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La furia purépecha

Superiberia

Desde los bordes del cerro Tancítaro, a casi cuatro mil metros de altura, se contempla un escarpado y exuberante espectáculo natural, colmado de flora y fauna.

Es, damas y caballeros, el señorío purépecha que se descubre frente a los ojos, hasta donde la vista lo permita. Tierra de dilatada cultura que hoy ocupa territorio de Michoacán.

Poco más al noreste se levanta, majestuoso, una de las maravillas del mundo: el Paricutín, considerado el volcán más joven del planeta.

Fue en 1943 cuando hizo erupción este volcán, borrando del mapa a los poblados de Paricutín y de San Juan Parangaricutiro.

Los habitantes tuvieron que abandonar el pueblo y refundarlo cerca de ahí, a unos 10 km de Uruapan: el nuevo San Juan Parangaricutiro.

Por esos lares, todavía se puede contemplar una iglesia semidevorada por la lava.

El resto del pueblo, acabó sepultado entre el material incandescente, presa de la furia purépecha.

Aperitivo: parece guerra… lo es

La furia purépecha se ha desatado hasta arder su propio señorío.

Hoy Michoacán es uno de los más dramáticos casos de debilidad institucional que haya padecido el México moderno.

Durante la última década, mientras los partidos políticos se entretenían haciendo reformas electorales, en Michoacán se fue engendrando lo que hoy es ya una guerra. A diferencia de las guerras civiles convencionales aquí existe dispersión. Hay más de dos partes.

En Michoacán, hay todo tipo de grupos armados: fuerzas federales, grupos de autodefensa, Caballeros Templarios y sus antagónicos el cártel Jalisco Nueva Generación, aumentando su presencia en la medida que se acerca uno a la frontera de Michoacán con Jalisco.

Aparentemente son los actores primarios en el escenario de guerra.

Sin embargo, no son los únicos. Hay una segunda línea de factores que abona al caos. Hay presencia de otros cárteles que buscan aprovechar la estratégica zona.

Los grupos de autodefensa, son un auténtico producto de un pueblo harto, enfurecido y en estado de indefensión frente a la apabullante falta de gobierno en la última década, como también hay presencia de grupos armados financiados por el cártel Jalisco Nueva Generación u otros, que aprovechan el caos para disputar la plaza a Los Templarios, el cártel dominante.

No es algo nuevo. ¿Acaso no fue La Familia Michoacana la que emergió hace poco más de una década como un místico y justiciero grupo de autodefensa para acabar con la tiranía de Los Zetas?

Pues bajo esa égida, se convirtieron en los nuevos tiranos. Ya después se transformarían en Los Caballeros Templarios.

Las fuerzas de seguridad municipales (hoy cuerpos armados al servicio de los cárteles) y estatales también se integran al cuadro del caótico teatro de operaciones.

Por cierto, también el gobernador y su penetrado gobierno forman parte de los factores. Secundarios, sí. Que estorban, sí. Pero factores, al fin.

Una guerra, pues. La furia purépecha.

Piatto forte: economía y tejido social

¿Por qué razón Michoacán, tierra de enormes bendiciones, se convirtió en botín del crimen organizado?

Desde luego, es una situación multifactorial. En primerísimo lugar, se debe a la estratégica geografía del lugar.

Michoacán no sólo es pródigo en recursos naturales que permitirían alimentar a todo el país. Es la puerta de entrada de Asia al país.

A través del puerto de Lázaro Cárdenas se mueve casi 20% de la carga comercial de México.

En esta medida, su infraestructura comunicacional le permite conectar con prácticamente la mitad del territorio nacional de forma directa.

Adicionalmente a estas enormes ventajas estratégicas, es Michoacán primer productor de minerales en el país.

No obstante, a estas favorables particularidades, acusa una alta concentración de pobreza.

La razón es el abandono y la profunda debilidad institucional que han dejado todas estas bendiciones a merced del crimen organizado que se han adueñado de los factores de producción. Tanto, que incluso llegaron a dominar las operaciones del puerto de Lázaro Cárdenas ¡ni más, ni menos!

Dolce: el apagafuegos

Alfredo Castillo ya se le puede considerar como el bombero oficial de la administración. Desde los tiempos de Peña Nieto como gobernador del Estado de México, Castillo irrumpió como bombero del fuego mediático que había provocado el esotérico caso Paulette.

Después, ya desde la PGR en la administración federal, fue el encargado de apagar el fuego y la efervescencia  provocado por la explosión de Pemex, así como la delicada operación de capturar a la maestra Elba Esther Gordillo y así, apagar el fuego magisterial.

No terminó ahí. También tuvo que llegar de bombero cuando ardía la cosa en las redes sociales, tras el trastupije de la hija del entonces procurador del Consumidor, Humberto Benítez, con el escándalo de #LadyProfeco, le costó el cargo a Benítez y Castillo el bombero tuvo que poner orden en la institución y volverla a dotar de credibilidad.

Ahora, arde Michoacán. El bombero oficial tiene frente a sí un reto de enorme trascendencia hoy que, no sólo marcará Michoacán, sino también al país y al resto del sexenio.

Café caliente desde Tierra Caliente.

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