A contrapelo de lo que aquí se afirma, allá afuera pintan un panorama de la economía para este año muy diferente (por no decir que opuesto) del que tratan de pintar.
Tanto el Fondo Monetario Internacional como la OECD, nos acaban de presentar un panorama de la economía de Estados Unidos que debería preocuparnos y, si no se lograre esto, al menos deberían servir las opiniones y recomendaciones de ambas organizaciones para reducir un optimismo que si fuéremos objetivos y nos atreviéremos a hablar claro, deberíamos decir que carece de todo fundamento.
Por si faltare un clavo al ataúd de las cuentas alegres que aquí solemos hacer, la Reserva Federal se encargó de clavarlo. El ajuste a la baja que acaba de hacer para sus proyecciones del PIB para este año, las cuales sustituyen a las presentadas en marzo —hace escasos tres meses—, son un balde de agua fría a los que argumentan que el crecimiento de la economía de Estados Unidos nos vendría a garantizar un excelente segundo semestre.
Las cifras de marzo proyectaban —para este año—, un crecimiento del PIB en un rango de 2.8% a 3.0%; hoy, esas cifras son de 2.1% a 2.3%. Como diría el clásico: “¡Toma chango tu banana!” (De interesarle, aquí puede consultar las nuevas proyecciones que incluyen, además del PIB, las correspondientes al desempleo e inflación para los años 2014, 2015 y 2016. Esta es la liga: http://www.federalreserve.gov/monetarypolicy/files/fomcprojtabl20140618.pdf).
Si revisáremos ahora los documentos de la OECD y del Fondo Monetario Internacional, la rebaja que ha hecho la Reserva Federal cobraría cabal sentido porque, los profundos problemas estructurales de la economía estadunidense, lejos de haber sido enfrentados y resueltos, están ahí, vivitos y coleando.
Ahora bien, si tomáremos en cuenta la interdependencia económica que nuestro país tiene con Estados Unidos, sería claro que el panorama que pintan la Reserva Federal, el Fondo Monetario y la OECD para aquella economía, tendrá un impacto negativo en la nuestra.
¿Catastrófico? Obviamente no, pero, al menos suficiente para reducir las expectativas fincadas para este año basadas, casi exclusivamente, en el crecimiento y recuperación sostenida de la economía de nuestro principal socio comercial. Pasemos ahora a otra parte triste de este asunto.
Este lunes el secretario de Hacienda, en un giro de 180 grados en la posición del discurso oficial —relacionada con la Reforma Energética y el proceso de aprobación y puesta en práctica de las leyes reglamentarias y sus beneficios a la vuelta de la esquina—, llegamos a las resistencias y la incertidumbre, y al reconocimiento de la realidad que significa un proceso reformador largo y difícil como el que ha comenzado en México.
Dijo el doctor Videgaray —claramente y bien—: “Sabíamos que el proceso de reformas sería un proceso que no resultaría en cambios instantáneos. Reformar no es hacer magia, reformar es cambiar a profundidad la estructura de nuestra economía que nos ha impedido crecer por más de 30 años”.
Hoy, ya las resistencias brotan y se muestran por doquier; las izquierdas —con los modos de un bravero de cantina—, llevando a cuestas su ignorancia de las transformaciones que el resto del mundo realizó estos últimos 50 años, hacen equipo con los pedigüeños de siempre para exhibir, grosera y burdamente, su total oposición al cambio.
¿Triunfarán éstos, o el país y el mejor futuro que debemos construir?