Las tesis victimistas nos quieren hacer creer que los ciudadanos son todos entes buenos que han sufrido por las malas acciones de los gobernantes.
Sería absurdo decir que la clase política de este país ha estado a la altura de las circunstancias.
Los funcionarios y representantes populares sin duda son culpables de muchas de nuestras desgracias. Pero no son
los únicos.
Ante los hechos trágicos ocurridos en Iguala hace dos meses, uno tiene que preguntarse quién puso a José Luis Abarca Velázquez en el cargo de presidente municipal.
Cargo que, por cierto, seguramente hubiera intentado heredar a su esposa de no haber ocurrido el ataque contra los normalistas y, sobre todo, el secuestro de 43 de ellos.
Durante las semanas que han pasado desde que Abarca ordenó —de acuerdo con las investigaciones— que los normalistas fueran impedidos de afectar la fiesta en la que se destaparía su mujer, María de los Ángeles Pineda Villa, como aspirante a la alcaldía, se ha escrito mucho sobre sus
antecedentes.
Resulta que todo mundo había notado el vertiginoso ascenso de Abarca en los negocios. En muy pocos años había pasado de vender huaraches y sombreros a vender oro, a ser el propietario de la plaza comercial Galerías
Tamarindos.
En una ciudad pequeña o mediana como Iguala, eso seguramente no pudo pasar desapercibido.
Por supuesto, debió llamar la atención de las autoridades hacendarias y de procuración de justicia, pero ¿acaso no también de los ciudadanos?
Claro, cabe la posibilidad de que Abarca fuera tan hábil que tuviera engañada a la mayoría de los igualtecos, que no creyó las historias que circulaban sobre el candidato y luego alcalde, que lo señalaban –así se cuenta hoy—como mafioso y asesino.
Pero no faltaron quienes dijeron, repetidamente, que era una amenaza a la sociedad.
Uno de ellos, Óscar Díaz, su adversario interno en las filas del Partido de la Revolución Democrática (PRD), quien habló de ello incluso con Andrés Manuel López Obrador, en cuyo grupo político estaba inscrito Abarca —vía Lázaro Mazón— antes de cambiar de bando y sumarse a Nueva Izquierda.
¿Qué fue lo que pasó?, ¿la mayoría tiró a loco a Óscar Díaz o simplemente no le importó lo que se dijera de José Luis Abarca?
Lo mismo puede decirse de María de los
Ángeles Pineda.
Hoy se asegura en muchas reconstrucciones periodísticas que las ligas de la esposa de Abarca con el cártel de los Beltrán
Leyva eran obvias.
El encarcelamiento de su hermano Salomón, liberado en 2013, y el asesinato de sus hermanos Alberto y Mario, ¿no fueron hechos conocidos públicamente?
A José Luis Abarca no se le acusa de haber ganado la presidencia municipal mediante el fraude.
¿Cómo fue que votaron por él dos de cada cinco electores que fueron a las urnas en Iguala el primero de julio de 2012? Ese dato incluye hasta los
votos nulos.
Por Abarca, postulado por la coalición Guerrero Nos Une (PRD-PT-MC) votaron 21 mil 546
electores.
El segundo lugar fue para Erik Catalán Rendón, del PRI, con 14 mil 668. El tercero, para Antonio Salvador Jaimes Herrera, del Partido Verde, con
10 mil 623.
Es decir, Abarca le sacó casi siee mil votos a su principal contrincante. Ganó de calle.
Antes de la elección, al empresario se lo peleaban el PRI y el PRD.
Hay una declaración del coordinador de los diputados locales del PRI, Héctor Vicario Castrejón, destapándolo como aspirante, cosa que después fue rechazada por el delegado del partido en Guerrero, Donaldo Olea Jaimes, a quien los priistas deberían estar hoy muy agradecidos.
“El aspirante perredista a la alcaldía de Iguala, José Luis Abarca Velázquez, tiene que decidirse si participa en las filas del PRI o en las del PRD, porque el que ‘juega con dos cartas se descarta’ y él puede perder lo poco o mediano que haya ganado, aseguró (el perredista) Justino Carvajal Salgado luego del destape que hiciera el diputado Héctor Vicario del empresario joyero y propietario de la plaza comercial Galerías Tamarindos”, dice una nota del periódico local Diario 21, fechada el 26 de enero de 2012.
Sobrino del exalcalde acapulqueño Félix Salgado Macedonio y elegido síndico del municipio como parte de la planilla ganadora, Justino Carvajal era un rival interno de Abarca quien no se callaba sus
críticas al alcalde. En marzo de 2013 fue asesinado. La autoría intelectual del crimen se ha atribuido
a Abarca.
Decidido por el PRD, Abarca estaba tan seguro de ganar que ni siquiera se molestó en presentarse al debate de los aspirantes a la alcaldía.
¿Pudo haber ganado Abarca gracias al partido que lo postuló y el arrastre del candidato presidencial López Obrador?, es posible, pero muchos datos y declaraciones indican que el PRD quizá hubiera perdido el municipio de no haberlo nominado.
Es decir, la mayoría quiso hacer a Abarca su presidente municipal, pese a todos los antecedentes que se conocían de él.
¿No tienen responsabilidad también ellos, los electores, en lo
que sucedió?
El voto no sólo es un derecho. Es una responsabilidad. Los electores tienen que hacerse cargo de su decisión, pues era su obligación averiguar quién era el candidato antes de votar por él.
Sin retirar culpas a las autoridades que nada hicieron por parar los negocios criminales en Iguala, los ciudadanos cargan con parte de la
responsabilidad.
A sabiendas de que detrás de un candidato puede esconderse un criminal, bien haríamos todos en pensar por quién votar en las próximas elecciones y en las que sigan.