Andrés Manuel López Obrador no sufrió su peor derrota en la elección de 2006. Tampoco la sufrió en la elección de 2012. La verdadera derrota la padeció el pasado domingo, cuando las principales fuerzas políticas del país firmaron el llamado Pacto por México. Y no es por lo que al final vaya a salir de dicho pacto. Seguramente muchos de los buenos deseos planteados en este acuerdo se van a quedar a la mitad.
La derrota es básicamente porque la apuesta de López Obrador y sus seguidores fracasó. La apuesta por la confrontación, el juego extrainstitucional e incluso la violencia disfrazada de discurso amoroso simplemente ha sido superada por la política. Evidentemente lo anterior no significa que ahora los principales partidos estén de acuerdo en todo. Tampoco significa que haya surgido el PRIRDAN (Partido Revolucionario Institucional de la Revolución Democrática y de Acción Nacional) como probablemente llamarán muchos pejistas al acuerdo político de este domingo. No. Significa nada más y nada menos que la parte del país que apostó por hacer política a la antigüita, con base en presiones, manifestaciones, chantajes y negociación de la ley, está perdiendo la batalla. El viejo México, el que creó el viejo PRI, el de la demagogia, el de la protesta escénica diseñada para poder negociar canonjías, está siendo superado por un México democrático en el que el diálogo entre las fuerzas políticas para generar reformas comienza a ganar terreno.
Más de alguno dirá que muchos de los que estaban en el estrado de la firma del pacto nacional no son políticos con una trayectoria democrática. Y tienen razón. Pero lo cierto es que dicho acuerdo es en sí un acto democrático. Es un acto en el cual se respeta al adversario político y se le acepta como interlocutor, no como el enemigo histórico al que hay que derrotar y desaparecer de la faz de la tierra. Es un acto en el cual se reconoce que es natural que haya quien piense diferente a uno y que esa diferencia no es “inmoral”. Ese es el punto. No es la biografía de los políticos convocantes al pacto lo que le da su carácter democrático al acuerdo. Es el hecho en sí, que plantea la posibilidad de dirimir las diferencias por cauces institucionales.
Es, en efecto, la política “modosita”, como calificara burlonamente AMLO a quienes no apuestan por la confrontación. Sí. La democracia es “modosita” por definición. Para eso se inventó. Para que los actores políticos, en lugar de dirimir sus diferencias a golpes, como buscaron hacerlo este sábado los delincuentes encapuchados que protestaron contra la toma de posesión de Peña Nieto, lo hagan sentados en una mesa. No para negociar impunidad, como plantean constantemente los partidarios de la política a la antigüita, sino para negociar lo que es negociable: las diferencias políticas, no la aplicación de la ley.
En este sentido no deja de ser revelador que la única voz que se alzó para defender a los vándalos enmascarados que atacaron el Congreso y destrozaron (y robaron lo que pudieron) en la Avenida Juárez de la Ciudad de México haya sido la de López Obrador y sus seguidores, quienes ya se relamían los bigotes ante la perspectiva de que hubiera un muerto entre los delincuentes disfrazados de protestantes. Ello no le quita gravedad al hecho, desde luego. Hubo heridos entre los vándalos y entre los policías que sólo hacían su trabajo. Violencia absurda. Como dice la canción de Juan Gabriel: “pero qué necesidad”.
Toca ahora a las autoridades deslindar responsabilidades de los actos delincuenciales de este sábado. Sin embargo, el deslinde político está ya muy claro. Quienes apuestan por la presión fuera de las instituciones y el Derecho han perdido. Seguirán teniendo una presencia política sin duda, porque todavía hay una parte de la población que cree en esa forma de hacer política. Tendrán seguramente su partido. Habrá voces que seguirán expresando ese discurso. Obtendrán incluso un porcentaje de votos. Pero lo que queda claro es que no van a tener ya el poder. La razón es muy simple: la historia se mueve. Y camina rumbo a la democracia liberal. Sí. Esa. La democracia “modosita”. La única que va a permitir que este país deje de ser el desastre histórico que ha sido durante 200 años. La verdad, ya nos toca.
jorge.chabat@cide.edu
Abalista político e investigador del CIDE