En esta temporada festiva, el muérdago se cuela en nuestras decoraciones navideñas y bajo el cual, según la tradición, compartimos besos con aquellos que se encuentran debajo de sus ramas. Pero, ¿de dónde proviene esta encantadora costumbre?
La historia del muérdago en la Navidad se remonta a las antiguas celebraciones celtas y nórdicas. Estas culturas consideraban al muérdago como una planta sagrada, creyendo que tenía propiedades místicas y protectores contra el mal.
En la mitología nórdica, el muérdago estaba asociado con Frigg, la diosa del amor y la belleza. Según la leyenda, Frigg otorgó al muérdago el poder de proteger a su hijo, Balder, del mal. La tradición dicta que aquellos que se encontraran bajo el muérdago debían intercambiar un beso en muestra de buena voluntad, y así se originó la conexión entre el muérdago y el amor.
Los druidas celtas también veneraban al muérdago por sus supuestas propiedades curativas y místicas. Durante las celebraciones del solsticio de invierno, recolectaban muérdago como símbolo de la fertilidad y lo colgaban en sus hogares como amuleto de buena suerte.
Con el tiempo, estas creencias ancestrales se fusionaron con las festividades cristianas, dando paso a la tradición del muérdago en la Navidad que conocemos hoy en día. Aunque las raíces de esta costumbre se entrelazan con antiguas mitologías, su encanto y significado han perdurado a lo largo de los siglos, convirtiéndose en un hermoso recordatorio de la conexión entre el amor y la magia en la temporada navideña.