La marcha de mujeres el viernes pasado en la Ciudad de México fue algo así como “la noche de los cuchillos largos” -de la incipiente Alemania nazi- y la furia desatada en un sector de las activistas que protestaban por la violencia de género, especialmente por la “ola” de feminicidios y abusos sexuales, hizo que todo terminara en un día de furia y caos.
Enervadas, las manifestantes hicieron patente la falsedad del cliché que las ubica como el ‘sexo débil’ y la infraestructura pública de la ciudad dio cuenta de ello: monumentos históricos vandalizados, negocios saqueados, estaciones de metro y Metrobús dañados, además de vehículos incendiados y hasta reporteros agredidos.
Los basamentos esculturas icónicas como el Ángel de la Independencia y la Diana Cazadora de la avenida Reforma terminaron en un cochinero. ¿No que las mujeres son hacendosas y amantes del orden? Una buena parte de ellas no, ya se confirmó. No se puede reclamar respeto y atención a la vez que se ataca lo público, lo que es propiedad de todos. Es una forma incongruente de defender la causa.
La movilización de mujeres comenzó el lunes cuando se realizaron una primera marcha para repudiar la violación de jovencitas cometidas por policías capitalinos y durante esa bañaron con diamantina rosa a Jesús Orta, secretario de Protección Ciudadana. Del inocuo polvo brillante se pasó, en menos de una semana, al vandalismo.
Claro, no todas las mujeres que participaron en las movilizaciones del lunes y viernes de la semana pasada se comportaron así. “#EllasNoMeRepresentan”, fue el eslogan que corrió por las redes sociales respecto a lo que hicieron las fúricas en la marcha del viernes. La mayor parte de las feministas repudian el ‘feminazismo’, aunque este es muy vociferante y abunda en las redes sociales.
“Hicimos cientos de marchas pacíficas y no nos escucharon. Lanzamos un poco de diamantina y dijeron que ‘esas no eran las formas’. No tuvimos de otra, más que incomodarlos. Apuesto a que no les gustan nuestras nuevas ‘formas’, sus medios ya nos condenan. Sin embargo, ahora nos están mirando, escandalizados, pero atentos”, se difundió para justificar los desmanes.
Es un silogismo poco inteligente. “No tuvimos de otra”, dicen al pretender pasar por “buenos” los saqueos, agresiones y destrucción de los bienes públicos. La incoherencia es evidente pues las violentas piden violentamente que se acabe con la violencia de género. ¿En verdad creerán que la sociedad -no solo los medios informativos o las autoridades- las ve ahora con el interés compartido -con ellas-?
La violencia de género en México ha provocado una catástrofe humanitaria, eso nadie lo puede cuestionar y la exigencia de seguridad y protección para la población femenina es urgente. Es cierto, las violentas se hacen oír, pero no ayudan a la petición histórica, al contrario, siembran el odio y, lo que es peor, la indiferencia hacia el problema.
Y como bien dice la sabiduría popular, el peor enemigo de una mujer es otra mujer. La Ciudad de México está gobernada por la morenista Claudia Sheinbaum quien se ha lanzado contra las protestantes, reduciendo así el objetivo de las marchas a meros días de furia y vandalismo. Entonces es verdad eso de que todos las ven atentos, -como dicen las ‘feminazis’- pero no por la causa del sector femenino martirizado sino como un problema más a combatir, a ellas no a la violencia de género.
PERIODISMO, NO CIRCO
En Veracruz, las marchas de las mujeres no causaron alborotos importantes en las ciudades donde se realizaron. En el puerto, las promotoras del derecho al aborto colocaron pañuelos verdes a estatuas y pintaron del mismo color un árbol pareidólico -porque tiene protuberancias que parecen dos pechos femeninos- en la avenida Salvador Díaz Mirón, mismo que luego apareció pintarrajeado. Las conservadoras -por no decir “mochas”- se persignaron y pidieron la excomunión de las “libertinas” por decorar el ‘top’ de árbol. De ahí no pasó.
Es bueno el debate público sobre la violencia de género y el activismo feminista. Vaya, no solo es bueno sino necesario y urgente. Y en el mismo hay que destacar el mutismo de muchas activistas ‘chairas’ que antes gritoneaban, pero ahora callan por ser parte de la estructura de Gobierno de Morena tanto en la Ciudad de México como en Veracruz. Eso comprueba que las violentas -algunas no incendian terminales de autobuses, pero si las redes sociales- también negocian la causa cuando llega el momento.
Del mismo debate no se puede zafar el gremio reporteril. Éste no debe militar porque es una distorsión al oficio. Se ha visto que las ‘feminazis’ han llegado a las redacciones de los medios informativos y sin pudor abrazan la barbaridad de justificar la violencia contra bienes públicos o personas a fin de llamar la atención. Esto no es así.
Señoras, la mejor manera de ayudar a la causa es reportearla, documentarla y publicarla. Un periodista no marcha, sino da cobertura a las marchas. Un periodista no agrede ni recurre a la estridencia para que lo escuchen porque no lo necesita. Se hace buen periodismo entonces los lectores, radioescuchas, televidentes o cibernautas le prestan atención y credibilidad por libre albedrío. Las cirqueras que vayan al circo y las periodistas que hagan periodismo.
Finalmente, en el tema de las mujeres Veracruz ya alcanzó los 155 feminicidios de diciembre a la fecha. Los dos casos más recientes son el de una joven que apareció semi calcinada en el basurero de Minatitlán -ahora buscan al novio prófugo que es sobrino de un líder petrolero- y una anciana indígena violada y asesinada en la Huasteca Alta.
En términos llanos, hoy por hoy la entidad veracruzana tiene el mismo estatus que Ciudad Juárez en los años ochenta y noventa: un lugar altamente letal para las mujeres. Tal es la realidad que los funcionarios estatales se obstinan en desmentir. Primero aseguraron que no se habían disparado los asesinatos de mujeres y ahora dicen que las muertas son por homicidios dolosos, no por feminicidios.
Afirman que hay un complot estadístico desde la Fiscalía del estado para dejar mal parada a la administración estatal porque no se reclasifican los asesinatos de mujeres y todos los dejan como feminicidios. Viven en la negación, encaprichados en no asumir su responsabilidad ni ponerse a trabajar para enfrentar el problema. Mientras tanto, las mujeres veracruzanas siguen muriendo.