Por Catón / columnista
La mujer perfecta
“¿Hacemos el amor?”. Ese vocablo, ciertamente de escaso contenido romántico, empleó Babalucas para pedirle coición a su novia Loretina. Ella quiso saber si el anheloso galán traía consigo algún dispositivo tendiente a evitar el embarazo. (Hombre prevenido vale por dos; mujer prevenida vale por ella sola). Le preguntó a Babalucas: “¿Traes alguna protección?”. “Claro que sí -aseguró el badulaque-. Siempre cargo mi medalla de San Cristóbal”… La maestra de Ciencias Naturales le preguntó a Pepito: “¿Qué es un solípedo?”. Arriesgó, cauteloso, el muchachillo: “¿Un ebrio solitario?”…
El padre Arsilio reprendió a Thaisia, joven mujer de su parroquia que tenía fama de que a ningún hombre le negaba nunca un vaso de agua. “Hija mía –la amonestó en tono paternal-, ¿por qué eres tan dada a dar tu cuerpo?”. “Padrecito –respondió la interrogada-. Pienso que debo compartir con mi prójimo lo que me dio la Madre Naturaleza antes de que me lo quite el Padre Tiempo”…
Ya conocemos a Capronio. Es un sujeto ruin y desconsiderado. Aindamáis –eso quiere decir “además”- es consumado machista. Solía decir el majadero: “La mujer perfecta es aquella que inmediatamente después de hacer el amor contigo se convierte en un six de cerveza bien helada, una pizza de cuatro ingredientes y un televisor de pantalla ancha donde están pasando un juego de la NFL”…
La esposa de don Tiberio acudió a la consulta del doctor Duerf, psiquiatra, y le dijo: “Mi marido no me responde bien”. “Señora –le indicó el analista-, los problemas de disfunción eréctil no corresponden propiamente a mi especialidad. Lleve a su esposo con algún urólogo o terapeuta sexual”. “No me entendió usted bien, doctor –replicó la consultante-. Cuando le digo algo a mi marido él siempre me responde con alguna grosería, y quiero que lo analice para saber por qué”…
El novio de Glafira, la hija de don Poseidón, fue a pedir la mano de la muchacha. El genitor le preguntó: “¿De cuánto dispone usted al mes para mantener a mi hija?”. Respondió el solicitante: “De 18 mil pesos”. “No está mal –juzgó don Poseidón-, sobre todo si a esa cantidad se le suman los 15 mil pesos mensuales que gana Glafira en su trabajo”. Aclaró el novio: “Ya están sumados”…
Empédocles Etílez llegó a su casa en horas de la madrugada. Su mujer lo esperaba hecha un obelisco. (Nota de la redacción: Seguramente nuestro amable colaborador quiso decir “hecha un basilisco”). Le dijo: “Bebiste otra vez ¿verdad?”. “¡Te juro que no, viejita! –protestó el temulento-. ¡Si quieres te soplo”.”Está bien –se apaciguó la señora-. Pero después me dices si bebiste otra vez”…
Don Valetu di Nario, caballero de muchos almanaques y exquisita educación, contrajo matrimonio con Vulgaria, joven mujer sin lustre de buenas maneras. Cuando se vieron solos en la suite nupcial del hotel donde pasarían su noche de bodas ella empezó sin inhibición alguna a aventar la ropa que vestía al tiempo que exclamaba alegremente: “¡Ahora sí! ¡A darle vuelo a la hilacha!”. Don Valetu le pidió con sentimiento: “Te suplico que no le digas así a mi parte de varón”…
En el tablao en penumbra el Ninio de las Monjas,viejo bailador de flamenco, interpretó unas malagueñas. “¡Qué bien se conserva er Ninio! –le comentó uno de la concurrencia a su vecino de asiento-. ¡Y con qué maestría toca las castañuelas!”. “No son las castañuelas –precisó el otro-. Es su dentadura postiza”…
Con mujer casada estaba yogando el follador. En medio del erótico deliquio le pidió ardientemente: “¡Bésame!”. “¡Ah no! –se negó ella-. Bastante infiel le estoy siendo ya a mi marido al hacer esto como para añadir además lo otro”…FIN.