Por: Andrés Timoteo / columnista
Ayer se cumplieron diez días del sismo registrado el 19 de septiembre y la cifra de fallecidos sigue creciendo. Hasta anoche se llevaban 355 víctimas mortales, de las cuales 214 corresponden a la Ciudad de México, el sitio más castigado por el fenómeno telúrico. Claro, no se compara con los 20 mil muertos provocados por el terremoto de hace 32 años y es una cifra mínima respecto a los 25 millones de habitantes que tiene la capital del País.
Sin embargo, esas víctimas -aunque escasas comparativamente- son un escándalo, sobre todo los 19 pequeñitos de la escuela Enrique Rébsamen, por dos vertientes. Por un lado, porque muchos fallecidos habitaban o se encontraban –al momento del temblor- en edificios de ‘nueva construcción’, es decir, que fueron levantados posterior a 1985, tras el sismo devastador y que, se supone, debieron construirse con la normatividad antisísmica prometida. No se hizo, los edificios colapsados tenían fallas estructurales y materiales endebles.
El caso paradigmático es el propio inmueble que ocupaba el colegio Rébsamen, mismo que operaba con irregularidades en sus permisos y donde se construyó un cuarto piso para habilitar la vivienda particular de su propietaria, aun cuando la estructura no lo permitía. Todo eso se habría permitido por los sobornos que dieron a las autoridades delegacionales de Tlalpan, las cuales ayer fueron denunciadas judicialmente.
Así, queda demostrado una vez más que los desastres siempre sacan a flote la porquería. La corrupción queda en evidencia, acompañada –claro- de la dolorosa cifra de muertos. Los 19 niños del Rébsamen pudieron salvar la vida aun con el temblor -imposible de predecir y más de evitar-, pero los corruptos que se coludieron para echarle otro piso al edificio, los sentenciaron a muerte.
En el otro punto, el escándalo por la tragedia del temblor tiene que ver con la clase política, cebada en ganar simpatías electorales a costa de la tragedia. Como muchos analistas ya lo han expuesto –y que ya ha sido citado en este espacio – el temblor del 19 de septiembre es el escenario de un “teletón sísmico” entre los partidos políticos que están en puja para ver cuál “dona” más dinero a los damnificados o para la reconstrucción de las zonas afectadas. Se trata de la falacia genial.
Los líderes partidistas intentan engañar a la opinión pública mostrándose ‘solidarios’ y ‘magnánimos’, pero con dinero ajeno. Los recursos que ofrecen no son suyos sino del pueblo mexicano. Efectivamente están usando el presupuesto público que se les daría para cuestiones electorales: ahora lo disfrazan de donativos para tratar de comprar la voluntad popular apoyándose en la urgencia nacional. No tienen vergüenza.
Y el chiste se cuenta solo. Por ejemplo en el Partido Revolucionario Institucional (PRI) su líder nacional, Enrique Ochoa Reza, se desgarra las vestiduras por los afectados y anuncia la entrega de “apoyos” provenientes de las prerrogativas, pero no dice nada sobre que los últimos gobernadores priistas se robaron veinte veces lo que el Fondo Nacional de Desastres Naturales (Fonden) tenía para atender este tipo de contingencias
Si el Fonden cuenta con 9 mil millones de pesos, los exgobernadores priistas se robaron 180 mil millones de pesos –tan solo al veracruzano, Javier Duarte, se le atribuye un desfalco por 35 mil millones-. Con ese dinero se habría cubierto casi cinco veces la reconstrucción total de los daños provocados por el temblor del 19 de septiembre, la cual se calcula en 2 mil millones de dólares, unos 40 mil millones de pesos. Moraleja: los gobernantes priistas son más devastadores que cualquier terremoto que haya azotado al País.
‘BESUQUEADOS’
POR EL DIABLO
Al todavía alcalde de Orizaba, Juan Manuel Diez Francos, ya le dieron el ‘beso del diablo’ –o más bien el ‘beso negro’, pero no aludiendo a cuestiones sexuales sino a otras peores- pues está siendo inflado mediáticamente por el innombrable exgobernante para mostrarlo como un candidato alterno del tricolor a la Gubernatura veracruzana en el 2018. Así lo planteó recientemente el diputado federal Jorge Carvallo Delfín, quien es uno de los pupilos e imitadores más fervoroso del impresentable personaje.
Carvallo Delfín llamó al edil orizabeño como “la tercera vía” para el PRI, en puntual alusión a los dos personajes que están empecinados en quedarse con la nominación, como lo hicieron en el 2016, los senadores priistas José Yunes Zorrilla y Héctor Yunes Landa –bueno, las aspiraciones y el activismo de éste último son anecdóticos pues no tiene ninguna posibilidad de volver a ser postulado, tras la estrepitosa derrota que le infringió su primo, el Gobernador, el año pasado-.
De esta forma, el innombrable intenta meter una cuña entre el priismo doméstico con Diez Francos, cuya popularidad es aldeana y no alcanza para proyectarse en todo el Estado, salvo que haya un torrente de dinero público, el cual ya no está disponible, pues el tricolor ya no controla el presupuesto estatal y a partir del primero de enero de 2018, apenas si gobernará un puñado de municipios rurales.
Pero lo que intenta hacer el innombrable es lo de siempre: tirarle una pedrada a la luna para darle a un zopilote. Es decir, meter ruido entre los priistas para sacar algún provecho, aun cuando anda a salto de mata por las denuncias que tiene en su contra. Triste caso: sólo a los priistas, algunos tan nostálgicos de la fidelidad, les mueve todavía el tapete ese individuo. Por lo pronto por ese respaldo de un tipo tan desacreditado, Diez Francos ya no es opción confiable ni para nombrarlo presidente de la Junta de Vecinos de su colonia.
Por cierto, otro ‘beso del diablo’ –y también ‘beso negro’- se lo dieron a José Yunes ayer, pues el dirigente cenecista Juan Carlos Molina Palacios lo “destapó” como candidato en una comilona que le organizó en su rancho a donde convocó a ‘priistas destacados’ –hubieran aprovechado para hacer una redada judicial-. ¿Y qué hará el tibio peroteño cuando salgan a la luz las denuncias penales contra ese pillo de la fidelidad que hoy lo besuquea en público? Y más aún cuando los delitos que debe son graves y sus nexos más inconfesables.