Por: Catón / columnista
Don Chinguetas y su esposa doña Macalota dormían profundamente. De pronto ella despertó al sentir una presencia extraña. Llena de alarma movió a su esposo y le dijo: “Un hombre con tufo de borracho entró en el cuarto y se metió en la cama junto a mí”. “Es tu imaginación –contestó don Chinguetas-. Duérmete y déjame dormir”. Así diciendo se dio vuelta en la cama y siguió roncando. A la mañana siguiente don Chinguetas le dijo a su mujer: “Te ves pálida, agotada y ojerosa. Debes haber dormido mal”. “Así es –respondió doña Macalota con voz feble-. Toda la noche tuve encima a mi imaginación”… Jactancio, individuo presuntuoso, le dijo a su novia Dulcibella: “Como bien sabes soy vendedor, y a mis clientes siempre les doy una muestra del producto antes de cerrar la operación. Antes de pensar en casarnos quiero que me des una muestra de lo tuyo a mí”. Replicó al punto Dulcibella: “Muestras no te puedo dar, pero referencias te daré todas las que quieras”… Todo hace pensar que las elecciones del primero de julio serán tranquilas y seguras, y que los mexicanos acudiremos en gran número a las urnas a depositar nuestro voto. No parece que vaya a haber abstencionismo, y no se han escuchado en esta ocasión los llamamientos que en elecciones anteriores se han oído en el sentido de anular el voto o dejar en blanco la boleta. Particularmente la elección presidencial reviste una importancia extraordinaria. Sabemos que es crucial para el futuro del país. Nadie en edad de votar debe quedarse al margen de esta jornada decisiva. Esperemos que una vez conocido el resultado de la votación los mexicanos dejemos atrás las pasiones que levantaron las campañas, y todos unidos sigamos buscando el bien de la Nación por encima de diferencias ideológicas o partidistas. En ese contexto el único partido debe ser México, y todos hemos de trabajar para hacer de este país una casa mejor para nuestros hijos, más justa, más democrática, más libre y más segura… El reverendo Rocko Fages, pastor de la Iglesia de la Tercera Venida (no confundir con la Iglesia de la Tercera Avenida, que permite a sus fieles el adulterio a condición de que no lo cometan con la luz encendida), iba a cumplir años. Los miembros de su congregación acordaron hacerle un regalo consistente en un pasaje de avión para Las Vegas y tres noches en un hotel de lujo, todo pagado. El pastor no conocía Las Vegas, pero le habían dicho que era la ciudad del pecado, y a él le interesaba todo lo que tuviera que ver con el pecado, pues era uno de los principales temas de sus sermones junto con el demonio y el infierno. Así, hizo el viaje a Las Vegas. Cuando entró en su habitación del hotel se llevó una mayúscula sorpresa: en la cama lo esperaba una estupenda rubia que no llevaba encima más que unas cuantas gotas de Chanel No. 5. La hermosa fémina le alargó un papel. Decía: “Regalo del Concejo de la Iglesia para su pastor”. De inmediato el reverendo tomó el teléfono y llamó al presidente del Concejo. “¿Cómo se atreven ustedes a poner en mi cuarto a una mujer? –le reclamó airado-. ¿Por quién me toman? ¿Soy acaso un hombre dado al fornicio y la carnalidad? Me han ofendido ustedes; me han faltado al respeto. Esto es algo que no puedo perdonar”. La muchacha, avergonzada, salió del lecho y empezó a vestirse para retirarse. El pastor puso la mano en la bocina del teléfono y le dijo a la chica: “Tú quédate en la cama, linda. Contigo no estoy enojado”… FIN.