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La renegociación del TLC HACE más ruido que las nueces

Superiberia

Por: catón / columnista

“Estoy perdido. Ahora sólo el demonio puede salvarme”. Eso dijo un hombre rico cuando supo que se había arruinado. En vano solicitó crédito a los bancos que antes lo cortejaban: hasta el guardia del estacionamiento le mostró la espalda. Inútilmente pidió ayuda a sus amigos: todos se apartaron de él. Vio cumplida en su caso la catoniana frase que Cervantes puso en su prólogo al Quijote: “Donec eris felix multos numerabis amicos; tempora si fuerint nubila solus eris”. “Ahora que la fortuna te acompaña tienes muchos amigos: cuando los tiempos sean nebulosos te encontrarás solo”. Fue entonces cuando invocó al demonio. Se le presentó éste en la forma de un atildado hombre de negocios. Le dijo: “Soy el diablo”. El hombre de mi cuento era un escéptico. Replicó: “El demonio no existe”. Opuso el maligno: “Eso dicen aquéllos a quienes no conviene que el demonio exista. Debes creer en mí. Si me permites la inmodestia te diré que el miedo del infierno aparta a más hombres del pecado que la esperanza del cielo”. “No entiendo de teologías -se impacientó el sujeto-, y menos aún de demonologías. Atengámonos a los hechos. A ver: Si eres el demonio cámbiame aquel edificio”. El espíritu de las tinieblas levantó la mano y la alta construcción mudó de sitio. “Cámbiame aquel cerro” –pidió el hombre. El diablo hizo otro ademán y la colina se movió de su lugar. “Ahora -demandó el sujeto- cámbiame este cheque”. Replicó al punto el maligno: “Soy el demonio, cabrón, no tu pen…” El anterior relato, seguramente apócrifo, me sirve de pretexto para hacer una reflexión. Quizá Trump pertenezca a la rara especie de locos que comen lumbre, pero en Estados Unidos ni los empresarios, ni el Congreso, ni los consumidores son tragafuegos. Así las cosas el desbocado Presidente yanqui se verá muy acotado en sus intentos de causar daño a México a través de la renegociación del TLC. Se ha dicho que los hechos son muy tercos, y que la realidad se impone sobre las intenciones, sean buenas o malas. Pues bien: el dinero es una de las realidades más poderosas que hay, y quienes del lado norteamericano se han beneficiado con ese acuerdo comercial no permitirán que los caprichos de su volátil mandatario se impongan sobre la solidez de un tratado que ha probado ser favorable para los países que lo suscribieron. Es muy posible, entonces, que en este asunto de la renegociación sea más el ruido que las nueces. La voluntad de Trump no es absoluta, ni sus deseos son órdenes, y menos ahora que su imagen está a la altura de los suelos y las suelas. Estemos tranquilos, pues. Ni Starbucks ni McDonald’s se irán de México… Sonó el teléfono en la estación de Policía, y el oficial de guardia oyó una voz de angustia: “¡Manden urgentemente una patrulla a la calle Caracoles 102! ¡Estoy solo; hay un gato en el jardín y la ventana está abierta!”. Repuso el oficial: “No voy a enviar una patrulla por causa de un gato”. “¡Mándela por favor! -rogó la voz-. ¡Habla el perico de la casa!”… La abuelita de Rosilita le contó un cuentecito en su camita. “Había una vez -empezó- un rey y una reina que estaban muy tristes porque no tenían hijitos”. “¿Y por qué no tenían hijos? -la interrumpió la niña-. ¿No querían tenerlos? ¿Ella era frígida o estéril? ¿Era él impotente, o padecía alguna forma de disfunción eréctil? ¿Había entre ellos falta de compatibilidad sexual?”… A altas horas de la noche aquel sujeto llamó por teléfono a su esposa. “Estoy en la cantina -le informó-. Un trago más y me iré a la casa”. Dijo la señora: “Tienes tiempo de echarte otro, mi amor”. “Ya te lo dije -contestó el sujeto-. Un trago más y me voy”. Replicó ella: “A ti no te estoy hablando”… FIN.

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