Han pasado varios años desde su aparición en la escena pública. Por al menos dos de ellos ha vivido refugiado al interior de la residencia de la embajada de Ecuador en Londres. Durante este tiempo Julian Assange se ha convertido en una suerte de héroe, defensor de la libertad de expresión. Para otros ha sido más bien todo lo contrario, un provocador que en realidad se ha escudado bajo esta imagen para no responder a las acusaciones que dos mujeres suecas han hecho en su contra por abuso sexual, lo que llevó a una solicitud de extradición que, finalmente, lo llevó a refugiarse en dicho lugar.
Sin importar cuál sea la percepción que se tenga sobre él, lo cierto es que su llegada a la vida pública abrió paso para varias cosas. De entrada asperezas diplomáticas entre los países mencionados en las filtraciones de WikiLeaks; también debates sobre la libertad de expresión y la moralina —casi siempre doble cara— sobre la filtración de documentos, audios o video entre gobiernos. Se espantan sólo cuando se hace público, más cuando realizan prácticas de espionaje.
Hace unos días, se publicaba en la revista Wired una entrevista con Edward Snowden, quien de igual forma se convirtió en enemigo del gobierno de Estados Unidos y por las mismas razones que Assange, la filtración de actividades de espionaje de parte de la Casa Blanca. “El hombre más buscado del mundo”, como lo llamó la revista, declaraba para ella que estaba dispuesto a entregarse siempre que éstas —las autoridades— hicieran lo correcto: “Me importa más el país que lo que me pase a mí. Pero no podemos permitir que la ley se convierta en un arma política o asuste a la gente lejos de defender sus derechos, no importa qué tan bueno sea el trato. Yo no voy a formar parte de eso (…) Todavía tienen asuntos que se les escapan de las manos, y no tienen idea de dónde viene y ni hacia a dónde quiere ir. Y si ese es el caso, ¿cómo podemos nosotros como ciudadanos tener confianza en la NSA con toda nuestra información, todos nuestros registros privados, el registro permanente de nuestras vidas?”.
Aunque en circunstancias distintas, el futuro para ambos personajes se torna complicado. Assange daba ayer una conferencia de prensa en la que anunciaba que pronto estaría dejando la embajada de Ecuador en Londres. Y aunque no se reveló ahí la razón, todas las declaraciones siguieron la línea de “es momento de que se respeten los derechos humanos”, paradójicamente, se ha filtrado información y lo ha publicado así la prensa británica: Assange requiere asistencia médica. Por supuesto que no se sabe a qué se debe, pero la conferencia de ayer dejó una duda mucho más grande que ésa; y es que lo que no se ha definido es bajo qué recurso legal Assange amparará su salida del refugio que ha impedido que se ejecute la extradición que solicitó el gobierno sueco. Así se abre otro expediente más en el caso de Assange, quien deberá esperar a que le garanticen su libre tránsito por Reino Unido… y es que, de lo contrario, finalmente llegaría a Suecia para responder por la acusaciones que ha negado, las de abuso sexual. Pero lo peor sería que se le solicite a los suecos su traslado a Estados Unidos, donde sí tendría que responder por las filtraciones de WikiLeaks, aunque por ahora no hay una orden que lo solicite.