Para nuestro amigo David, de todo corazón
¿Quién le podrá explicar a nuestro amigo David Páramo que la tragedia que acaba de vivir es simplemente un mala jugada del destino?, ¿quién podrá saber cuál es la magnitud de la pérdida sufrida?, ¿qué diablos puede importar, lo sabemos por experiencia propia, la explicación que puedan dar las autoridades? Lo cierto, el dato duro, la verdad, es que importan poco las explicaciones, las razones, las coartadas que se pueden construir en torno a una tragedia. Lo cierto es que el Estado debe garantizar la seguridad de los ciudadanos y sobre todo de sus niños y jóvenes, y desgraciadamente no lo hace. Que en Chihuahua se habla mucho de avances, mandos únicos, de copiar la experiencia colombiana y la verdad es que sigue siendo, buena parte del estado, territorio de nadie. Pero festejos no faltan.
Hace algunos años, cuando nos tocó cubrir la tragedia de Villas de Salvárcar con mi compañera Bibiana Belsasso para Todo Personal en Proyecto 40, recibimos una tras otra las explicaciones oficiales. Que había sido una confusión, que no, que se trataba de un ajuste de cuentas, que uno de los jóvenes asesinados sí tenía algo que ver con la delincuencia o las pandillas, que simplemente se trataba de una casualidad o una venganza excesiva por haber perdido un juego de futbol. ¿Qué importa? Lo trascendente en todo esto es que siguen siendo miles los jóvenes que pierden la vida en forma cotidiana, sin sentido, en una vorágine de violencia que ha iniciado hace diez años y que no cesa.
La administración de Peña Nieto, y lo ha vuelto a reiterar el Presidente durante la visita de Barack Obama, tiene como objetivo estratégico, en el terreno de la seguridad, reducir la violencia cotidiana. ¿Quién podría estar en contra de ese fin? El problema es que para ello se deben tomar medidas muy concretas que en muchas ocasiones no se terminan de percibir por la gente. Hay que explicar más y mejor. Hay que presentar con mayor claridad lo que se pretende hacer. Se han tomado medidas irreprochables: una mayor coordinación, el establecimiento de canales de operación más claros, una explícita búsqueda de una mejor utilización de los recursos de inteligencia. Todo eso es importante: pero la gente necesita comenzar a ver resultados concretos y una propuesta más clara sobre lo que se está realizando.
Se ha tomado el ejemplo de Colombia como paradigmático y está muy bien hacerlo. Se contrató al general Óscar Naranjo como asesor en estos temas y aunque el tema ha generado controversia en algunos sectores, en realidad se trata de un hombre serio y valioso que puede aportar muchas cosas. Pero en Colombia uno de los méritos de la estrategia que implementó el gobierno de Álvaro Uribe fue que tenía objetivos y métodos de operación muy claros. Se podrá argumentar que en este sentido el primer año de esa administración colombiana, en términos de seguridad, no tuvo buenos resultados pero que éstos se comenzaron a manifestar con claridad a partir del segundo año. Pero creo que hay una diferencia fundamental que terminará resultando en una suerte de handicap para esta administración, misma que fue notable en la anterior: no se termina de tomar conciencia de que acabar con la violencia y la inseguridad requiere de un verdadero esfuerzo nacional, de un acuerdo que vaya mucho más allá de los registrados, por ejemplo, en el Pacto por México, porque no puede ser coyuntural, legislativo, porque se trata de un esfuerzo que debe ser acompañado por los partidos pero también por la sociedad y que no puede dar resultados simplemente pensando que relajando ciertas medidas o manejando mejor los medios (un capítulo que es imprescindible pero evidentemente no suficiente) se podrán obtener mejores resultados.
La administración de Peña quiere obtener resultados diferentes utilizando métodos también diferentes a los implementados por el gobierno de Calderón. Puede hacerlo, pero deberá tener claridad de que las estrategias en estos temas no se inventan, no se descubre en el ámbito de la seguridad el hilo negro. Lo que debe cambiar, y el actual gobierno está haciendo un esfuerzo serio en ese sentido, son las políticas, las formas de implementar esas estrategias. Y en eso está el nuevo gobierno. Lo que sucede es que para ello se debe lograr lo que no obtuvo nunca la administración de Calderón: insistir y convencer a la sociedad de que no hay atajos, no hay rutas más cortas para alcanzar ese objetivo. Debe haber un esfuerzo nacional para que no sigan muriendo jóvenes en forma absurda, inútil. El dolor de sus padres, sus amigos, sus seres queridos, de los que han sufrido esa pérdida, nunca desaparecerá, pero por lo menos habrá servido para algo.