Por: Gilberto Nieto Aguilar / columnista
Hace algunos ayeres –quizá 1975– leí el libro “Confieso que he vivido”, obra póstuma del poeta chileno Pablo Neruda (Ricardo Eliecer Neftalí Reyes Basoalto), Premio Nobel de literatura en 1971. El libro, de pasta dura, fue adquirido en Círculo de Lectores que en los años setenta hacía su promoción y envíos por Correo Postal hasta el domicilio de los interesados. En algún momento me lo pidieron prestado, no recuerdo quién, y su espacio se quedó vacío por mucho tiempo en el librero.
El libro fue para mí toda una revelación. En esa época yo era profesor de Español y Literatura en la escuela preparatoria del pueblo en que nací y me entusiasmaban los pasajes en que Neruda se relacionaba con otros famosos y prestigiados personajes en diversas épocas y lugares del mundo por donde paseó la maravillosa luz de su inteligencia creativa. También me inspiraba un respeto reverencial leer a un escritor de la resistencia, militante comunista, cuyos poemas tocaban las fibras más sensibles de sus lectores.
Neruda supo cantar al instante universal e infinito del amor, al tiempo indignante de la opresión y al momento chispeante de la lucha social. Dice Darío Oses, director de la Fundación Pablo Neruda, en el prólogo que presenta la colección Seix Barral, Editorial Planeta Mexicana, 2018, que «otra forma de ejercer este oficio de la memoria es la reunión de episodios, descripciones de lugares, retratos, evocaciones y reflexiones». Además, la obra cuenta con varias secciones escritas como libro de viajes.
“Confieso que he vivido” se escribió durante varios años, presentando la vida múltiple del escritor. Como él mismo dice: «Mi vida es una vida hecha de todas las vidas: las vidas del poeta». Sus impresiones de viaje, sus reflexiones sobre los lugares que recorre, los retratos descritos de las personas que trató o le merecen deferencia, la fotografía narrada de un instante evocador, en una inspiración que recoge momentos y los acumula, los retoca, y deja que su prosa mágica de poeta les dé vida y ritmo, sonido y esencia.
En esta nueva edición que apenas adquirí hace cosa de un mes, me encuentro con la sorpresa de que incluye algunos textos inéditos ¡a casi 45 años de la muerte de Neruda! En la página 441, mediante una nota general de la casa editorial, nos remite al primer agregado en la página 41. En la página 443, en una nota manuscrita de Matilde Urrutia, su última esposa, cita las conversaciones que sostuvo con Neruda por la pertinencia de incluir un texto sobre Federico García Lorca. Trae, además, varias fotografías del autor y notas que escribió mientras concebía la obra.
Apenas estoy leyendo estos agregados. Sólo sé que en su obra original Neruda escribió: «Que se entienda que no quiero representarme como un prodigio: los demás son oscuros, yo soy claro. Los otros son malos, yo soy bueno. No, de ninguna manera. Se trata de las predilecciones, de lo mejor que queremos ser, de lo bueno que queremos de todo el mundo». No fue partidario de detenerse en los protagonismos, rivalidades y antagonismos que tanto divierten a la gente.
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