Por: Sergio Sarmiento / columnista
Si construir una o dos refinerías fuera una proposición rentable, ya habría empresas privadas preparando planes para hacerlo. Antes había restricciones legales para la inversión privada en refinerías, pero hoy, gracias a la Reforma Energética, ya no las hay. Ninguna empresa privada, sin embargo, muestra deseos de invertir en una refinería, mientras que sí hay un gran interés por desarrollar campos de petróleo crudo.
Las empresas privadas invierten dinero de sus accionistas y son muy cuidadosas con los proyectos que emprenden. Las firmas estatales, en cambio, usan recursos de los ciudadanos y se preocupan bastante menos por darles un buen uso. Esto explica la facilidad con la que un candidato puede decir que hay que gastar entre 8 mil y 20 mil millones de dólares para construir una o dos refinerías en un mercado saturado.
Quienes no conocen el negocio petrolero insisten que tiene que ser más rentable producir gasolina, u otros petrolíferos, que crudo simplemente porque se trata de productos más elaborados. La realidad ha sido otra desde hace décadas. La extracción de crudo genera altos márgenes, mientras que la refinación es una actividad centavera que requiere de mercados muy amplios y operaciones extraordinariamente eficientes para reportar utilidades.
Durante años los márgenes de refinación fueron, de hecho, negativos. Esto provocó una disminución de la capacidad de refinación en muchas regiones del mundo, incluida Norteamérica. Lo que se llamaba Pemex-Refinación, hoy Pemex Transformación Industrial, ha perdido enormes cantidades de dinero. En este momento, por primera vez en mucho tiempo, los márgenes de refinación son positivos, pero no soportarían una inversión en una o dos nuevas refinerías.
Los políticos buscan ajustar las realidades económicas a los dogmas. Andrés Manuel López Obrador argumenta que si el petróleo crudo se entrega a las refinerías, no a su valor de mercado sino a su costo de producción, la refinación sí sería rentable; pero esto sería un juego contable que trasladaría artificialmente la utilidad del petróleo crudo a la gasolina y llevaría a equivocadas decisiones de negocios, como invertir menos en crudo y más en refinación.
Parte del problema de Pemex en la refinación ha sido su ineficiencia. La empresa cuenta con exceso de personal y procedimientos de producción extraordinariamente burocráticos. Ésta ha sido una de las razones de sus pérdidas. La única refinería de Pemex que gana dinero es la de Deer Park, cerca de Houston, que tiene la ventaja de ser manejada por Shell y de no tener al Sindicato de Carlos Romero Deschamps.
Las decisiones de negocios deben tomarse por razones de negocios. A los accionistas de Pemex, que somos todos los ciudadanos mexicanos, nos conviene que la empresa sea lo más rentable posible. Por eso sus inversiones deben hacerse en las actividades más rentables. No hay que ser demasiado inteligente para detectarlas. No vemos en este momento a ninguna empresa privada –nacional o extranjera– interesada en construir una nueva refinería, mucho menos dos. En cambio, decenas de firmas sí están licitando por campos petroleros.
Pensar que si Pemex invierte en dos refinerías podrá vender gasolina más barata es una tontería. Si acaso, la gasolina sería más cara que la que actualmente importamos. A menos que el Gobierno quiera subsidiarla, lo que sería desviar recursos fiscales a quienes menos los necesitan.