Por: Andrés Timoteo / columnista
MILAGROSOS Y TRAIDORES
Lunes de nuevo horario invernal y de Judas milagrosos -y también de Judas traidores-. Los creyentes festejan hoy a San Judas Tadeo, el apóstol y primo del profeta Jesús de Nazaret, que fue decapitado hace dos mil años en Roma hasta donde se trasladó para diseminar el mensaje de su maestro junto con Pedro, también martirizado en la capital del viejo imperio.
En México está muy arraigado el culto a este santo al que le atribuyen la intercesión en favor de las causas difíciles y vaya que los mexicanos -y los veracruzanos- necesitan de su ayuda urgente. Sobre todo porque la esperanza nacida hace quince meses, las elecciones de julio pasado, y que se avivó en las vísperas de diciembre cuando iniciaría la “Cuarta Transformación”, simplemente se esfumó en muchos.
Dentro de poco más de un mes se cumplirá el primer año de iniciados los gobiernos Federal y Estatal, y la cosa pública sigue igual y en algunos aspectos hasta ha empeorado. Algo curioso es que el año pasado, en pleno furor del triunfo de la “izquierda” y la proximidad de la transición gubernamental, no faltó quien comparaba al tabasqueño Andrés Manuel López Obrador con el mismo Judas Tadeo porque haría lo imposible para México y miren los resultados.
El milagro no ha sido hecho y ya hasta circula un libro del escritor Francisco Martín Moreno llamado “Ladrón de esperanzas” dedicado, obviamente, al incumplimiento de López Obrador. En la obra, que muchos han atacado ferozmente, no es que se juzguen a priori los cambios en el país que por ser de tal magnitud es imposible que sean rápidos y fáciles sino las contradicciones tempranas que ha arrojado el lopezobradorismo que han ido decepcionado a los votantes, robándoles la esperanza.
Desde sus promesas de extinguir la corrupción y asegurar que su gabinete, los gobernadores y los legisladores surgidos de Morena no serían iguales que los de la “mafia del poder” hasta el vaivén discursivo que ataca a postulados medulares como la postura oficial sobre los migrantes extranjeros a los que ha perseguido como si fueran delincuentes para complacer al norteamericano Donald Trump.
Ya no se diga el bochornoso capítulo del sometimiento del Estado al crimen organizado que se produjo en Culiacán, Sinaloa hace diez días cuando capturaron y liberaron a Ovidio Guzmán López, hijo del capo del Cartel de Sinaloa, Joaquín “El Chapo” Guzmán. Este suceso no está incluido en el libro de Moreno, pero será obligatorio en otros textos de evaluación política que seguramente vendrán luego de que se cumpla el primer año del gobierno lopezobradorista.
Algunos estudiosos han llegado a comparar el affaire Culiacán como la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa en el 2014, durante el sexenio pasado. Ambos hechos son de tal magnitud política, estratégica y social que marcan para siempre los regímenes. Así como Enrique Peña Nieto nunca se sacudirá el estigma de la desaparición forzada de los estudiantes guerrerenses, López Obrador no lo hará con el sometimiento de las fuerzas del orden ante los carteles del narcotráfico.
Lo anterior salvo que cambié de estrategia. Hay tiempo para corregir, es cierto, pero no muchas opciones. Para tratar de reparar el daño provocado al Ejército, a la magnificada Guardia Nacional y al Estado mismo en Sinaloa, se deberá recapturar y extraditar a Ovidio Guzmán en la mayor brevedad. No hay otra salida pues López Obrador se encuentra en la misma situación de Peña Nieto cuando “El Chapo” se escapó del penal de alta seguridad de Almoloya o El Altiplano en julio del 2015.
De no hacerlo, será su “Ayotzinapa” para siempre. También debe modificar la estrategia de seguridad pública y combate al crimen organizado porque el sermón de “abrazos, no balazos” y las ocurrencias de decir “fuchi” y “guacala” a los criminales están hartando al país. Los dicharachos no detienen las balas ni asesinatos ni secuestros y el mejor ejemplo de que los criminales se carcajean del presidente se dio en Culiacán.
La ruta fue abierta y ahora cualquier acción militar o policíaca para detener a un capo tendrá una respuesta similar, los cárteles movilizarán a sus sicarios para sitiar ciudades y amagar con una masacre. En Culiacán, se le dio un patente de corso a los delincuentes y, hablando en términos religiosos como le gusta al presidente, también López Obrador mutó la transfiguración de Judas Tadeo, el milagroso, al de Judas Iscariote, el traidor.
EL CREDO DE LA CUARTA
Por cierto, el fin de semana en Sonora, López Obrador se comparó con Jesucristo y a su Gobierno con el cristianismo primigenio. Alerta, peligro: Pinochet, Videla, Franco, Mussolini, Trujillo, Somoza y Stroessner también se pregonaban como los encargados de realizar la obra de Dios. Los desocupados no perdonan y ya circula en las redes sociales el “Credo de la Cuarta Transformación”, oración política que deben recitar con devoción los feligreses de la Iglesia Pejista de los Santos de los Últimos Días.
“Creo en un solo Peje todopoderoso, / hijo único del PRI /nacido del Padre en el siglo pasado, /por quien toda la Mafia del Poder fue hecha./ Que por nosotros,/ y por nuestra salvación,/ se postuló tres veces/ y ganó a la tercera,/ desde el vientre de Morena /según el INE./ Y llegó a Palacio Nacional,/y está sentado a la derecha de El Chapo;/y desde ahí vendrá con gloria/ a juzgar a chairos y fifís,/y su reino con la revocación de mandato no tendrá fin”. Amen y risas.