“Si hubiera sabido que iba a vivir esto, no vengo para acá”, dice a Efe el guatemalteco Norberto Marcos mientras pide unas gotas para sus ojos, rojos de no poder dormir en los últimos tres días al tener que permanecer de pie en la repleta celda en la que le metieron agentes migratorios de Estados Unidos.
Marcos, de 38 años, está en el refugio “Helping with all my heart” de Phoenix (Arizona), a donde las autoridades le llevaron al no poder mantenerlo detenido por la llegada de otro gran contingente de centroamericanos que cruzaron la frontera.