Pronto, muy pronto veremos legalizados el cultivo, la venta y el consumo de marihuana en México. El experimento comenzó en Holanda hace algunos años, posteriormente se tropicalizó en Uruguay, y prácticamente se le da la bienvenida a nivel continental en el estado de Colorado, en los Estados Unidos.
A partir de ahora las cosas vendrán más rápido. Pronto el estado de Nueva York, tendrá una legislación similar y cuando menos lo esperemos, ese laboratorio de ideas de vanguardia en que se ha convertido la ciudad de México, también entrará a la nueva moda.
De momento, Colorado impuso un impuesto de 25%, edad mínima de 21 años, cultivo de seis plantas por persona o doce por familia, y la venta de 28 gramos cada vez que se adquiera. Independientemente de los beneficios fiscales, tendrán otros, como evitar destinar recursos de seguridad pública para detener a quien produzca, trafique o consuma marihuana. Liberar sus prisiones de la carga que representan quienes purguen una condena por estas razones, y ocupar los recursos de seguridad para cuestiones que realmente afecten e importen a la ciudadanía.
Ya es de sobra conocido que su consumo genera beneficios como reducir el dolor crónico, dolor neuropático, y reducir los efectos secundarios de la quimioterapia, estimulante del apetito, reduce el riesgo de contraer diabetes tipo II debido a sus propiedades antiinflamatorias, produce un efecto relajante y de bienestar, su acción es similar al Prozac, en cuanto a ansiolítico y antidepresivo. También se conocen los daños que genera su consumo, como incrementar el riesgo de sufrir un ataque cardíaco pues causa un incremento en el ritmo cardiaco. El humo de la marihuana contiene cancerígenos similares a los del cigarro. Pérdida de coeficiente intelectual en adolescentes que fumaron marihuana al menos cuatro días a la semana. La pérdida es de ocho puntos de CI en consumidores entre los 13 y 38 años. Quienes la fumaron de jóvenes suelen mostrar un mayor déficit en la memoria y en su capacidad de concentrarse. En familias con antecedentes de enfermedades mentales, existe un mayor riesgo de incrementar los niveles de ansiedad, depresión y esquizofrenia. Adicionalmente se ha demostrado que tiene un bajo nivel de adicción, cuando mucho la genera en un nueve por ciento de los usuarios. Y lo más importante, es que no importa el nivel de consumo, ni la cantidad consumida, jamás puede conducir a una sobredosis fatal.
Cuando leí la información de Colorado, lo primero que pensé fue que mientras ¨las buenas conciencias¨ van a dar el grito en el cielo, el resto de la población, sobre todo la pensante, tendremos que exigir que los recursos que se liberen cuando quede legalizado su consumo, se utilicen para combatir aquello que más daño le hace a nuestra sociedad mexicana. Y luego pensé, en buscar qué es lo que más daño le hace al país, y resultó que la producción, tráfico y consumo de marihuana, no entraba en los primeros cien puntos de la lista. Y de ahí, lo lógico fue comenzar a discutir conmigo mismo, en que área habría que asignar ese presupuesto que pronto se va a liberar, e incluso cuáles son los enemigos de México que tenemos que combatir, aún antes de la legalización de la marihuana en México: Me pregunté si se trataba de temas de Salud, educación, alimentación, seguridad, etc., y llegué a la conclusión que todas las fallas en esas áreas son efecto de el gran mal de México: La impunidad y la corrupción. Si combatimos todos los mexicanos estos grandes males, seguramente los puntos enunciados mejorarán de manera automática. Sólo falta ver que nuestros gobiernos, nuestros políticos, y sobre todo, nuestros ciudadanos muestren algún interés en combatir esos dos grandes enemigos de la convivencia social y el desarrollo de México. Está claro que al Gobierno y a los políticos no les interesa en lo más mínimo combatir la impunidad y la corrupción, e incluso a grandes sectores de la sociedad tampoco, como es el caso de los líderes de cualquier tipo, y las empresas beneficiadas por la facilidad con que en México se violan las leyes y se rodea cualquier restricción legal, mediante esas hermosas armas del mal, que son la impunidad y la corrupción.
Mientras tanto, seguiremos viendo policías fumando marihuana, deteniendo a consumidores de la misma. Y seguiremos viendo raudales de dinero distribuido entre las fuerzas del orden, para que los grandes transportes de marihuana lleguen a sus mercados, tanto en el país como en el extranjero. Y sobre todo, seguiremos viviendo en la simulación de que se combate la producción, el tráfico y el consumo de marihuana, pero que ésta se pueda conseguir en cualquier ciudad grande o pueblo olvidado del país, de la manera más sencilla posible, pues México es un paraíso productor y consumidor de marihuana, aunque los cruces y los estudios genéticos en Estados Unidos, han generado variedades que compiten con ventaja contra las variedades mexicanas silvestres.