Como bien sabemos, en nuestra cultura actual tenemos la costumbre de festejar ciertas fechas señaladas, ya sean los aniversarios, los onomásticos, los cumpleaños, el “Día de esto o de lo otro”, etcétera. Y durante el mes de diciembre, bueno, pues están las posadas, la Navidad, el Fin de Año.
El asunto es que en estos casos estamos prestos a engalanarnos de una manera especial y nos esmeramos para presentarnos al convivio en cuestión, “portando” una imagen nuestra distinta a la de todos los días. Así es que, para las “grandes ocasiones”, consideramos que está bien usar esas prendas y accesorios que por lo regular teníamos reservados; por ejemplo, ese vestuario especial, quizás el perfume nuevo y hasta una actitud más ad hoc…
Es decir, que cuidamos de nuestra apariencia externa para vernos bien a los ojos de los otros. Y también estamos más atentos a nuestro comportamiento al socializar para “quedar bien” con los demás invitados en determinada celebración, de modo que podamos cumplir airosamente con tales compromisos.
Y no es que esté mal que respetemos las reglas de urbanidad en estos eventos, pero tal vez podríamos cuestionarnos algunos puntos en este sentido:
¿Por qué no practicamos la cortesía y la amabilidad con más frecuencia y en más contextos?, ¿Por qué no somos más tolerantes y comprensivos con nuestros prójimos, en especial con nuestros seres queridos?, ¿Acaso no podemos ser más respetuosos del tiempo y de los espacios privados de nuestra pareja, de nuestros hijos? O por el contrario, ¿no podríamos dedicarles más momentos “de calidad”?
A lo que quiero llegar es que no hay razones suficientes para limitar –por ejemplo– nuestras muestras de afecto con palabras, con acciones o hasta renunciando a algunos de nuestros egos, para construir atmósferas y situaciones que nos permitan tender puentes flexibles –en lugar de levantar muros– particularmente con los seres que amamos.
Además, no hay pretexto alguno en esperar al próximo festejo para usar todas esas cosas lindas (la ropa, etcétera) que estamos guardando para después… ¿y si ya no tuviéramos otra
oportunidad?
Por otro lado, ¿hasta cuándo vamos a reprimir todas aquellas manifestaciones de cariñosa comunicación, como caricias, miradas, gestos o compañía que no siempre expresamos por los motivos más absurdos?
Creo que está bien que celebres alguna fecha si es significativa para ti y si eso te hace sentir bien, pero no necesariamente por un “tengo que hacerlo” forzado; en cambio, puedes aventurarte a experimentar un día de “feliz no cumpleaños”, como en el relato de Alicia en el País de las Maravillas, sólo por el gusto de agasajarte o alegrar a quien amas.
No obstante, si las fiestas tradicionales son importantes para ti, tal vez deberías aprovecharlas y hacer de esas reuniones, con las personas que más te importan, unas verdaderas Ocasiones Especiales para el encuentro (o el reencuentro), para el contacto entrañable, para crear y disfrutar momentos absolutamente memorables de amor y armonía,
¿no lo crees?