Uno de los rasgos distintivos del PRI en su primera época en el poder fue que era más importante lo que se decía que lo que se hacía. Durante décadas los mexicanos nos acostumbramos a preocuparnos por el discurso de los gobernantes y no por sus acciones. Lo que molestaba no era que hubiera pobreza, sino que se hablara de ella. Lo que molestaba no era la falta de democracia, sino que eso se dijera abiertamente. Por ello la “guerra” contra la delincuencia organizada emprendida por el gobierno de Calderón molestó tanto a propios y extraños. Y no es que el problema en sí no fuera grave, sino que el presidente tenía la osadía de recordárnoslo todos los días. Debido a esto, una de las estrategias del gobierno de Peña Nieto ha sido cambiar el discurso de Calderón. De repente se dejó de usar la palabra “guerra” al hablar del combate a los delincuentes. Ahora se habla del Pacto por México, de la transformación del país, de las reformas necesarias para que seamos una gran potencia económica. Y sí, la inseguridad aparece entre los 95 puntos del pacto, pero el gobierno ya no habla de ella.
De hecho, en la reunión que tuvo el cuerpo diplomático con Peña Nieto la semana pasada, el Presidente fue muy claro al instruir a los embajadores y cónsules mexicanos de hablar de un “México en paz”. En ese mismo tenor, el procurador, Jesús Murillo Karam, insistió en que México estaba trabajando para construir la paz. Nada qué ver con la cruzada calderonista que presumía las batallas contra los delincuentes y festejaba cada arresto o abatimiento de un capo como si la selección mexicana hubiera anotado un gol contra Brasil en el Mundial de futbol.
De hecho este cambio de tono fue ampliamente celebrado por los críticos de Calderón, quienes supusieron que, como por arte de magia, la guerra contra el narco había ya terminado. Jorge Castañeda, el ex canciller de Fox y quizás la figura más visible de quienes han criticado la estrategia contra el crimen organizado, declaró con júbilo que le parecía muy bien que “dejemos atrás la absurda guerra sangrienta de Calderón. Me parece un magnífica idea. Qué bueno que lo haya hecho”. Para los críticos del ex presidente panista, quien ahora es acosado hasta por ir a Harvard, es de celebrar que el gobierno ya no hable de esta guerra, la cual suponen que ya se terminó.
Lo curioso de todo este asunto es que quienes no parecen haberse enterado del cambio de discurso del gobierno son los delincuentes. Estos siguen en su negocio de la violencia con particular entusiasmo. Las cifras de asesinatos no han disminuido nada. De hecho, diciembre fue uno de los meses más violentos -y no por los ataques de los vándalos fantasmas en el DF- por las acciones de la delincuencia organizada, que sigue peleando las plazas como si nada hubiera ocurrido. Tampoco parece que el gobierno vaya a dejar de actuar contra estos delincuentes. De hecho, Peña ya anunció la creación de un nuevo cuerpo de seguridad, la Gendarmería Nacional, que supone el reconocimiento explícito de que el Ejército no sólo no deja las labores de combate a la delincuencia organizada, sino que se va a quedar permanentemente, ahora con esta nueva cachucha. Entonces, ¿dónde esta el cambio? En el discurso. Sólo en el discurso. Y afortunadamente sólo en el discurso, porque el crimen organizado sigue siendo una realidad que amenaza la vida cotidiana de millones de mexicanos.
Ciertamente es positivo que el gobierno de Peña hable de otros temas, además del de la inseguridad y la violencia. Desde luego es de aplaudir que busque llevar a cabo las transformaciones que el país necesita y que los grupos de poder fácticos y la mezquindad de los partidos políticos han impedido que se lleven a cabo. Sin embargo, el que no se hable de la violencia no la va hacer desaparecer. Ésta sigue presente porque es un problema estructural que sólo se resolverá en la medida en que las instituciones de seguridad se transformen y las dinámicas sociales cambien. Y ello va a llevar varios años. Suponer ingenuamente que porque el gobierno no habla de la violencia ésta ya desapareció, es querer tapar el sol con un dedo o esconder la basura bajo la alfombra. Los problemas no desaparecen por dejar de hablar de ellos. Y lamentablemente la violencia del crimen organizado va a seguir por años, aunque haya quienes ya celebren su desaparición.
Jorge.chabat@cide.edu
Analista político e investigador del CIDE