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MAESTRÍA

Superiberia

 Por: Andrés Timoteo /  columnista

Hoy se aprovecha este espacio para tratar un asunto personal, ofreciendo una disculpa a los lectores por eso y también por la ausencia de la columna en los últimos días. El motivo de que El Minutero no se publicó fue porque el autor estuvo preparando la defensa de la tesis de Maestría en Estudios Internacionales en la universidad La Sorbonne, en París, Francia, la cual tuvo lugar ayer miércoles.

El tema de dicha tesis fue “La prensa bajo dictadura, una memoria colectiva para los periodistas. El caso argentino entre 1976-1983”, el cual se trabajó buscando ofrecer elementos científicos para leer lo sucedido en la última dictadura militar en Argentina, período en el cual 172 trabajadores de prensa fueron víctimas de desaparición forzada y asesinato, los cuales también ofrecen la  posibilidad de usar esos elementos para comprender lo que sucede actualmente en México.

En Argentina hay, hasta el momento, la cifra más alta de periodistas muertos en todo el Continente americano -México lleva 126 periodistas muertos en diez años de “guerra contra el narcotráfico” y Colombia 152 reporteros asesinados en cuarenta años de conflicto guerrillero, paramilitarismo y la incidencia de los cárteles del narcotráfico- y allá se desarrollaron estrategias de terrorismo de Estado, silenciamiento de medios informativos, uniformidad de la opinión pública y del exterminio físico de quienes fueron considerados como enemigos del aparato gubernamental que se han repetido en otros países.

Lo anterior confirma que el pasado puede reeditarse si no se comprende, procesa y se establecen medidas para evitar su regreso. De los 172 periodistas argentinos que fueron víctimas de las Juntas Militares -los Gobiernos de facto en esos ocho años de dictadura- sólo se tiene la certeza de la muerte de 24 de ellos por la confesión hecha de sus verdugos o el hallazgo de los restos, mientras que 148 siguen en calidad de “desconocidos”. Ellos son los “no vivos-no muertos”, esa misma tragedia que hoy se tiene en México con miles de personas ausentes. El camino recorrido por Argentina tanto para buscar a sus desaparecidos, identificar sus restos -si se encuentran- y tratar de procesar su pasado traumático buscando cerrar el círculo del duelo colectivo, en el afán de una reconciliación y hasta del utópico “perdón” social, es una ruta que tarde o temprano se tendrá que seguir en México una vez que descienda la “ola” de violencia que desde hace doce años lo castiga con miles de muertos y desaparecidos, incluyendo a los de la comunidad reporteril.

En el caso especial de los periodistas, el planteamiento de la tesis es la pertinencia de construir una memoria colectiva para ellos mismos y quién debe hacerla: si los investigadores universitarios, los activistas de las ONGs, los funcionarios de Gobierno, los políticos o los propios informadores quienes, usando instrumentos de la historiografía, se aboquen a realizar  un periodismo que narre la memoria colectiva de la sociedad y a la vez, que narre la propia memoria de la comunidad
periodística.

Lo anterior no es sencillo, porque echar un vistazo hacia atrás desde el punto de vista científico siempre conducirá al conflicto y al debate, ya que es necesario desacralizar a las víctimas -en este caso a los periodistas y escudriñar su perfil siempre es un tabú que provoca escándalo y disputa-  y ‘desatanizar’ a los victimarios a los que siempre se les pinta como “demonios” -que lo son o lo fueron, pero hay que despojarlos de ese mito para ubicarlos en el contexto histórico-, hay que “nombrar lo innombrable” dice el académico colombiano Juan David Villa Gómez.

¿A los periodistas argentinos por qué los persiguieron para matarlos o desaparecerlos? ¿Por ser periodistas, por ser opositores (militantes políticos) o incluso por estar cerca del poder político  y convertirse en víctimas de las vendettas entre las elites militares?, y ¿En realidad todos los periodistas son portadores de la verdad y ejemplos de valores como la libertad de expresión y la democracia? Ese clivaje conflictual fue también parte de la tesis planteada, en el entendido que la memoria colectiva siempre es conflictiva y desata pasiones, pero aún con ello es necesario abordarla. Un mito es inamovible e impide siempre cerrar un capitulo pasado, por lo que hay que superarlos.

Empero, la idea de trabajar ese tema de la prensa argentina durante la última dictadura militar fue para tratar de aportar elementos que a largo plazo puedan servir para comprender y asumir el pasado en la sociedad mexicana golpeada y traumatizada por la violencia -la del Estado y la generada por poderes facticos, como el crimen organizado-. Es decir, tomar ejemplo de lo sucedido en Argentina para que México, y en especial su comunidad periodística, puedan procesar su propio pasado, entenderlo y asumirlo con la finalidad de sanar las heridas sociales.

