Agencias
La Poinsettia, ese vibrante símbolo de la temporada navideña, tiene una historia tan diversa como los nombres que le han dado a lo largo de los años. Aunque es conocida como tal en Estados Unidos y Europa, sus raíces se hunden profundamente en la tierra mexicana y en las comunidades de habla náhuatl, donde es llamada cuetlaxóchitl, traducido como “flor que se marchita”.
Joel Roberts Poinsett, botánico y estadista aficionado, introdujo esta planta en el norte del río Grande en 1828 durante su mandato como primer ministro de Estados Unidos. Sin embargo, su cultivo se remonta a hace 500 años en el imperio azteca, siendo llamada cuetlaxóchitl por las comunidades náhuatl, describiendo acertadamente las finas hojas rojas que alcanzan hasta 3 metros de altura en las variedades silvestres.
La Poinsettia también se conoce como “flor de nochebuena” en América Latina, ligada a las celebraciones de la víspera de Navidad. Este nombre se remonta a los frailes franciscanos en el siglo XVI, y los españoles la llamaban “tela escarlata”. Adicionalmente, la planta recibe diversos apodos como Santa Catarina en México, estrella federal en Argentina y penacho de Inca en Perú.
Aunque atribuido en el siglo XIX, el nombre latino Euphorbia pulcherrima significa “la más bella” de un género diverso, reflejando su savia lechosa de látex. Biólogos mexicanos han rastreado su tronco genético hasta una variante silvestre en Guerrero, México, asegurando sus raíces en la tradición. En medio de la historia, la Poinsettia sigue floreciendo en estado salvaje a lo largo de la costa mexicana en el Pacífico y en partes de Centroamérica hasta Costa Rica, una historia de continuidad y vitalidad.