Por Andrés Timoteo / columnista
Regresó la Xalapa de ayer, se cuenta con sarcasmo en los mentideros de la Capital del Estado y no se habla del esplendor cultural que hizo que los chauvinistas la llamaran “Atenas Veracruzana” ni tampoco es referencia a su añorada pujanza por ser el epicentro de los poderes públicos, del estudiantado o del santuario de Monseñor Rafael Guízar y Valencia. No, la Xalapa del ayer que volvió es la de la fidelidad -y el duartismo, su extensión tumorosa – con su consabida violencia y tiradero de cadáveres.
Desde hace unas semanas se potencializó la crisis de inseguridad en Xalapa y sus cercanías, entre ellas Coatepec, donde recientemente hubo una masacre de citricultores. Los responsables del multihomicidio en Tuzamapan son los mismos que días atrás asesinaron a dos personas en una estética en la ciudad, de acuerdo con la información de la Fiscalía General.
Hace un par de meses, otro atentado se perpetró en el pleno corazón de la urbe contra los integrantes de una organización de taxistas. El viernes, una persona fue ‘ejecutada’ a plena luz del día en la entrada al fraccionamiento Agua Santa. Es el segundo hecho sangriento en la zona -allí mismo se produjo el asesinato en la estética-. El fin de semana mataron a una mujer, el feminicidio número 104 del sexenio que corre.
Varios comerciantes han sido asesinados por negarse a pagar extorsiones a las bandas delictivas y las colonias xalapeñas y comunidades rurales se volvieron en tiraderos de restos humanos. Todo como en los tiempos de la fidelidad. No hay que olvidar los cadáveres ‘ensabanados’ que arrojaban precisamente en Agua Santa, las ejecuciones de comerciantes, los secuestros por doquier y hasta el paseo burlón de los sicarios en camionetas de lujo enseñando las armas por la ventanilla en pleno Centro de la ciudad.
Es más, una mañana arrojaron en una de las puertas del edificio un par de manos mutiladas como mensaje al innombrable para recordarle que cumpliera pactos. En ese entonces, el orondo secretario de Gobierno, Reynaldo Escobar, negó los hechos que fueron documentados por reporteros de la fuente policiaca y aseguró que las únicas manos cortadas de las que tenía conocimiento eran las “manitas de cangrejo” que -dijo- son muy sabrosas, en referencia al platillo de la gastronomía marina.
Desde entonces, las “manitas de cangrejo” que son el emblema verbal de la violencia y los cuerpos mutilados que ya están de vuelta. Y hoy como ayer, la Policía es la gran ausente en la ciudad. No hay autoridad que vigile, prevenga y combata la actividad delictiva. En los sexenios de la fidelidad, la Policía Estatal sólo acudía a donde aparecían los cadáveres para subirlos a las patrullas y llevárselos antes que llegara la prensa.
Ahora, los agentes estatales y municipales tampoco acuden donde hay reportes de violencia sino hasta después, ya cuando los delincuentes se fueron. Aplican la máxima de “dejar hacer, dejar pasar”. La capital del Estado está en predicamento, encabeza la lista nacional de ciudades con más secuestros y feminicidios. Esa es la Xalapa de antaño que regresó, la de las “manitas de cangrejo”.