Lo anterior no es fácil, pero como dice el filósofo e historiador Tzvetan Tódorov: “Para evitar la repetición del pasado no basta con recitarlo, sino que hay que someterlo al análisis y al debate”. Eso es lo que busco plantear en la tesis que fue ‘juzgada’ por la politóloga y filósofa Renée Fregosi y por la historiadora Juliette Dumont, quienes aprobaron el planteamiento de un servidor al considerarlo pertinente en el quehacer científico.

Claro, ambos jurados aprobaron otorgar el título de maestría a este redactor, no sin antes  ‘trapear’ con él todo el piso del salón, pues fueron severas en sus críticas y observaciones. No obstante, el ‘juicio’ de la tesis  fue toda una cátedra en el quehacer de plantear una lectura científica sobre lo que sucedió en el pasado y la rigurosidad con la que se debe tratar estos asuntos tan delicados y polémicos.

Aprovecho este espacio para agradecer la generosidad y el apoyo  de Paulina y José Abella, siempre solidarios para con un servidor en su estancia en el extranjero y el proyecto de estudios universitarios. También va mi gratitud para el director editorial Manuel Castillo y su esposa, la también periodista, Auricela Castro, por su soporte moral y amical.  Va el mismo agradecimiento para mi otra casa editorial, Notiver, en el Puerto de Veracruz y para su director, Don Alfonso Salces, así como para la maestra y periodista Lupita Mar, de la Facultad de Ciencias de la Comunicación (Facico) de la UV, quien siempre estuvo alentándome a seguir estudios de postgrado. A todos ellos mi gratitud y respeto por siempre

 

EL SISMO QUE VIENE

Pasando a temas más importantes, a casi diez días de ocurrido el sismo del 19 de septiembre que lleva un saldo de 340 fallecidos, continúa en auge el “Teletón sísmico”, muestra del oportunismo de la clase política que intenta aprovechar la tragedia para obtener ganancias electorales. Los partidos de siempre: PRI, PAN, PRD, PVEM, Panal,  Movimiento Ciudadano y hasta Morena están en una ‘puja’ para ver cuál es el que da más dinero de sus prerrogativas para “apoyar” a los cientos de damnificados.

Algunos de ellos han planteado eliminar de lleno el financiamiento público a los partidos políticos, pero eso es una trampa, porque hacerlo es abrir la puerta a que el dinero “privado” -no sólo de donantes legales o ‘decentes’ sino también de financiadores oscuros como el dinero desviado de arcas públicas o las aportaciones de los capos del narcotráfico- se haga cargo de las elecciones en México. Uno de los defensores de esta propuesta, el PRI, es un experto en el trasiego de dinero “bajo el agua” para asuntos electorales.

Es más, hay analistas que sostienen que el financiamiento público -el dinero que da el Gobierno a los partidos- del que goza el tricolor, sólo es la quinta parte de lo que se gasta el partido para mantenerse en el poder -en la Presidencia de la República, Gubernaturas, Senadurías, Diputaciones y Alcaldías- porque la mayoría de los fondos que usa en campañas electorales provienen de la ilegalidad, ya sea el saqueo de presupuestos públicos, donaciones de empresarios que luego serán beneficiados con negocios al amparo del poder o el dinero aportado por el crimen organizado.

Paralelamente a esa propuesta-trampa de los partidos políticos, está la alerta sísmica que se desató para el Revolucionario Institucional, porque el temblor que azotó a la Ciudad de México también generó daños y damnificados políticos, aunque éstos aún no sean visibles plenamente. Hay que hacer memoria, tras el sismo devastador de 1985, cuando el Gobierno quedó superado por la tragedia, en las elecciones presidenciales inmediatas, las de 1988, el PRI perdió estrepitosamente la Presidencia de la República, aunque el triunfo se lo robó Carlos Salinas a  Cuauhtémoc Cárdenas en aquel fraude histórico.

Ahora el sismológico político ya emite la alerta porque es casi seguro que los priistas serán echados de Los Pinos en el 2018. El “mal humo social” se disparó -aún más- con el comportamiento errático y ladino de los funcionarios priistas y sus aliados -como Televisa en el engaño de la niña inexistente, “Frida Sofía”, con la que convirtieron la tragedia en un reality show en el que pretendían catapultar la figura del titular de la SEP, Aurelio Nuño-, y al igual que en 1985, todos los damnificados se volcarán en contra de los grandes mentirosos. Al tiempo, como dice el clásico, se confirmará que la sacudida no sólo fue telúrica sino también política.

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