Las migraciones japonesas son, quizá, de las más antiguas en México. Su presencia puede documentarse, aunque fragmentariamente, desde hace cuatro siglos. Con interrupciones, altibajos y crisis, lograron echar raíces y adaptarse a nuestro país. Su presencia, sólida y amplia, se nutre, hoy día, en dos grandes vetas: una, la de la memoria y el legado que los nikkei (descendientes de japoneses) mexicanos conservan. La otra, consecuencia de la globalidad, hace a la cultura japonesa, objeto de deseo en este y en muchos otros países.