Como se había anticipado, el aun gobernante en turno, Javier Duarte de Ochoa acudió la mañana de lunes pasado a la Fiscalía General para interponer una denuncia contra el gobernador electo, Miguel Ángel Yunes Linares, por enriquecimiento ilícito, en el marco del enfrentamiento personal que ambos tienen. Duarte no fue solo hasta la sede de la FGE, sino que se hizo acompañar por diputados federales y locales, así como alcaldes que militan en el Partido Revolucionario Institucional y funcionarios de su gabinete.
Sin embargo, la convocatoria no fue la esperada. Al parecer la presión para que todos los ediles y legisladores arroparan al mandatario no fue suficiente para que se hicieran presentes, ya que muchos prefirieron no acompañarlo para no echarse de enemigo a su sucesor, especialmente los alcaldes y diputados federales, cuya gestión se extiende hasta el 2017 y el 2018, respectivamente, por lo que tendrán que tratar con Yunes Linares cuando sea Gobernador Constitucional durante todo un año.
La decisión de no abrir un frente de batalla con el próximo despachante de Palacio de Gobierno sonaría lógica, pero eso no salva a los ausentes de verse convenencieros y tibios –y a los tibios “Dios los vomitará” dice la Biblia en el versículo 3 del Apocalipsis- pues, muchos de ellos le deben el cargo a Duarte de Ochoa y algunos hasta tienen lazos más allá de la simple relación de compañeros de partido. Tal es el caso del diputado federal por Córdoba Marco Antonio Aguilar Yunes, a quien Duarte le bautizó sus dos hijos, y además le cumplió el deseo de hacerlo legislador por la ciudad de Los Treinta Caballeros.
Pese a ello, Aguilar Yunes no quiso enfrentarse a su primo, Miguel Ángel, y dejó solo al compadre. Tibios también son los alcaldes de Orizaba y Fortín de las Flores, Juan Manuel Diez Francos y Armel Cid de León, que tuvieron miedo a presentarse para acusar a Yunes Linares. En el caso de Diez Francos puede justificarse –a medias- su ausencia, pues desde mediados de julio, cuando su nombre se incluyó en un desplegado dirigido al presidente Enrique Peña Nieto para acusar a Yunes Linares, éste negó públicamente haber autorizado que figurara su firma en dicho escrito y por ende, se deslindó de la petición.
El que no tiene justificación es el fortinense Armel Cid de León, quien no acudió a acompañar a Duarte de Ochoa, pese a que cuenta con tiempo de sobra, ya que desde hace semanas no se presenta a trabajar en el Palacio Municipal pues anda huyendo de los ciudadanos que le exigen resuelva varios conflictos, entre ellos el desabasto de agua potable en comunidades rurales. No acudió ni siquiera porque hay que reconocerlo el gobernante lo ha protegido en sus dislates. Uno de ellos fue cuando logró evadir el desafuero tras ser denunciado por golpear salvajemente a su pareja extramarital en enero del 2015.
A pesar de que Duarte había adelantado que apoyaría el castigo en su contra, modificó su decisión y lo respaldó para que continuará como edil. Y miren, hoy Armel Cid tiene al pueblo en su contra, no acude a trabajar ni asume sus responsabilidades y nadie le llama la atención, ni la Secretaría General de Gobierno, que es la encargada de la gobernabilidad en el Estado, ni el Congreso Local que le debe revisar sus cuentas. Entonces, Cid de León no solo es tibio sino también malagradecido. Y claro, los grandes ausentes y reverendos tibios fueron los alcaldes priistas de los cuatro municipios más influyentes política y económicamente de la Entidad, que son Ramón Poo Gil, Américo Zúñiga Martínez, Sergio Lorenzo Quiroz Cruz y Joaquín Caballero Rosiñol, de Veracruz, Xalapa, Poza Rica y Coatzacoalcos, respectivamente. Esos cuatro ediles son patéticos. No son leales con el que los amparó y les compartió el botín pero tampoco se atreven a romper directamente con él y acudir donde el nuevo gobernante.
Ellos son algo así, los roedores que saltan del barco antes de que se hunda, aunque no lo hacen en la nueva balsa sino que nadan “de a muertito”. Otro malagradecido de antología es el diputado Gustavo Gudiño, un don nadie en la política, pero que por el padrinazgo del innombrable y tolerancia del propio Duarte, tiene una curul obsequiada. Es más, Duarte nunca lo tocó aún cuando el señor robó a manos llenas manejando los contratos del Carnaval de Veracruz cuando su hermana, Carolina Gudiño, era alcaldesa de Veracruz.
Como esos, hubo muchos otros ediles y legisladores que tampoco se presentaron, lo que demuestra que se cumplen los tiempos políticos. Es decir, al haber Gobernador electo, el mandatario en funciones pierde poder y se va quedando solo. Basta ver las fotografías del lunes pasado para confirmar que los diputados, alcaldes y hasta funcionarios, que acudieron a la Fiscalía tenían el ceño fruncido, muestra de que lo hicieron obligados, a fuerza. Ni modo, tuvieron que apechugar.
LA PRÓTESIS FIDELISTA
“Al mejor cazador se le escapa la liebre”, pondera la sabiduría popular –los jarochos irreverentes dirían que “a la mejor cocinera, se va un chile entero”- y eso fue lo que le sucedió al gobernador electo, Miguel Ángel Yunes Linares, al nombrar como coordinador del llamado Comité Rector del Plan Veracruzano de Desarrollo al impresentable Francisco Monfort Guillén, eterno burócrata, siempre allegado a los gobernantes en turno a los que no repara en endiosarlos y servirles hasta la indignidad.
