del país y debilitando, de manera alarmante, el estado de derecho.
El presidente Andrés Manuel López Obrador, quien llegó al poder con promesas de pacificar al país, ha fracasado rotundamente en esa misión. A pesar de sus promesas de campaña, las cifras de violencia y muertes superan ya a las registradas durante los sexenios de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto. En lugar de cumplir su promesa de regresar a los militares a los cuarteles y crear una Guardia Nacional bajo un mando civil, ha entregado al ejército una tarea que, históricamente, ha generado más violencia que paz.
Es inevitable recordar cómo, antes de llegar al poder, el actual gobierno criticaba abiertamente la militarización de la seguridad pública. “No a la militarización”, decían. Hoy, aplauden sin reservas una medida que coloca aún más poder en manos de las fuerzas armadas, ignorando el sufrimiento de miles de familias mexicanas que han perdido a sus seres queridos en esta guerra interminable.
La supuesta “protección nacional” que pregona la administración es, en realidad, una excusa para perpetuar el control del país mediante el uso de la fuerza.
El giro es irónico para figuras como Claudia Sheinbaum, cuyo legado está marcado por el activismo de su madre, Annie Pardo, una víctima del movimiento estudiantil de 1968 contra la represión militar. Hoy, Sheinbaum defiende la militarización que tanto dolor causó en ese entonces, en un evidente intento por agradar al presidente.
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