Jose M. Rodríguez Cid
El Buen Tono
Muchas veces se desconoce que la ahora Catedral de Córdoba, es el principal templo católico que fue levantado en la primera mitad del siglo XVII. Y está dedicado a la Virgen de la Inmaculada Concepción la cual ha sido menos reconocida y venerada por las autoridades eclesiásticas y el pueblo, este templo está ubicado frente a la Plaza de Armas o el Parque denominado 21 de Mayo en el centro histórico y sus campanas están hechas de hierro cobrizo que fueron traídas de la Ciudad de México.
Desde que tengo memoria se habla de una leyenda de la época, que me la han narrado desde la infancia mi señora madre, la abuela Úrsula y mi también madre (Mamá Tete), que refiere de un pueblo fervientemente religioso como lo es el nuestro.
Porque hay otra virgen que tiene más adeptos, según esta leyenda de tradición oral se dice que una tarde lluviosa y fría llegaron a la Villa de Córdoba dos jóvenes que no tenían buena apariencia juzgándolos por su ropa descosida y que nadie conocía su procedencia, ya que venían de paso buscando trabajo.
Por lo cual se dirigieron a la Iglesia de la Inmaculada Concepción, donde por propia boca relataron y aseguraban que eran muy buenos en el arte de tallar madera, y pedían se les diera la oportunidad para hacer los trabajos que habían escuchado horas antes en algún lugar donde habían ingerido alimentos, ya que se encontraban faltos de recursos económicos para continuar a su destino.
El párroco con tal de ayudar a estos jóvenes que tanto habían insistido, les encargó esculpir de las imágenes, la Virgen de los Dolores de la Soledad de María, del Señor San José y del Sagrado Corazón de Jesús, y les ubicó en un taller dentro de la misma Iglesia donde por varios días quedaron estos recientes artistas donde los dejaron encerrados con una gran cadena y un fuerte candado, pues pidieron no ser molestados por nadie y dejarlos trabajar con serenidad.
Una señora de avanzada edad era la responsable del aseo de la iglesia y quien sería la encargada de llevarles de comer, incluso le habían dado órdenes de no recoger los platos para no molestar a estas extrañas personas y ella ya se había hecho a la idea de limpiar todo ese lugar hasta que terminaran su encargo.
Al paso de unos días, la señora llegó a tocar para entregar los alimentos y le llamó la atención que no escuchaba dentro ruido alguno, fue a llamar al señor cura, quien llegó acompañado del sacristán, pero estaban preocupados porque nadie respondía, entonces decidieron echar abajo la vieja puerta que estaba, además, fuertemente atrancada por dentro y cuando al fin lograron derribarla y entrar en el cuarto, se quedaron mudos del asombro.
Allí, en medio de aquel improvisado y desierto taller, apareció con las estremecidas manos amorosamente enlazadas a la altura del pecho como si quisiera acallar los latidos de su desgarrado corazón, hermosa en su desamparo y su angustia, la Reina del Cielo, sola con su dolor, parecía sollozar. Con los ojos enrojecidos por el llanto de dos gruesas lágrimas que resbalaban sobre sus deslucidas mejillas, y por los labios ligeramente entreabiertos por la desesperación que semejaba escaparse, hondo y callado, un doloroso lamento.
Y sin poder decir nada, solo agacharon la cabeza y buscaron donde arrodillarse ante la presencia de Nuestra Señora de la Soledad, y cuando repuestos de su asombro buscaron a los artistas, se dieron cuenta que los dos jóvenes habían desaparecido del cerrado taller.
Ya en el otro extremo de la habitación estaban también el Sagrado Corazón de Jesús y de San José, y en el suelo y en algunas mesitas de trabajo estaban los platos algunos vacíos, algunos con comida. Se dice que aquellos humildes hombres que tallaron estas figuras probablemente eran ángeles enviados a nuestro suelo, pues su trabajo hiperrealista supera por mucho algún trabajo terrenal.
También para la época de la Batalla de Córdoba del 21 de mayo de 1821, se dice que un Soldado Insurgente entregado al vicio de la caña, y no precisamente por ser cortador, sino un vicioso por ingerir alcohol; llegó completamente en estado etílico a dormir a su catre y entró a la bodega donde como todos estos días de guerra, dejaba su arma y cuidaba de la pólvora.
Se quedó profundamente dormido y entre sueños vio cómo llegó una mujer vestida de negro, cubierta de la cabeza con una gran tela blanca transparente, ella argumentó para estar en ese lugar que era su madre, y estando parada a los pies del desvanecido soldado le dijo con una dulce voz y cariñosa: “hijo mío, ¿hasta cuándo dejaras de tomar? Mira tu vicio hasta donde te ha llevado, mira lo que has hecho de ti, si sigues así, ¿qué será de tu vida?”.
Y con un ligero viento de su boca apagó la vela, que este soldado había dejado prendida en un descuido sobre los barriles de pólvora, que pudo haber sido una desgracia en perjuicio de las armas Insurgentes, si hubieran explotado.
De repente despertó este hombre, y asombrado se dio cuenta de la recién vela apagada y despavorido corrió a avisar de lo ocurrido a sus compañeros, y ellos le dijeron que no lo había soñado, que esa mujer tal como la había descrito había pedido permiso para estar allí.
Entonces fue a la iglesia de la Inmaculada Concepción para agradecer a Dios por haber salvado su existencia y la de sus compañeros, y allí encontró la escultura de la Virgen de la Soledad, cuál fue su asombro que cuando la miró, era la misma mujer que había sido la que apagó la vela, se persignó y juró no volver a tomar, por lo que cayó a sus pies y tomó sus ropas con las manos, dándose cuenta que la Virgen traía todavía, lodo fresco en sus sandalias.
Desde esa época, a la Virgen de la Soledad, se le considera defensora de Córdoba y hay quienes incluso por este hecho la han postulado para ser condecorada con la medalla de La CRUZ DE CORDOBA por su ayuda para las causas Insurgentes, por haber colaborado a la libertad de nuestra nación.
Y se sabe que nos cuida de posibles desgracias como tormentas, granizadas y hasta posibles huracanes que amenazan nuestra tierra, hay quienes confiesan haberla visto caminar por las noches en diversas calles de la ciudad con su elegante vestido negro con hilos de plata, en ocasiones con un pañuelo blanco en sus manos y en otras ocasiones con una vela encendida que toma de las ofrendas que le dejan sus feligreses.
El pueblo agradecido por estos hechos se destaca en la procesión donde familias de cordobeses la sacan en peregrinación a la elegante señora de negro y ojos brillantes en hombros por seis varones que están cumpliendo alguna manda, cada Viernes Santo por la noche y con velas iluminan su camino.
Miles de varones y ahora mujeres forman parte de este emblemático y ya tradicional recorrido en el cual los creyentes acompañan a esta madre en su dolor, porque ha perdido a su hijo, pero caminan atrás de ella en absoluto silencio.
Nuestra Señora de la Soledad siempre ha estado para escuchar nuestras plegarias, para regalarnos un momento de esperanza, para recordarnos que no estamos solos en diversos momentos difíciles que atraviesa la población de nuestra ciudad.
Brindándonos fortaleza espiritual. Deben conocer nuestros niños y jóvenes estas leyendas, porque ella ha sido nombrada por nuestros abuelos: madre y protectora de Córdoba.
Tomado del Libro LA HISTORIA SECRETA DE CORDOBA.