Monfort estará al frente del equipo que se encargará de elaborar los ejes rectores de la administración bienal y con ello, Yunes se dio el tiro en el pie porque le resta seriedad, credibilidad y confianza al proyecto. Lo mancha, pues. Es erróneo no hacer uso de la terca memoria para evitar disparates o de plano creer que a los veracruzanos ya se les olvidaron los agravios del pasado. Este individuo fue un ferviente servidor del innombrable, quien lo puso al frente del Instituto Electoral Veracruzano (IEV) –cuando el organismo adoptó tal nombre- junto con Carolina Viveros García, cuando éste adoptó tal nombre. Ella era consejera presidente y el fungió como secretario ejecutivo.
Ambos hicieron chispas porque eran igual de insufribles y se peleaban por ser los portadores de la confianza del impresentable exgobernante. Los trabajadores del ya desaparecido IEV dan testimonio de las desavenencias y pleitos de los dos por el poder en ese organismo. Monfort Guillén ya tenía tiempo de estar en la nómina electoral, desde el sexenio de Miguel Alemán Velasco, al que alabó hasta el cansancio y el innombrable lo conservó en el IEV porque era un ‘mapache electoral’ consumado mientras que Carolina Viveros estaba como aprendiz de la alquimia mapachil.
Monfort tuvo a su cargo –de la mano del innombrable, claro- operar el fraude electoral de los comicios del 2007 que renovaron el Congreso Local y las 212 alcaldías. Esas elecciones fueron unas de las más desaseadas en la historia veracruzana y en las cuales el PRI se llevó ‘carro completo’ en distritos y municipios, arrasó con todo. Vaya, hasta el líder del Movimiento Popular Independiente (MOPI) y hoy exdiputado federal, Uriel Flores Aguayo, bromeaba en ese entonces sobre la tunda que recibió la oposición: “¿Alguien anotó las placas del coche que nos atropelló el 2 de septiembre –día de los comicios-?, preguntaba entre risas y él mismo se contestaba: F-I-D-E-L-I-D-A-D.
Pues Monfort Guillén fue el ‘mapache’ que hizo posible ese resultado avasallador y lo más reprobable es que desde el IEV se guardó silencio, y se avaló tácitamente la incorporación de un nuevo actor a la operatividad electoral que el innombrable impulsó en ese año: el crimen organizado y concretamente uno de los cárteles más sanguinarios de han existido en el país, el que financió la campaña del PRI en el 2004 y a cuyos matarifes se les asignó hacer ganar por la fuerza a los candidatos del tricolor a partir de esa elección, la del 2007.
En todo el territorio estatal se contaban historias de cómo los candidatos, líderes y militantes de oposición, sufrieron secuestros -tanto ellos como familiares cercanos-, amenazas de muerte, atentados –les balacearon domicilios y vehículos en movimiento- y hasta el día de los comicios, los sicarios estuvieron presentes en las casillas, armados y amenazando a los funcionarios para alterar conteos de votos y las actas de la jornada. En el 2007, los comicios los organizó el IEV, pero los operó el crimen organizado, y el aval para eso fue precisamente Monfort Guillén. ¿Cómo Yunes Linares hablará ahora de desvincular el ejercicio del Gobierno con la delincuencia si tiene a Monfort a un lado? En ese mismo año, Rogelio Franco Castán, quien también era presidente del Comité Directivo Estatal del PRD y el líder estatal del PAN, Alejandro Vázquez Cuevas, acusaron directamente a Monfort Guillén de inclinar al IEV a favor del tricolor y ser parte del fraude electoral. El propio Franco Castán lo señaló de incrustar a priistas en las carteras de capacitación y educación cívica y de prerrogativas para operar a favor de los candidatos del PRI. Ambos dirigentes pidieron su renuncia, ya que por su culpa no se había garantizado la imparcialidad, la equidad y la transparencia en esos comicios.
Basta revisar la hemeroteca para ver que el hoy encargado del Plan Veracruzano de Desarrollo es todo un ‘estuche de monerías’. Por si fuera poco, en el pleito de egos al interior del IEV lo ganó Carolina Viveros y Monfort fue expulsado del instituto en enero del 2008 de manera vergonzante, pues fue exhibido por los malos manejos financieros que no pudo solventar. El caso llegó hasta el Congreso Local cuyos integrantes pidieron al Órgano de Fiscalización Superior (ORFIS) una auditoria sobre la gestión de Monfort Guillén, aunque como era parte del sistema de la fidelidad, nunca se le castigó. Así, por la puerta de atrás, Francisco Monfort se fue con el señalamiento de haberse embolsado 2.6 millones de pesos del IEV –algunas versiones dicen que fueron 80 millones de pesos- pese a todo lo anterior, Yunes Linares lo recicló y lo intenta redimir al ponerlo a coordinar su Plan Veracruzano de Desarrollo. ¿Qué confianza le puede dar a la ciudadanía tan desprestigiado personaje? Ninguna. El gobernante electo comenzó con el pie izquierdo o más bien, está dando pasos con una prótesis fidelista.
Envoyé depuis Paris, France.