Alvarado.- “La ‘maña’ comenzó a reclutar a pescadores en la región de Alvarado porque vieron que aquí no hay trabajo.
Te daban una lancha camaronera y combustible para que la ocuparas toda la mañana, pero en la noche ya eras de ellos y te mandaban a traer cadáveres a veces desde Boca del Río. Hoy ya sabemos adónde los venían a enterrar”, indicó un testigo.
Son las palabras de un lugareño de El Arbolillo, una pequeña comunidad de pescadores y jaraneros ubicada al Sur de Veracruz, que a partir de hoy será recordada por albergar el tercer cementerio clandestino más numeroso de Veracruz; con 47 cadáveres que habrían sido trasladados en bolsas negras.
El pasado jueves 16 de marzo, un convoy de la Secretaría Armada de México (Semar) arribó al municipio de Alvarado a custodiar un rancho situado sobre la carretera federal 180 Matamoros-Puerto Juárez.
Las autoridades Federales y Estatales fueron advertidas que, en la parte trasera de ese predio “debajo de cuatro palmeras” hallarían hileras de cadáveres inhumados. Y así fue.
Los anónimos no exageraron, pues los trabajos de exhumación llevaron 72 horas continuas a peritos de la Fiscalía General del Estado (FGE) hasta que la cuenta cerró en 47.
No hubo reportes de gente desconocida que ingresara al predio por la entrada principal. El hallazgo se registró en la parte trasera del rancho, al pie de una laguna que desemboca en el río Blanco, el más extenso en Veracruz. Elementos de la Marina respaldaron los señalamientos de los lugareños, pues refirieron que descubrieron un lugar donde encallaban lanchas.
El lugareño, mientras observa a lo lejos los trabajos de exhumación, insiste que los lancheros de su región desde 2014 comenzaron a ser contratados por elementos del crimen organizado.
El aldeano que relató la colaboración forzada de los lancheros de la región con el crimen organizado, miró fijamente el río que está a espalda suya y a las fosas y emite una última declaración: “Por acá todos andamos espantados, pero la mayoría sabe que no hay de otra que no oír, no ver, ni platicar nada”, dice, mientras a paso lento se retira del manglar sobrevolado por aves de rapiña.