Muchas de las propuestas de modificaciones constitucionales en el dictamen de la Reforma Energética tienen el propósito necesario de ajustar el marco legal de la industria petrolera de México a la realidad económica mundial. Sin embargo, el proyecto tiene una omisión importante, que no se dio por descuido sino por la falta de consenso entre el PRI y el PAN.
Me refiero a la cultura laboral y a la organización interna de Petróleos Mexicanos, un lastre para cualquier intento de reformar la empresa, y —por la condición monopólica de ésta— la industria en su conjunto.
Comencemos por los datos duros: Pemex emplea muchos más trabajadores de los que requiere y la paraestatal tiene, en todos sus niveles, un apetito insaciable para gastar.
De acuerdo con los datos más recientes, Pemex tiene 153 mil trabajadores, lo cual quiere decir que en una década su plantilla aumentó en diez por ciento. De esos trabajadores, unos 120 mil son sindicalizados y el resto son de confianza.
Barril por barril, los trabajadores de Pemex tienen una productividad hasta 50% más baja que los de otras grandes petroleras a nivel mundial.
De acuerdo con un estudio reciente del Centro de Investigación para el Desarrollo (Cidac), los trabajadores de Petróleos Mexicanos producen un promedio de 16.7 barrilles al día, mientras que los de British Petroleum producen 27.1; los de Petrobras, 32.1; los de Shell, 37.9, y los de Statoil, 43.1.
Pese a su baja productividad —que, además, está en descenso, pues hace una década era de 24.5 barriles—, los trabajadores sindicalizados de Pemex con el menor escalafón perciben nueve mil pesos mensuales, entre salario y prestaciones.
Por supuesto, un trabajador sindicalizado de Pemex puede tardar diez años en conseguir una plaza, pero eso se debe a un perverso sistema de trabajadores temporales que en el argot del sindicato se conoce como “la banca” y cuesta a la empresa.
Es decir, Pemex no solamente tiene una nómina muy inflada sino también una reserva de trabajadores esperando a que se desocupen lugares en las “corridas”, como se denominan las listas de plazas por especialidad, pero que nada tienen de especializadas porque no distinguen en la preparación de los trabajadores. Lo mismo da que sólo hayan terminado la primaria o que tengan doctorado.
Luego están las onerosísimas plazas de confianza, que comienzan en los 33 mil pesos mensuales y, como ya dijimos, suman unas 33 mil en la empresa.
Supuestamente existe un compromiso entre Pemex y su sindicato para recortar una parte del personal en la próxima negociación. Ya lo veremos. Pero de lo que no hay una sola palabra es para reducir el dispendio que se da en todas las áreas de la empresa. Tan sólo para los festejos, este año, del 75 aniversario de la Expropiación Petrolera se destinaron 15 millones de pesos.
Como informó ayer Excélsior, el Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana, que encabeza el senador Carlos Romero Deschamps, salvó el primer filtro para mantener su poder, pues la Reforma Energética a nivel constitucional no hace mención alguna a la salida de sus representantes del Consejo de Administración de Pemex.
Durante los foros de discusión de la reforma, que se realizaron en octubre pasado, Diego Valadés, ex procurador general de la República y actual investigador universitario, dijo que cambiar esa situación era impostergable.
“El sindicato tiene, desde mi punto de vista, un poder que es inconstitucional. En el contrato colectivo, y así está establecido, Pemex sólo puede extraer petróleo con la participación del sindicato o con la anuencia del sindicato, para que intervengan otros trabajadores. El petróleo es de la nación y nadie puede condicionar la extracción del petróleo.”
Pero a los negociadores de la reforma no les pareció tan urgente este tema. O los panistas que participaron en las pláticas no lograron convencer de ello a los priistas. Uno tiene que preguntarse por qué.
Hay quienes denuncian las intenciones de la reforma de entregar el petróleo a las empresas extranjeras, pero evitan decir que lleva décadas privatizado por sindicato y funcionarios.
En junio pasado, Excélsior publicó una entrevista con Leif Sande, líder sindical de los trabajadores de la petrolera noruega Statoil (que, como ya mencionamos, produce tres veces más barriles por trabajador que Pemex).
Ese líder no usa Rolex ni tiene guardaespaldas y sus ingresos son auditables. Pero más importante que eso —que sin duda lo distingue en lo personal de Romero Deschamps— es que Statoil tiene bonos de productividad por trabajador.
¿Habrá el valor para cambiar la cultura laboral en Pemex donde abunda el derroche en la cúspide y faltan los incentivos en la base para hacer más que lo indispensable?