AGENCIA
Nacional.- Durante décadas, Querétaro, Aguascalientes y Mérida fueron consideradas algunas de las ciudades más seguras y pacíficas de México, conocidas por su infraestructura moderna, estabilidad económica y baja incidencia de delitos graves. Estas regiones, alejadas de la violencia que afecta a otros estados del país, fueron apodadas “ciudades santuario”. Sin embargo, la presencia creciente de cárteles como el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y el Cártel de Santa Rosa de Lima (CSRL) ha comenzado a cambiar esta percepción, y la violencia criminal ha empezado a calar hondo en estas zonas.
El reciente ataque armado en el bar “Los Cantaritos” en Querétaro, que dejó 10 muertos y 13 heridos, es solo uno de los ejemplos más graves del impacto de la violencia en la región. Según el periodista Óscar Balderas, los cárteles han extendido su influencia en ciudades consideradas hasta ahora a salvo gracias al fenómeno del “efecto cucaracha”, que describe cómo los grupos criminales se desplazan a nuevos territorios al sobreexplotar los ya dominados, como sucede en Guanajuato. Los cárteles utilizan la violencia como una estrategia para negociar con las autoridades locales y apoderarse de espacios, lo que desestabiliza las comunidades y genera un clima de inseguridad.
En Aguascalientes, tradicionalmente conocida por su fuerte enfoque en el desarrollo industrial, la violencia ha comenzado a tomar formas nuevas y alarmantes. Asesinatos en parques industriales, previamente considerados zonas seguras, reflejan el alcance de la crisis. Los cárteles están comenzando a disputarse el control de estos espacios, lo que afecta directamente la estabilidad económica y la seguridad de la región.
Aunque Mérida, la capital de Yucatán, ha mantenido una relativa calma en comparación con otras ciudades, la presencia de los cárteles ya es innegable. Especialmente en el tráfico de metanfetaminas, Mérida se ha convertido en un punto estratégico para las operaciones del crimen organizado. En agosto de 2024, la detención de Aldrin Miguel Jarquín Jarquín, alias “El Chaparrito”, operador clave del CJNG, reveló la creciente influencia del crimen organizado en la región. La ciudad, que históricamente se había caracterizado por su tranquilidad, está viendo un aumento en delitos de alto impacto, lo que pone en riesgo su imagen de seguridad.
El fenómeno de los cárteles en estas regiones más tranquilas refleja un cambio en la dinámica de la violencia criminal en México. Antes, los cárteles buscaban proteger la economía de las regiones que controlaban, sabiendo que su éxito dependía de la estabilidad local. Hoy en día, los grupos criminales luchan entre sí por el poder, utilizando la violencia como herramienta para negociar con los gobiernos locales, lo que afecta gravemente a la economía y a la seguridad.
Para frenar este avance de la violencia en zonas de paz, expertos sugieren medidas como fortalecer la inteligencia policial para monitorear áreas con actividad delictiva emergente, y una colaboración más estrecha entre los gobiernos estatales para evitar que el “efecto cucaracha” siga expandiéndose. Además, se hace necesario impulsar la reactivación económica mediante programas que fortalezcan la economía local y ofrezcan alternativas al reclutamiento criminal.
La situación en Querétaro, Aguascalientes y Mérida pone de manifiesto el cambio en la geografía de la violencia en México, y plantea un reto significativo para las autoridades locales y federales en su lucha contra el crimen organizado.